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Isaac Abravanel, judío de Segura

Isaac Abarbanel nació en Lisboa en 1437, de distinguida familia judía hispano portuguesa; se educó en el ambiente cultural renacentista, y actuó como financiero de la nobleza portuguesa. Acusado de haber formado parte de la conjura de los nobles contra el rey Juan II de Portugal, tuvo que huir en 1483 refugiándose en Segura de León, donde empezó una extensa obra literaria en hebreo dedicada a comentar la Biblia que le llevó 20 años. Como financiero formó parte de la corte de los Reyes Católicos, a los que intentó convencer de que revocasen el Edicto de Expulsión de 1492, mientras que Isabel la Católica le pedía que se convirtiese al cristianismo. Como los Reyes Católicos le debían cuantiosos préstamos, le permitieron sacar una gran cantidad de dinero el 31 de Mayo de 1492 cuando salió para Nápoles, luego Mesina y Corfú, y finalmente, en 1503, Venecia, donde muere en 1508.

En sus obras en hebreo recuerda su estancia en Extremadura y las relaciones con los Reyes Católicos.

La familia Abrabanel (conocida también como Abarbanel, Abravanel, Abravaniel y Brauanel) está documentada desde el siglo XIII en Sevilla, durante el XV en Lisboa y a partir de 1492 se dispersó por Italia, el Imperio Turco y Norte de África; en los siglos XVI y XVII están en Venecia, Ferrara,, Ámsterdam, Londres, Polonia, sur de Rusia y América.

Del primero del que tenemos noticias es Judah Abrabanel de Córdoba, tesorero y recaudador de Sancho IV y Fernando IV de Castilla; su descendiente Samuel Abrabanel fue tesorero real de Andalucía en 1388 y poco antes de las persecuciones de 1391 se convirtió al cristianismo en Sevilla y tomó el nombre de Juan Sánchez de Sevilla. Poco después de 1397 se marchó a Portugal y allí volvió al judaísmo retomando su familia el apellido Abrabanel. El rey de Portugal Juan I acogía a falsos conversos de Castilla porque traían riquezas y energía económica al reino y Samuel aprovechó esa oportunidad. Judah Abrabanel, hijo de Samuel, sirvió de financiero del infante D. Fernando de Portugal y del Duque de Braganza.

Isaac Abrabanel, uno de los hijos de Judah, nació en Lisboa en 1437; creció en un ambiente de riquezas y recibió una excelente educación renacentista, consistente en estudio del latín y de los escritores clásicos romanos, además de los Padres de la Iglesia y de los escolásticos medievales. Aprendió castellano y también hebreo, lengua en la que escribirá todas sus obras, de modo que era fluente en portugués, castellano, latín y hebreo. Su primera obra, Las Formas de los Elementos la escribió a los 20 años (1457) impregnada de espíritu aristotélico, no religioso, pues por entonces estaba interesado sobre todo en la filosofía. Sin embargo, acabó volviéndose fervoroso judío con tendencias místicas. Como era costumbre, se casó muy joven y tuvo dos hijas y un hijo, Judah Abrabanel, médico en el Nápoles del Gran Capitán y que se haría famoso como escritor platónico con el nombre de León Hebreo, autor de los Diálogos de Amor, que fueron pronto traducidos a las lenguas de la Europa renacentista.

Isaac tuvo que dejar sus aficiones literarias y ocuparse de los negocios, por la vejez de su padre.

(...)

Entre 1472 y 1475 entra a formar parte de la corte del rey Alfonso V de Portugal. Cuando muere Alfonso V y le sucede en el trono portugués Juan II (1481-1495), la tirantez entre la nobleza y el rey desemboca en un conjura de los nobles contra el rey que salpica a Isaac Abrabanel, quien en 1482/1483 tiene que huir de Portugal acusado de participar en la conjura de los nobles, dirigida por el Duque de Braganza y el Conde de Viseu.

La huida de Portugal se debe a la situación política que se había ido produciendo en Portugal muchos años antes de nacer el propio Isaac. Desde los tiempos de Juan I se había ido formando un intenso ambiente antijudío entre el pueblo, la clase media y el clero, atemperado por la protección que el rey y los nobles concedían a los judíos. Los reyes, sin embargo, tenían a veces que ceder para apoyarse en el pueblo frente a la actitud levantisca de la nobleza, especialmente Don Duarte (1433-1438), sucesor de Juan I, y el infante Don Pedro, nombrado regente durante la minoridad de Alfonso V. Ya rey, Alfonso V tiene que enfrentarse en 1449 a la revuelta antijudía de Lisboa, que reprime severamente. El Conde de Barcelos, bastardo de Juan I, a quien el Regente Pedro había nombrado Duque de Braganza en 1442 encabezaba a la nobleza enfrentada al rey, pero luego supo atraerse la confianza de Alfonso V. Tuvo a su servicio a Don Judah, el padre de Isaac, continuando así la vinculación de la familia Abrabanel con la nobleza portuguesa. Es natural, por tanto, que cuando los nobles se amotinan contra el nuevo rey Juan II, Isaac fuera sospechoso de darles apoyo. Don Isaac Abrabanel siempre mantuvo que él era inocente.


Estancia en Extremadura.

Isaac Abrabanel buscó refugio ... en un lugar próximo a la frontera, pudiendo reunir a su familia y parte de su riqueza. El sitio elegido fue Segura de la Orden [de los Templarios], llamado después Segura de León, por haber pasado a la Orden de Santiago de la Encomienda Mayor de León; en el siglo XVI entra en la provincia de la Orden de Santiago de León, pues Extremadura estaba dividida en dos provincias, la de Trujillo y la de la Orden de Santiago de León. Francisco Cantera rectifica algunas afirmaciones de Netanyahu, mostrando que Segura tenía una importante población judía ya en 1474, acrecentada con las expulsiones de Andalucía en 1483, hasta el punto que en 1485 pasó de pagar 200 castellanos de impuesto de guerra a 260. Isaac entraría en la actual provincia de Badajoz por el Alemtejo. En 1484 su sobrino y yerno José Abrabanel se asentó en Plasencia.

Refugiado en Segura, decidió dedicarse a la devoción y a escribir en hebreo un Comentario a los Profetas, que en el canon hebreo comprende también a los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes (Profetas Primeros), considerados en el canon cristiano como "históricos". Cuando ya había terminado el comentario a los tres primeros y estaba terminando el cuarto (Reyes), fue llamado al servicio de los Reyes Católicos. Netanyahu cree que no estuvo siempre en Segura, sino que también visitó Plasencia para tratar con la comunidad judía de allí, más numerosa e importante que la de Segura. Desde Extremadura escribió al rey de Portugal abogando por su inocencia, hecho que recoge en su Comentario a Josué: "desde el lugar donde me escondí, en el día de los hechos".

(...)

En 1492 intentó junto con otros judíos influyentes que se revocase el Edicto de Expulsión...

...Se supone que la reina Isabel abrigaba la secreta esperanza de que se hiciera cristiano, pero Isaac decidió seguir siendo judío y marcharse. Los Reyes, que le debían grandes cantidades, le concedieron el privilegio (31 Mayo 1492) de que sacara consigo mil ducados de oro, más otras piezas de oro y plata. No se está seguro si salió el 31 de Julio o en los primeros días de Agosto. Parte de su familia estaba en Plasencia, y se reuniría con él en Valencia para embarcar.

Yosef ha Kohen en el Valle del Llanto dice que estaban preparados 60 barcos que salieron el 3 de Agosto del litoral de Cartagena. Isaac se embarcó en Valencia para Nápoles, donde encontró favorable acogida.

(...)

....... Y en oyendo estas palabras, para salvarse de la muerte salió solo en medio de la noche y las tinieblas, y levantó su pie día y noche sin descansar hasta que en la entrada de la segunda noche llegó a la frontera del reino de Castilla, en el país de residencia de sus tatarabuelos, y también porque amaneciendo la luz, los correos jinetes de corceles salieron volando con las órdenes del rey diciendo que lo cogieran vivo o muerto. Dios iluminó su camino y no supieron su lugar. Y vio el rey Don Juan que no lo podía tener y requisó todo lo que tenía [Isaac] de bienes muebles e inmuebles, tesoros de reyes, plata y oro, hasta que no le quedó resto.

Allí [en Segura] plantó su tienda, en el reino de Castilla, y como el sueño del que "pasea por el Edén al viento de la mañana", tomó residencia para vivir. Y dio de comer a hombres sabios, conocedores de los haberim [talmudistas] atentos a su voz. Y sembró Isaac en aquella tierra, como los estudiosos, el estudio acerca de los libros de Dios. Y compuso aquel año el Comentario de los tres libros de los Profetas Posteriores; el Comentario del libro de Josué fue hecho desde los diez días del mes de Hesvan al 26 de él; el Comentario del libro de Jueces, desde el día primero del mes de Kislew hasta el 25 de él; el Comentario del libro de Samuel desde el día primero del mes de Tabet hasta el 13 de Adar, día del Ayuno de Ester, todos ellos en el año 245 del cómputo [judío, es decir,1485] ..... Y cuando se había puesto a comenzar el Comentario del libro de Reyes fue llamado para ir a la corte privada, ante Don Fernando, rey de Sefarad, y Dios le concedió su gracia a los ojos del rey y de la reina y de los príncipes que estaban con él; lo tomó a su servicio y así estuvo ocupado ocho años, hasta el año de "de fuera Israel nos reunirá", pues [Isaac] tenía cincuenta y cincoaños, es el año del Edicto, de la Expulsión. Y hubo gran espanto [entre los judíos]: la angustia en renegados y religiosos se dio, pues en tres meses no quedaría capítulo [de la Biblia] en ninguna de las ciudades de su reino, ningún hombre con nombre de Israel quedaría, sino inclinaban sus cabezas a las putas aguas [del bautismo] y se quedaban en el país y lo negociaban. Y todo esto lo hizo [el rey] para ofrecer sacrificio de gracias a su Dios porque había puesto en su mano el reino de Granada. Y también porque este santo autor [Isaac] buscó el bien de su pueblo y se postró ante él [ante el rey] para conseguir su gracia, diciendo: la salvación del rey no es conveniente si con el Edicto la verdad de los decretos [que firma] fuera mentira y la mentira permaneciera en su diestra para acusarlo que no comenzó su camino. Y oyó el pueblo [judío] esta cosa mala y se lamentaban y decían cada uno a su hermano: cantemos [oraciones] primero y marchemos en nombre de Yahweh nuestro Dios. Y marcharon, sin fuerza, trescientos mil pies, como la mitad de los que salieron de Egipto, y se encontraron con muchos males y angustias; y con ellos hizo Dios juicios a todos sus malos juicios, hasta quequedaron poco de muchos. Y él [Isaac, marchó] en medio del Destierro camino del barco, "en el corazón del mar", fue con toda su casa a la celebrada ciudad de Nápoles el año en que los habitantes estaban bajo el gobierno del rey Ferrando, rey justo, piadoso y clemente. Le hizo venir el rey a sus aposentos y encontró gracia y buen juicio a sus ojos y lo recibió en el número de [los que son mirados con] buena cara..."


En 1508 muere en Venecia, pero fue enterrado en Padua. Durante la segunda invasión francesa de 1509 el cementerio de Padua fue destruido, de modo que se desconoce donde estuvo el lugar de su tumba.

FUENTE: Fernando Díaz Esteban.2004.
Coloquios Históricos de Extremadura

Pedro Vallina, ángel transiberiano

La mano de Pedro Vallina olía a estoraque y almizcle, como ese aire atrapado en las antiguas boticas. Apenas podía tomar la pluma, pero estaba arrebatado por una obsesión:-escribir sus memorias. En las páginas, que llena de historias sorprendentes, retrata un mundo perdido, una utopía, un sueño. La letra apenas se entiende, un garabato como el rastro titubeante de una araña de esas que se esconden en los desvanes.

No hace mucho que un grupo de amigos, al verlo depresivo y sin ánimo, le ha sugerido un proyecto:-recordar, contar quién fue y la España por la que luchó. El viejo médico anarquista, que ya ha perdido a su inseparable compañera Josefina Colbach, está abatido, enfermo y sufre de insomnio. A veces, se levanta por la noche y pasea por la casa diciendo:-«Aquí no se puede hacer nada». Triste sino del exiliado.

Parece que Vallina acaba de enterrar todos sus sueños. Ha abandonado la clínica médico-quirúrgica de Loma Bonita, en el estado mexicano de Oaxaca. Ahora vive en Veracruz, que será para él, la ciudad de la muerte y de la memoria.

Las memorias de Vallina resultan ilegibles, así que su nieta Xóchitl se ocupa de mecanografiarlas. Vallina dicta, vive sumergido en el pasado:-su infancia en Guadalcanal, sus primeros contactos con los ambientes libertarios en Sevilla, las conspiraciones en Madrid, el destierro en París, en Londres y en la llamada Siberia extremeña, la Guerra Civil y el exilio definitivo, primero en Santo Domingo y después en México.

La editorial Tierra y Libertad publicó Mis Memorias en 1969 en Venezuela y en México en 1971, un año después de su muerte. Sin embargo, como tantos libros del exilio no volvió a publicarse, así que las memorias llegaban a España en fotocopias que circularon durante algún tiempo hasta que, de tanto reproducirse, se volvieron ilegibles.

Esa es la razón de que desde la CGT se impulsara la reedición de este valioso documento sobre la vida del héroe libertario. Decenas de personas participaron en un maratón mecanográfico para reescribir el texto, al mismo tiempo que se organizaba un homenaje y la visita de su familia: su hijo Harmodio y su compañera Sara junto a su nieta Xóchitl, que viven en México. Así, Mis Memorias se pudo leer en España gracias a la edición del Centro Andaluz del Libro y Libre Pensamiento en el año 2000.

Los recuerdos del médico anarquista que había revolucionado la España de comienzos del siglo XX regresaban con aquella epopeya mítica de sus luchas por la libertad y los derechos de campesinos y obreros, además de su revolucionario ejercicio de la profesión de médico sin cobrar a los más necesitados.

Las memorias se detienen en el momento en el que abandona España tras la guerra. Apenas menciona su labor de médico en el exilio. La dirigente anarquista Federica Montseny escribió poco después de morir Vallina: «¿Quién narrará los últimos años del doctor Vallina en México? ¿Lo que fue su existencia, perdida entre montañas, viejecito ya, desplazándose penosamente a través de la selva, protegido de lejos por los pobres campesinos que, después de muchas reservas y recelos, lo adoptaron de tal forma que hubiesen dado la vida por él?».

Este tomo por escribir es el que hay que recomponer a partir de las semblanzas, el correo, los artículos sobre su figura o la memoria oral de quienes lo conocieron en esta etapa.

El hombre que se había convertido en una leyenda del anarquismo, que había participado en los intentos de asesinar a Alfonso XIII en París y en Madrid, que había sido compañero de líderes libertarios abandonaba España siguiendo la cola de fugitivos que intentaba alcanzar Francia.

En las memorias, aporta algunos datos sobre este éxodo. «No muy lejos del puerto de Rosas encontré un hospital militar que desocupaban los enfermos;-me impresionó profundamente contemplar a varios ciegos que cogidos de la mano preguntaban cuál era el camino de Francia».

Cerca de los Pirineos pasa su última noche española. Antes de partir, entrega a la madre de un soldado que conocía varios libros de medicina que llevaba. Y apunta:-«Por si pudiera algún día volver a recogerlos».

Esta frase, escrita tantos años después en su exilio mexicano, está cargada de pesadumbre. Habría que imaginar a un Vallina envejecido, casi vencido, que recuerda el paradero de sus libros de medicina en los que había anotado algunos casos sobre la viruela, la tifoidea, la escrofulosis o las tisis venéreas. A veces, su memoria se convierte en un albarelo que guardara los malos humores y las fiebres malignas de todos los que sanó.

Vallina sigue el terrible camino del destierro. El chalequillo le huele a polvo de quina aluminoso y jarabe de adormidera con el que quisiera olvidar el verdadero olor que lleva en la ropa y en el alma: el hedor abstracto de la muerte.

En Perpiñán, el médico es obligado por las autoridades francesas a entregar el fusil e ingresa en un refugio-prisión. Allí ejerce de médico en una barraca de curaciones. Luego, pasará al campo de internamiento de Argelès hasta poder refugiarse en un sanatorio antituberculoso, un panorama desolador que él conoce muy bien. Es entonces cuando recuerda sus experiencias en el sanatorio antituberculoso que creó en Cantillana, todo ese mundo que dejó atrás y que ahora parece tan lejano.

Camino de América

Finalmente, Vallina abandona Francia y se embarca en el vapor La Salle rumbo a Santo Domingo. En la colonia de Dajabón abre una clínica para sanar a los nativos que padecen el paludismo y la tuberculosis.

Poco después se establece en México. Primero vive con su familia en la calle de Bolívar y luego se traslada a Loma Bonita en Oaxaca donde permanecerá cerca de treinta años curando a los indios y campesinos mexicanos en el Consultorio Médico Quirúrgico Ricardo Flores Magón.

En una de las cartas de sus últimos años, en concreto en una enviada a Renée Lamberet, profesora de Historia en París, describe su trabajo:-«Te remito tres fotografías de indios de esta selva. La muchacha que levanta el brazo izquierdo, lo tiene enfermo de gangrena y hay que amputarlo. (…) El calor aquí es espantoso por este tiempo, y la disentería, el paludismo, etc hacen grandes estragos, pero el peor enemigo es el alcohol. Los asesinatos son muy frecuentes».

En sus últimos años, ya en Veracruz, Vallina se volcará en su libro de memorias. En octubre de 1968 recibe los primeros ejemplares, que se venden muy bien. El dinero conseguido, que podría haber servido para aliviar su situación económica, se empleará desgraciadamente en los gastos del entierro. Fue un entierro modesto, apenas diez personas lo acompañaron. La tumba en el cementerio de Veracruz quedó cubierta por claveles rojos y gladiolos que colocaron sus nietas.

APOYO: RECUERDOS SIN NOSTALGIA DE UN PUEBLO ANDALUZ

«Mi nombre es Pedro Vallina Martínez, y nací en Guadalcanal, provincia de Sevilla, el 29 de junio de 1879. Mi padre era asturiano y de muchacho marchó a pie a Sevilla, con otros de su edad, en busca de ocupación». Así comienzan las memorias de Vallina, uno de los libros más singulares sobre aquellos personajes de la leyenda libertaria.

Vallina moría en el exilio mexicano en febrero de 1970 y, aparentemente, sólo restaba que se cumpliera el macabro rito del olvido, ese sudario definitivo que cubre la memoria de los desterrados. Pero, algunos años más tarde, a pesar del silencio y el interés por el olvido, en Sevilla –la ciudad que apenas recordaba su leyenda maldita– un grupo de personas se interesaba por rescatar la leyenda del llamado «tigre libertario», ese hombre que definían como una mezcla «entre Bakunin y San Francisco de Asís».

Pero no se trataba sólo de la reedición de sus memorias. Un escritor sevillano, a su modo también un lúcido ácrata, se atrevía a novelar la vida de Pedro Vallina. Era Vicente Tortajada, quien en Flor de cananas (Renacimiento, 1999) rescataba la curiosa existencia del médico libertario. En este pasaje narra cómo era la casa de Vallina en la calle Bustos Tavera, en el corazón de Sevilla la Roja:-«Había una alacena cuyo fondo camuflaba una puerta, y una escalerita que iba al ‘Cuarto de las conspiraciones’, salón subterráneo y bien amplio adonde se colaba el anarquismo cabal del barrio: desde San Marcos al Pumarejo y San Julián, de los Terceros a la cúpula blanca y azul de San Luis de los Franceses y al arco bellísimo y populachero de Bab-Al-Macaraná».

Pero, más allá de este atractivo ejercicio de ficción, las memorias de Pedro Vallina son el mejor documento para conocer a este personaje. Especialmente estremecedor es el capítulo dedicado a su pueblo natal, Guadalcanal, y cómo el niño Vallina se da cuenta de las injusticias y decide convertirse en anarquista. El relato evocador nada tiene que ver con el habitual tono de nostalgia de los libros de memorias del exilio:-«El personal en su mayoría valía poco y no aspiraba a otra cosa que a vegetar. La propiedad de la tierra estaba en las manos de unos pocos, los más malos y brutos del lugar. Los ricos holgazanes pasaban el día en el casino, hablando de tonterías;-los artesanos, las noches en las tabernas. (…) Las mujeres de los ricos hablaban como cotorras, se visitaban entre ellas, y organizaban fiestas religiosas, bailes y corridas de toros».

EVA DÍAZ PÉREZ

PUBLICADO EN EL MUNDO EL 23 DE ABRIL DE 2007


FUENTE
memorialibertaria.com


La República corsaria de Rabat-Salé

Francisco Sánchez Ruano // Album Letras

La España del siglo XVII decidió terminar definitivamente con el secular problema de los musulmanes hispanos..., pues ciertamente tras nueve siglos de estancia en España parece difícil no considerar a los moriscos como españoles (sobre todo si recordamos que muchos de ellos ya no sabían el árabe, que la mayoría hablaba el castellano y que algunos eran más cristianos que musulmanes). Pese a que los moriscos estaban oficialmente convertidos al cristianismo -pues los reyes españoles violaron a lo largo del siglo XVI las Capitulaciones de Santa Fe, de noviembre de 1491, que estipulaban que los mudéjares podían conservar la religión musulmana-, la política timorata de la Corte de Felipe III decidió la expulsión de más de trescientos mil moriscos, excelentes agricultores la mayoría, sobre todo en Levante, donde su expulsión fue una auténtica catástrofe. Se argumentaron razones de política exterior como el temor a una hipotética invasión turca o francesa en la que los moriscos actuaran como quinta columna, y también influyó la intransigencia eclesiástica de la época -la Iglesia había concluido en la imposibilidad de asimilarlos.

Los hornacheros
El pueblo de Hornachos, a unos 50 kilómetros de Mérida, tenía fama en la Corte de Madrid, de estar poblado por moriscos fanáticos musulmanes que además acuñaban moneda falsa y salteaban los caminos. Los hornacheros habían comprado a Felipe II el derecho a portar armas, y como algunos de ellos eran arrieros, estaban bien informados; de ahí que se dijera que, en 1610, cuando les alcanzó el decreto de expulsión, se habían logrado llevar a Marruecos sus riquezas, que al parecer no eran pocas.

Aproximadamente tres mil hornacheros pasaron a Tetuán (ciudad que, por cierto, fue reconstruida por granadinos a fines del siglo XV, pues había sido destruida por Enrique III de Castilla y también de Portugal, hacia el 1400), en donde estuvieron breve tiempo, pues el Sultán Mulay Zidan decidió enviarles a la desembocadura del río Bu Regreg que, en el Atlántico, separaba la ciudad de Salé (importante puerto con los Benimerines) de "Ribat el Fath" (o Campamento de la Victoria, creado por el Sultán almohade Yakub al Mansur, en 1196, para celebrar su victoria de Alarcos contra el Rey de Castilla).

Tras la muerte del almohade, la ciudad, que contaba con una hermosa muralla y una gran mezquita -la Torre de Hassan-, fue decayendo y los benimerines la abandonaron en beneficio de Salé, en la orilla derecha del Bu Regreg que por cierto sufrió el ataque de la flota de Alfonso X El Sabio, en 1620. Es por lo que los hornacheros se encontraron con la ciudad de Salé, cuyo ambiente piadoso no les satisfizo y que además estaba dirigida por el morabito (santón) Sidi El Ayachi, adalid de la "Yihad", -guerra santa contra los españoles que ocupaban casi todo el literal atlántico marroquí-, por lo que pasaron a habitar la antigua "kasbah" (la ciudad fortificada, alcazaba, alcázar, fortaleza o castillo), semiderruida y en la margen izquierda del río.

El Sultán saadí les permitió que la fortificaran (había un Caíd o Jefe militar al mando de una guarnición mínima de unos 25 soldados), pues la etapa final de la decadente dinastía saadí se caracterizó por las luchas entre el Sultán de Marrakech, su sobrino Abdalá Ben Mamun -Señor de Fez- El Ayachi y los bereberes de Dilá, etc... Los hornaceros demostraron sus dotes de gente emprendedora y se aprovecharon al máximo de tales circunstancias, pues repararon la "kasbah", construyendo casas y baños, refortificaron la vieja muralla almohade, abriendo unos boquetes para los cañones (el Sultán les dio unos mosquetes y unos pocos cañones) y como tenían dinero pero, sobre todo, gran odio a la España cristiana que les arrojó de sus hogares, se convirtieron en armadores de una flota corsaria que en poco tiempo se constituyó en una auténtica pesadilla no sólo para los barcos españoles sino para los franceses, ingleses, holandeses, etc...

La gran personalidad de los hornacheros, junto a sus riquezas, les permitió concebir un plan para tener junto a ellos personas de su confianza, pues se sentían superiores a los marroquíes y pretendían independizarse del Sultán. Es por ello que decidieron localizar a los demás moriscos que vivían en Marruecos a quienes pagaron el viaje al Bu Regreg. En poco tiempo unos seis o siete mil moriscos de Sevilla, Cádiz, Llerena, Sanlúcar de Barrameda, Ronda, Córdoba, Granada, Málaga, Denia, Valencia, etc..., llegaron hasta el estuario del río. Pero los hornacheros no les permitieron convivir con ellos en la Alcazaba sino que les dejaron construir sus viviendas en los barrios de la actual Medina de Rabat (de ahí que la Medina sea una auténtica construcción morisca y principalmente andaluza).

Construcción de Rabat y la muralla andaluza
Desde entonces cabe decir que existieron en Rabat tres agrupaciones bien definidas: Salé (que se la denominó la Vieja para diferenciarla de la Medina), el Alcázar o Castillo y la Medina o Salé el Nuevo (actualmente Rabat pues este topónimo data del siglo XVIII cuando el Sultán alauí Mulay Ismail la llamó así).

El plan de los hornacheros para independizarse del débil Sultán iba a ser llevado a cabo paulatinamente a medida que sé modificaban las relaciones de fuerza.

El Alcázar estaba protegido por el mar, por el río Bu Regreg (probablemente a lo largo del río, en algunos sitios, los moriscos elevaron una muralla en donde había más peligro), y al oeste por la muralla almohade. Encima de dos de sus puertas, la de Bab el Alu y Bab el Had, estaban los parapetos por donde salían las bocas de los cañones, por lo cual sólo el sur quedaba desguarnecido. Es allí donde se edificó la denominada "muralla de los Andaluces" que partiendo de la puerta de Bab el Had se alarga al oeste y llega al "borj" (Bastión) llamado Sidi Makhluf en honor de un morabito que fue patrón del río y los barqueros, al parecer un judío convertido al Islam y al que los musulmanes atribuyen milagros.

La muralla morisca es de calidad bastante inferior al muro almohade pues mientras éste se construyó en hormigón, el de los moriscos tiene hormigón en algunos de sus tramos pero frecuentemente sólo ladrillos, o piedras, etc.., pero combinándose estos elementos con una fantasía increíble. Los moriscos tuvieron que hacerla muy deprisa, ya que tenían muchos enemigos. Quedan unas 25 torres oblongas y hubo más antes del establecimiento del "protectorado" francés, en 1912; el "borj" Sidi Makhluf es una gruesa torre que da al acantilado sobre el Bu Regreg.

No es de extrañar que no queden monumentos de la época morisca, pues sólo permaneció medio siglo como "República" corsaria, obviamente mucho menos tiempo que los almohades. En lo relativo a la Medina, ésta presenta un plano de una regularidad ignorada en las antiguas ciudades arabo-musulmanas lo que es debido exclusivamente a la influencia morisca. La Alcazaba fue totalmente reconstruida por hornacheros y moriscos, coincidiendo todos los documentos europeos en que estaba muy bien fortificada.

La influencia de los moriscos se ve tanto en la arquitectura como en el mobiliario. Por ejemplo, la mayor parte de las puertas de las casas de Rabat se adornan con motivos traídos de España como son arcos rebajados o en medio punto, de piedra esculpida, reproduciendo tipos del Renacimiento español. En las variedades más ricas, el arco posee un encuadramiento rectangular realzado hecho con un falso dintel, con soporte de columnatas'.

La República Hornachera
El "muezzzin" (almuédano), me despierta con su llamada a la oración y empuja mi imaginación a ver como los hornacheros van organizando el corso, con una primera ayuda del Sultán Mulay Zidan que, desde 1616, les suministró armas, pertrechos, municiones, etc.. También recibieron ayuda del morabito Sidi El Ayachi quién, dominando Salé y buena parte del norte marroquí, era el verdadero jefe de la "Yihad" o guerra santa contra las posesiones españolas en la costa atlántica. Si tenemos en cuenta que los holandeses ofrecían a los corsarios moriscos armas, municiones, utillaje para los barcos y —lo que es más importante— técnicos que calafateaban los barcos corsarios en, los astilleros, se comprende mejor el conflicto que iba a ensombrecer durante muchos lustros el tráfico marítimo de las potencias navales europeas. El odio a los españoles cristianos no fue obstáculo para que los corsarios de Salé pronto extendieran sus actividades a los barcos franceses, ingleses e incluso holandeses. El cúmulo de factores fue tal que haría las delicias de los más ávidos espectadores de películas de piratas o lectores de novelas de corsarios.,..

A medida que el corso fue en auge, todo tipo de aventureros y renegados europeos, así como judíos y comerciantes cristianos que buscaban su beneficio en el comercio con los corsarios —comprando a muy bajo precio las mercaderías capturadas en el mar y revendiéndolas luego en Europa a cuatro o cinco veces el precio que habían pagado-, llegaron a Salé; sobre todo tras la captura por España de La Mamora (hoy Mehedia). Es realmente a partir de esta fecha, 1614, cuando comenzó el auge de los corsarios.

El Sultán pudo nombrar, en 1624, como "Almirante; de Salé", a un renegado holandés, Jan Jans-sen, que se convirtió al Islam, casándose con una marroquí (aunque estaba casado en los Países Bajos, y con hijos), y que adoptó el nombre de Morat Rais, con el cual pasó a la historia. Rais en árabe significa "capitán" y por extensión "jefe". El era el único no hornachero en participar en las sesiones del "Diwan" (Cabildo), con voz y voto, en tanto que técnico o responsable de la flota corsaria. Los hornacheros estaban organizados en una especie de Consejo de Estado o República, según el modelo del Cabildo español, compuesto por catorce miembros de las familias más ricas y poderosas. El modelo sería el de las ciudades estado italianas de entonces: Venecia, Genova, Livorno, etc...


En 1626, los hornacheros ya habían conseguido que el Sultán echara al Caíd que mandaba el retén de soldados de la Alcazaba, y en 1627, aprovechando la muerte de Mulay Zidan y la decadencia de la dinastía saadí, expulsaron o mataron al nuevo Caíd, Adyib, y se negaron a pagar ningún tributo al "Makhzen". Hasta entonces, los hornacheros, como armadores de la flota corsaria, se quedaban con la mitad de los beneficios -presas marítimas, rentas de aduanas, etc..- mientras que la otra mitad se destinaba al pago de tripulaciones, armas, fortificaciones, etc.., restando un diez por ciento para el Sultán como tributo. Pero a partir de 1627, los hornacheros, apoyados en los otros moriscos, constituyen una "República" gobernada por el "Diwan" o Cabildo, cuyos miembros elegían cada mes de Mayo a un Gobernador o Capitán General de la "Fortaleza" o Castillo. (Toda su documentación se realizaba en el español de la época).

El primer gobernador fue el hornachero Abd-el-Kader Cerón. El incremento del corso se notó a la vez que el país más perjudicado en ese momento, Francia, decidió intervenir, enviando el Cardenal Richelieu nueve barcos mandados por I. de Razilly.

El 20 de Julio de 1629, la flota de Razilly llegó ante la Fortaleza, comenzando el cañoneo que fue respondido por los setenta cañones del Castillo. Si los hornacheros resistieron bien el asedio, tras los inexpugnables muros construidos por los almohades, los moriscos lo sufrieron más duramente. Es por lo que ya a fin de Septiembre se produjo un violento tiroteo y cañoneo de los hornacheros contra los moriscos 'de la Medina que pretendían traspasar la plaza de la Higuera y protegerse en el Castillo. El Ayachi apoyó indirectamente a los moriscos, pues quería apoderarse del Castillo, y esta circunstancia obligó a Cerón, como Gobernador, a firmar una tregua con Razilly en el mes de Octubre, por la que liberaba a los cautivos franceses a razón de 265 libras por cautivo. Esta tregua fue ampliada a dos años más, en 1630.

El excesivo egoísmo de los hornacheros, al permitir a los moriscos que vivieran del cultivo de los campos anejos y del comercio agrícola, pero sin darles parte en los beneficios que reportaba el corso ni permitírseles la entrada en el Castillo, fue una de las principales causas de la pérdida de su hegemonía en beneficio de los propios moriscos y en definitiva de la pérdida de la única "República" de la época del mundo afro-árabe y del hundimiento de este único experimento morisco en el mundo árabe. En 1630 los moriscos consiguieron cercar a los hornacheros. El Ayachi apoyó en esta ocasión a los sitiados hornacheros por creerlos más musulmanes que a los demás moriscos —a quienes denominaba los "Cristianos de Castilla"- de los que temía que pudiesen llegar a dominar la fortaleza. Cogidos ahora por la espalda, los moriscos aceptaron la mediación de un morabito de Chella -ruinas romanas en las afueras de Rabat-, que consiguió un acuerdo entre ambos bandos por el cual los moriscos pasaron a formar parte del Cabildo a partes iguales con los hornacheros y participarían de las rentas de aduanas y presas marítimas.

De momento había paz entre todos los moriscos pero esto no era del agrado de El Ayachi. En efecto, el líder de la "Yihad" no vio con buenos ojos un acuerdo que le apartaba de los beneficios del corso y aduanas, además de que no veía un espíritu combativo contra los españoles de los cercanos puertos de La Mamora y Larache (que además ocupaban Arcila, Tánger y Mazagán). Por estas y otras razones propuso al Cabildo que le proporcionara armas y subsidios para combatir al Imperio español. Como hubiera reparos para ello por parte morisca, El Ayachi consiguió de los ulemas (doctores de la Ley musulmana) una "fetua" (decreto religioso) por la cual: "...era lícito luchar contra los andaluces que habían perjudicado a Alá y su Profeta".

Consecuencia de ello es que El Ayachi cercó la Medina y el Castillo en Julio de 1631, alegando que deseaba restablecer la autoridad del nuevo Sultán, quién, a su vez, recibió protestas de fidelidad de los moriscos que denunciaban a El Ayachi por su ambición de poder. El Sultán El-Ualid, hijo de española, vio así la oportunidad de asentar su poder en ambas orillas del Bu-Regreg y El Ayachi tuvo que levantar el sitio en Octubre de 1632.

Hegemonía morisca
Transcurrieron años de paz, con el corso en auge y sin que las flotas europeas pudieran impedirlo.

Mientras tanto hornacheros y moriscos continuaban sus rencillas. En el verano de 1636 los moriscos rompieron el acuerdo firmado cinco años antes y aprovechando la boda de un hornachero y una morisca, el gobernador morisco El Caceri tomó el Castillo desprevenido con un grupo de moriscos armados y encarceló a los principales hornacheros. Muchos de ellos huyeron a Argel y Túnez mientras que otros se ponían bajo la protección de El Ayachi en Salé el Viejo y algunos se quedaban viviendo en la Medina. Comenzaba el período morisco de la "República" corsaria y El Caceri lo inauguró atacando a su rival El Ayachi.

En 1637, el jefe morisco construyó un puente de barcas sobre el Bu-Regreg para terminar con el enemigo jurado de los moriscos. Y mal lo hubiera pasado El Ayachi, con poca artillería frente a la morisca, de no haber sido por la ayuda cristiana... Efectivamente, recurrió a los ingleses y Carlos I envió una flota al mando del almirante Rainsborough (cuyo principal objetivo era liberar a los cautivos ingleses), la cual destruyó a cañonazos el puente de barcas. El inglés cedió algunos cañones a El Ayachi, con sus dotaciones inglesas, que ahora cañonearon a los moriscos a la defensiva. A su vez, Rainsborough levó anclas, en agosto, al conseguir el rescate de los cautivos ingleses.

Sin el bloqueo inglés, el cerco de El Ayachi al Castillo se hizo más soportable, pues España ayudaba a los moriscos de El Caceri con vituallas y municiones. Tras recibir un tiro mortal, el jefe morisco dejó a su hijo como gobernador del Castillo en enero de 1638. Este pidió ayuda al Sultán, que le envió 350 soldados mandados por el renegado francés Morat François. El Ayachi entendió que nada podía hacer por lo que, en abril, llegó a un acuerdo con los moriscos sobre la base de que los hornacheros pudieran retornar a la Medina y recuperar sus hogares con sus bienes, etc... La paz no duró mucho pues los hornacheros, ayudados por mil árabes de El Ayachi, conquistaron la Medina, si bien fracasaron ante la defensa del Castillo por moriscos y soldados del Sultán. El Ayachi dejó a los moriscos sitiados por los hornacheros y se fue a guerrear contra los portugueses de Mazagán.

El bloqueo de los hornacheros, para recuperar "su" Castillo, se reveló ineficaz debido a la ayuda de los barcos españoles y del Sultán. Los moriscos jugaron una nueva carta al pedir la ayuda de la "Zawiya" de Dilá, que era una hermandad de bereberes del alto Muluya.


El protectorado de Dilá
De las tres potencias que se disputaban el poder en Marruecos, el Sultán de la decadente dinastía saadí, El Ayachi como "muhaidin" de la "Yihad" y Mohamed el Hajj, señor beréber de Dilá, iba a ser este último el que se impusiera basándose en su "Zawiya" cuyo poderío religioso-étnico se reveló bastante fuerte. Un primer intento de mediación entre El Ayachi y los moriscos no sirvió por lo cual el Señor de Dilá obligó por la fuerza a los hornacheros a levantar el cerco del Castillo (fin de 1640). Luego se presentó como defensor de los derechos del Sultán (lo que también hacia El Ayachi cuando le convenía), y el choque entre ambos fue inevitable. Los primeros éxitos de El Ayachi fueron anulados por una traición de los árabes khlot que le asesinaron el 30 de abril de 1641. Su cabeza fue paseada en triunfo en medio de los gritos de júbilo de los moriscos por las calles de Salé el Nuevo y su Castillo.

Pero, como España había perdido el imperio ultramarino portugués (la definitiva independencia de Portugal data de Diciembre de 1640), ya no podía interesarse por la plaza de Salé y su Castillo, por lo que el Señor de Dilá animó a los hornacheros a que atacaran a los moriscos en 1644, bloqueando los barcos dilaítas la salida al mar de los moriscos y consiguiendo su rendición. Mohamed el Hajj aprovechó la ocasión que buscaba para echar del Castillo a moriscos y hornacheros y dejar una guarnición beréber. A partir de entonces, su hijo, Sidi Mohamed, sería quien mandara en el Castillo con el título de. "Príncipe de Dilá".

Moriscos y hornacheros continuaron con el corso, que ahora fue más floreciente debido a los largos años de paz que sucedieron, pero todos ellos soportaban mal a los incultos bereberes por lo que se rebelaron contra ellos tras el asesinato del Sultán en 1659.

Gailán y el fin de la "República"
Tras la muerte de El Ayachi, su lugarteniente, el morisco Ahmed el Jadir ibn Gailán al Andalusí, se negó a reconocer la "Zawiya" de Dilá y continuó la lucha en el norte de Marruecos hasta que la muerte del último saadí le animó a intentar la conquista de ambos Salé y el Castillo (lo que el historiador francés De Castries denominó "las tres agrupaciones republicanas del Bu Regreg", afirmando que seguir de cerca todas sus intrigas y contraintrigas era tan difícil que hasta los mejores especialistas se confundían).

En febrero de 1660 los moriscos se juramentaron para sacudirse el yugo de los bereberes (por otra parte relativamente suave si nos atenemos a los beneficios obtenidos por el corso en tal período), y cercan el Castillo. Gailán derrotó, en octubre, al Señor de Dilá, y la suerte del Castillo pareció decidida a no ser por algunos barcos europeos que le aprovisionaron. El príncipe Sidi Abdala, errotado su padre, huyó del Castillo en un buque inglés, en 1661, tras dejar como gobernador a Ahmed Genui.

Este sólo pudo aprovecharse de las disensiones entre los moriscos hasta que Gailán envió a su hermano Sidi Tahar, que llegó a un acuerdo con Genui, en abril de 1664, para repartirse los beneficios a partes iguales entre las "tres repúblicas", situación que Gailán ratificó unos meses después hasta que, en marzo de 1665, decidió expulsar del Castillo a Genui y los soldados bereberes que lo custodiaban desde 1644. Pero poco le duró su gozo pues la nueva estrella ascendente del panorama político marroquí eran los alauitas quienes, desde el Tafilete, fueron derrotando a saadíes, bereberes de Dilá, y al mismo Gailán, en junio de 1666.

Tras su derrota y sin pegar un tiro, el Sultán Mulay er-Rachid (verdadero creador de la dinastía alauita), entró en ambos Salé y el Castillo. El Gobernador del Castillo y Salé el Nuevo, Abd-el-Kader Merino, y el de Salé el Viejo, Mohamed Fennich, -que habían sido destituidos por Gailán en 1665—, fueron restituidos a sus cargos. El corso siguió cada vez con menor autonomía para los moriscos, hasta su definitiva desaparición en 1830 por la acción eficaz de Europa.


Relaciones con España
Si el corso o la piratería (desde 1627 a 1644 los moriscos y hornacheros fueron totalmente independientes en sus beneficios), fue la verdadera actividad de los habitantes de la 'República" del Bu-Regreg, no es menos cierto que tanto unos como otros intentaron acuerdos con el Imperio español para volver al país que los expulsó.

Ya en 1619 el Gobernador Mascarenhas, desde Mazagán, dijo al mismo Felipe III que negociaba con los hornacheros la entrega de la Fortaleza a España. En 1626, Felipe IV autorizó en una cédula a los españoles a comerciar con los moriscos con carácter excepcional. En 1631, los moriscos dan un paso definitivo al proponer al duque de Medina Sidonia, Capitán General del Océano, la entrega de la Fortaleza y la Medina, con sus armas, municiones.y riquezas de los comerciantes judíos y holandeses, a cambio de volver a Hornachos con los privilegios que tenían antes de la expulsión y recuperar a los hijos de corta edad (que estaban con los cristianos), aceptando ser adoctrinados en la cristiandad y comprometiéndose a matar a El Ayachi antes de salir del Bu Regreg. El Consejo de Estado rechazó la propuesta pues el Imperio español era entonces poderoso y le repugnaba tratar con musulmanes. Posteriormente, Felipe IV y su confesor estuvieron de acuerdo, pero el Consejo de Estado siguió rechazando el trato con los moriscos.

En 1637, el duque de Medina Sidonia llegó a un acuerdo con los moriscos para tomar el Castillo enviando 500 soldados desde La Mamora, pero El Caceri lo impidió al volver al Castillo con el apoyo del Sultán. En 1638, el hijo de El Caceri estaba dispuesto a entregar el Castillo a España, ante el duro cerco de El Ayachi, pero el Caíd Morat François se negó a la entrada de unos 600 soldados españoles. Curiosamente, en 1660, el Príncipe de Salé propuso al Gobernador de Ceuta, marqués de los Arcos, la entrega del Castillo con la única condición de permitirle elegir una ciudad en el norte de África donde retirarse, pero España ya no tenía plazas en el Atlántico marroquí y además tenía un acuerdo con el Gailán, por lo que éste se opuso al ver la debilidad de su adversario. La facilidad con que los moriscos se entregaron al alauita demuestra lo agotados que estaban ya de tantas guerras, cercos, golpes de Estado, etc...

Relaciones con la Europa cristiana
En los diez primeros años de la "República", los moriscos tuvieron quince millones de libras de beneficios (de 1627 a 1637), capturando unos mil barcos cristianos de todo tipo y llegando a mantener en sus "matamoras" (mazmorras), hasta más de seis mil cautivos. Richelieu envió cuatro flotas al mando de los almirantes Razilly, Du Chalard y Sourdis, mientras que Inglaterra envió a los almirantes Rainsborough (con Carlos I) y R. Blake (con Cronwell). Por su parte, aunque las relaciones con los Países Bajos fueron las mejores, hubo veces en que los corsarios no respetaron los acuerdos firmados por el Cabildo, por lo que Holanda envió varias flotas al mando de Van Cant, en 1649, Van Gaelen y de Wílt, en 1650 y 1657. Lógicamente, los moriscos no cumplían sus tratados pues si lo hubieran hecho el "negocio" se habría hundido.

Tampoco hay que considerar que eran los únicos piratas pues las potencias europeas no sólo luchaban contra los musulmanes (también había muchos cautivos remando en las galeras cristianas), sino entre sí y especialmente contra España por tener entonces el imperio más poderoso. En 1658 el marino corsario mallorquín Jaime Llorena mandó buques para saquear Salé.

Impotente para terminar con el corso, Europa mantuvo unos cónsules en la Medina (Salé el Nuevo). Los corsarios llegaron a tener hasta sesenta barcos de pequeño calado para poder entrar sin problemas en el estuario del Bu Regreg y burlar así la persecución de los pesados barcos de guerra europeos. Sobresalían los bergantines, caravelas, galeones, fragatas, tartanas, pinazas, etc..., con dos o tres mástiles con velamen y unos doscientos hombres de tripulación media y unos diez o veinte cañones según los casos. Los corsarios solían vestir con capa blanca y calzón rojo y las tripulaciones no tenían paga fija (su "trabajo" era por comisiones según las presas). Cuando se respetaba al Sultán o a Dilá, el diez por ciento iba para tal autoridad, mientras que el 40 era para el armador o rais y el 50 iba a la tripulación compuesta por oficiales (la mayoría de ellos moriscos y renegados), y la compañía de abordaje que eran los soldados que atacarían con todas las armas a los desprevenidos buques europeos. Los marineros solían ser esclavos cristianos. Los corsarios llegaron no sólo a las Canarias o costas peninsulares sino a las Islas Británicas, Islandia e incluso Terranova. Solían usar todos los trucos imaginables y en el caso de barcos es pañoles el idioma les daba muchas facilidades para el, abordaje, mientras que con otros europeos usaban pabellones de barcos aliados, o atacaban aprovechando la inferioridad del adversario y huyendo rápidamente si se trataba de un barco de guerra. Su grito en las costas andaluzas: "Rendíos perros cristianos a los de Salé!", hizo que -como dice Cervantes- muchos cristianos vieran salir el sol en España y ponerse en Tetuán.

Ante lo que para muchos no dejó de ser una proeza, si tenemos en cuenta la moral de aquellos tiempos, no es de extrañar las palabras de F. de Carranza en 1931 en "La Guerra Santa por mar de los Corsarios Berberiscos", en que, al referirse al colonialismo francés afirmaba: "...lo más lamentable es que, por nuestra torpeza, esa Alcazaba ni es morisca ni tampoco española y sobre aquel almirete flotan unos colores que se despegan y recuerdan un alarde de reclamo colonial que humilla a todo el que en mayor o menor proporción lleve en sus venas sangre africana".