[Los Caballeros de la Sierra]


Con este respetuoso y distinguido nombre se conoce en Tornavacas, Valdastillas y otros pueblos de la serranía valjerteña a los 'Maquis', los últimos idealistas que comba¬tieron por estos montes con la esperanza de conseguir la utopía política de derrocar al régimen de Franco. No pretendemos historiar la resistencia antifranquista de estos sacri¬ficados guerrilleros ni tampoco reproducir testimonios orales con valor documental, sino comprobar cómo esta épica postrera, protagonizada por los valientes Caballeros de la Sierra, ha dejado su impronta narrativa en la tradición popular valxeritense.

Siempre le choca a uno que todavía, cuando interrogas a los informantes sobre los Maquis, la gente baja la voz, mira recelosa a los lados y te confidencia tal o cual anéc¬dota sobre los Caballeros de la Sierra. Un resabio heredado del secretismo y el tabú que gravitaban sobre estos temas en los años de la Dictadura, la cual sigue condicionando y actuando por inercia en la mentalidad popular.

La leyenda, cuchicheada más que abiertamente contada, ha ido forjando una imagen mítica de estos guerrilleros. Se les supone desafiando a los persecutores, bajando por las noches a los pueblos, paseándose por las calles, entrando en las casas de los ricos, e, incluso, bajando a bailar en las fiestas de los pueblos serranos (El Torno) y otros atrevi¬mientos y arrogancias llevadas a cabo por los Caballeros de la Sierra. En Navaconcejo aluden al mitin que dieron los maquis en la llamada Casa Blanca, por bajo de los Carozos, en el camino de Rebollar, al que acudieron militantes de izquierdas que luego fueron detenidos.

Pero lo normal era que se mantuviesen escondidos en covachas y casillas de campo. En la sierra de Tormantos, próxima a Valdeinfiernos, se encuentra la Cueva de los Maquis, al pie del Regajo del Toro. Esta partida rondaba por toda esa umbría jerteña y llegaba a provisionarse a los majadales tornavaqueños, según explica una informante, cabrera por más señas:

Nos pagaron mu bien los quesos que se llevaron. "Cuando aquello, tendría yo
unos veinte años y mi hermano, que estaba conmigo, un par de ellos menos. Los
padres habían bajao al pueblo a por el avío y nos habíamos quedao solos. A eso
del atardecer se presentó media docena de ellos y yo na más verlos me dije que
tenían que ser los Caballeros de la Sierra, de los que tantos nos habían hablao
los padres. Nos saludaron mu educadamente y enseguía se empezaron a meter
con lo dura que era la vida que llevábamos, que si ellos mandaran nos iban a
tener mu bien atendíos. Luego dijeron:
- ¿Tiene usté suministro pa darnos de comer?
- Poco hay, porque los padres han bajao a por el avío.
- No, si ya lo sabemos que se han ío p'al pueblo. Mire usté, nos conformamos
con poco, asin que nos repartimos lo que haya.

Teníamos dos panes de esos grandes y nos dejaron uno. También cogieron cuatro o cinco quesos. Luego el Jefe, que era algo gordo, sacó un fajo billete y nos dio dos mil pesetas. Y me pidieron un poco de leche.

Yo llamé a mi hermano, que se había metió p'adentro, to asustaíto, y salió pa ordeñar las cabras. Los hombres se tomaron casi una cántara allí mismo. Cuando llevaban andao un poco, el Jefe regordete, se volvió y me dijo:
- Yo creo que la hemos pagao poco...
- No, no, ya me han dao ustedes dos billetes grandes...
Al poco de irse, le tuve que preparar a mi hermanito una tila, de lo nerviosito que se había puesto.

Y a mí lo que más me impresionó fue lo bien vestios que iban, con trajes bue¬nos de pana negra, con unas linternas que alumbraban mucho más que los car¬buros nuestros, y llevaban escopetas de dos caños.

Esos maquis tenían que ser los que estaban en la cueva de Cabezuela. Según parece los surtía un muchachillo de catorce o quince años, que debió de asus¬tarse cuando le interrogaran y los declaró el sitio onde estaban. Subieron los móviles de la guardiacivil y tuvieron un tiroteo de aquí te espero. Tengo enten¬dió que murieron dos guardias y dos o tres maquis, a mi, dende luego, no vol¬vieron a molestarme más".



(Fuente oral: P. B. Tornavacas)

Según las informaciones recogidas, los maquis mostraban su buen corazón con los niños. Les querían remediar el lógico susto que su presencia provocaba en los menores, obsequiándoles con alguna golosina. Así les ocurrió a unos muchachos de Piornal:

Nos dieron chocolate. "Esa nochi nos queamus solus los tres Primus, en la , finca que estaba cerca de la casería. Los padris se habían marchau al pueblu. Al anochecé llegarun cuatru o cincu señoris. La casa era bastanti grandi, tenía dos plantas y nosotrus andábamos en la de arriba. M´acuerdu que yo estaba pelandu patatas pa poner un carderu pa la cena. Se presentarun de repenti.

-"Buenas nochis", dijeran y nosotros ti-ti-ti-ti, venga a temblar, alli solinus los tres.

Entoncis le dijerun a D., que era el mayor de nosotrus, que nos llevara a la otra casa de más arriba, que era también de unus familiaris. Comu yo y mi primu, que eramus los más chiquininus, seguíamos dandu tiritonas de la impresión, el que parecía el mandamás, que me paeci que le llamaban “Adivinu”, diju:

-Darlis unas castañas de chocolati a estus chavalis, a ver si dejan de temblar los pobrecinus.

No las habemus pasau peol en toa nuestra vida. Los maquis pasaron la nochi en la casa y cenarun con nosotrus el cardu de patatas.

(Fuente oral: V. P. Piornal)




Disponían los maquis de colaboradores, que les suministraban la comida. Se trataba, -por lo general, de gente que vivía solitaria en el campo, de pastores aislados en sus majadales. Más que por afinidad ideológica, la colaboración era interesada, dado que los maquis pagaban muy bien los servicios prestados, si bien otros se vieron forzados a cooperar con ellos. Los maquis mostraban una gran movilidad , que despistaba a los civiles y somatenistas. Iban de los Rebellones o los San Jorge a la Solisa de Jerte, del Hornillo de Tornavacas a los Prados de la Médica, de Cabezuela. Se daban situaciones sorprendentes, en que la guardia civil estaba en una misma casilla, calentándose a la lumbre y preguntando al amo sobre los maquis, y éstos se encontraban refugiados en la planta superior, en el zarzo donde se secaban las castañas. Una vez contemplaron desde un zarzo a un grupo de mujeres desnudas. La anécdota es jocosa y sucedió en Navaconcejo.

Los maquis las vieron peloteras. "En esta parte de la Solana, en un sitio que llaman las Gallegas, había un grupo de mujeres cogiendo castañas. Al acabar, se metieron en la casa, que era un sequero, y como estaban empapaítas de la humedá esa tan pegajosa que sale en el otoño, encendieron una buena chasca. Se quearon peloteras, pa secar mejor la ropa. Mientras recogían las castañas habían estao mentado a los maquis, que solían andar por esta parte.
Salta una:
- Anda, que como llegaran ahora los maquis ;y nos cogieran a todas, velaquí, desnuítas como estamos, menúa nos iba a estar.

Y resulta que los maquis estaban en el zarzo de arriba, oyéndolas y viéndolas peloteras. Y ellas sin saberlo. No bajaron por no armarla, como había hombres trabajando con ellas, que estaban fuera de la casilla. Además, estaba con ellos uno que los suministraba y terció enseguía: - A esas ni tocarlas, que son mis primas...".

(Fuente oral: C. G. Navaconcejo)

Pero los episodios trágicos son los que abundan más en la vida azarosa de estos gue¬rrilleros. Los encuentros con las patrullas móviles de la guardia civil, apoyados por los miembros de los somatenes locales, se producían en los sitios más inesperados. Varios maquis murieron en la comarca. Hablan de un valiente maqui de Cabrero, que murió en los cotos de Navacebrera, tierra cercana a Plasencia. Las delaciones acarrearon gra¬ves consecuencias, como la del maqui 'Adivino', que denunció a sus correligionarios y a sus colaboradores. También se habla de extorsiones y secuestros por parte de los maquis del Valle, a una de cuyas partidas se achaca el haber dado muerte al alcalde de una aldea abulense, de Gil García.

Pero el suceso más funesto ocurrió en un pueblo de la Trassierra, Jarilla, donde los
'maquis', dirigidos por el comunista Fabián mataron a tres vecinos el 6 de noviembre
de 1946. El luctuoso hecho ha marcado la opinión de los informantes de esta localidad:

Llegaron al atardecer. "De los maquis esos es mejor no hablar. Menúa nos prepararon en este pueblo. Pos resulta que un día de otoño estábamos tan tranquilos, cuando al atardecer, ya pardeaba creo, empezaron a llegar unos pocos con armas. Cuando se hizo de noche ya eran cerca de veinte los que habían tomao el pueblo. Buena mos la armaron. Se metieron en las casas y cogieron to lo que quison, pero sobre tó, comida y dinero. Y sacaron a dos o tres vecinos y los afusilaron aquí mismo. Pa que vea usté, los tíos criminales...".

(Fuente oral: L. R. Jarilla)


FUENTE: Fernando Flores del Manzano. Mitos y leyendas de tradición oral en la Alta Extremadura. Editora Regional de Extremadura.