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El Cateto

EXTRACTO DE LA HOJA DE SERVICIOS DEL CAPITÁN DE LA LEGIÓN DON CARLOS TIEDE ZENEN

El día 13 emprende la marcha al mando de su compañía y a retaguardia de la Bandera en dirección a Badajoz, llegando a las inmediaciones de la misma a las 04´00 horas; poco después emprende la marcha a pie para envolver Badajoz fuera del alcance del fuego de fusil y cañón de la ciudad. Atraviesa la carretera de Los Santos (se refiere a la carretera Badajoz-Granada, más conocida como carretera de Sevilla) y al anochecer, a llegar a la carretera de Olivenza, avanza a retaguardia de la columna contra Badajoz. Un cabo de Regulares que marcha en vanguardia, se apodera del Cuartel de Menacho a pesar del violento fuego enemigo, quien tiene perfectamente enfilada con sus fuegos la citada carretera, haciendo necesario buscar los abrigos de la cuneta de la carretera para evitar bajas.

Al mando de su Compañía se establece durante la noche en un grupo de casas, montando el servicio de seguridad. El 14, calmado ya el fuego enemigo, entra al mando de su Unidad, a las 08´00 horas en el Cuartel de Menacho. Todo el Cuartel está bajo un fuego violentísimo del enemigo que, a una distancia de 200 metros, tiene perfectamente enfiladas todas las ventanas y puertas del Cuartel. Se hace necesario poner colchones y sacos de arena en ellas, mientras nuestra Artillería bombardea, auxiliada por los aviones, el Cuartel de Caballería (se refiere al Cuartel de la Bomba) que a cien metros de nosotros está aún ocupado por el enemigo. Cerca de las 12´00 horas parte de oficiales y soldados enemigos, que defienden aquél Cuartel, se pasan a nuestro lado, pero, no obstante, sigue el fuego violento, pues han sido sustituidos por milicianos rojos.

Cerca del mediodía y, seguramente a consecuencia del bombardeo de nuestra Artillería, Aviación y el tiro eficaz de nuestras ametralladoras, cesa algo el fuego enemigo.

A las 14’00 horas este Capitán recibe orden de penetrar con su Unidad en Badajoz, siendo agregados a él, para este fin, una Sección de ametralladoras y un cañón de 7 centímetros.

Inmediatamente se emprende el avance, llevando en vanguardia a la 1ª Sección. Sin gran resistencia se toma la Comandancia militar, continuando más tarde a la cárcel, donde son libertados numerosos detenidos, así como puestos en libertad, en el Cuartel de la guardia de Asalto, numerosos guardias civiles y guardias de Asalto (posiblemente se daba a un error a causa del desconocimiento del redactor del informe. Las dependencias de la guardia de Asalto estaban ubicadas en el Cuartel de San Francisco, actual sede de la delegación de Hacienda y edificio situado encima de Caja Badajoz, donde estaba acantonado el Regimiento de Infantería Castilla 16 antes de su traslado al Cuartel de Menacho, en las afueras de la ciudad. El lugar en el que estaban detenidos los guardias civiles y guardias de Asalto sublevados era, como sabemos, el antiguo Convento de San Agustín y sede del Regimiento de Infantería Gravelina 41, antes de su unificación con el Castilla 16, que es al Cuartel al que se refieren en este informe).

Más tarde se avanza sobre la catedral, de donde se recibe fuego. El cañón, puesto en posición, abre fuego contra la puerta (esta puerta cañoneada por los rebeldes fue la puerta del Cordero), la cual es atravesad por los proyectiles, que explotan dentro. Por fin, después de mucho trabajo, la 1ª Sección consigue abrir la puerta y reducir dentro de la catedral a los milicianos que aún la defendían. Con este último episodio termina la ocupación de Badajoz.

El día 15 es revistado por el Teniente Coronel primer Jefe, quien dirige a la Bandera su felicitación por la actuación, concediéndole al Guión de la Bandera una corbata con la inscripción “Campaña anticomunista de Andalucía”.
El 16, al mando de su Unidad, y en camiones, marcha a Mérida.

Mientras tanto, en las calles de la ciudad se había organizado la caza humana. Legionarios y regulares detenían a todas las personas que encontraban en su camino y les abrían las camisas para mirarles los hombros, buscando señales de las culatas de las armas. Muchos desgraciados fueron asesinados sobre el terreno, ya que si tenían esas señales se les disparaba allí mismo.

Poco a poco fueron apareciendo las primeras camisas azules de falange que más tarde serían legión. Muchas personas que no las tenían, aunque después juraron haber sido simpatizantes de Falange desde su fundación, se anudaron un pañuelo blanco en el brazo derecho y saludaban, brazo en alto, a todos los oficiales con los que se cruzaban. Estos falangistas de nuevo cuño colaboraron activamente en las detenciones, denunciando e indicando dónde se habían refugiado los milicianos huidos.

Siendo Badajoz ciudad fiel a la República, en la que se celebraban manifestaciones a las que acudían miles de personas, no se comprende de dónde salieron tantos falangistas después de su ocupación.

Hacia las seis de la tarde había cesado toda resistencia y la ciudad estaba prácticamente en manos de los rebeldes, aunque desde diversos puntos se seguían oyendo los disparos bajo los que cayeron asesinadas en plana calle muchas personas.
En el Palacio de la Diputación también se había refugiado un nutrido grupo de personas que, al ser desalojadas, muchas de ellas fueron asesinadas en la esquina de las calles Felipe Checa y Hernán Cortés. Para empapar la sangre de esta masacre se utilizaron rollos de papel de embalar procedentes de los Almacenes La Paloma.

Sobre las seis y media de la tarde apareció en San Juan, procedente de la calle Encarnación, un grupo de mujeres. Entre ellas caminaban algunos hombres que trataban de pasar desapercibidos. Cuando algún legionario o moro intentaba identificar a estos hombres, las mujeres les hacían carantoñas y zalameos distrayéndoles. En la esquina de la calle San Juan con la de la Soledad descansaba sentado un legionario herido en la cara que se fijó en el grupo, y ante la sorpresa de todos los presentes lanzó un grito e incorporándose se abalanzó sobre ellos diciendo “¡Ven aquí, maricón!”.

Este legionario pertenecía a la IV Bandera y había reconocido a la persona que la tarde anterior les había hecho frente desde el puente del Rivillas, consiguiendo, además, salir indemne a los disparos de los legionarios.

Esta persona que no era otra que “el Cateto”, al verse reconocido comenzó a correr calle Soledad abajo. En su carrera recogió un fusil de los muchos que habían abandonado los milicianos en su fuga. Al verse acorralado buscó refugio en un portal situado un poco más arriba del local de Muebles Salas y desde allí abrió fuego contra los que le perseguían, impidiéndoles acercarse.

La alarma cundió rápidamente por la zona y muchos soldados que vagaban por los alrededores preguntaban qué pasaba, respondiéndoseles que era “el maricón de ayer” y aunque no todos sabían a qué se referían, los que el día anterior habían disparado contra él sin conseguir darle se propusieron cogerlo a toda costa.

Sin embargo, no había manera de acercarse ya que “el Cateto” cubría perfectamente la calle desde su precario refugio. (Por lo visto intentó entrar en el domicilio, al que se accedía por una escalera, pero no pudo entrar porque sus propietarios no abrieron). Desde el exterior se le amenazaba de muerte si no se entregaba, pero él no hizo caso. Esta negativa a entregarse y la dificultad que suponía acercarse a él con el consiguiente riesgo de resultar herido o muerto, ahora que lo peor de la batalla había pasado, exasperó de tal manera a los legionarios, que determinaron efectuar un ataque en toda regla.

Para llevarlo a cabo decidieron atacar simultáneamente desde ambos extremos de la calle. Muchas personas oyeron los gritos que los legionarios se daban desde un extremo a otro para coordinar los movimientos y aunque “el Cateto” también los oía, nada podía hacer sino mantenerse firme, ya que por lo visto, la rendición no entraba en sus planes. (Algunas personas han manifestado que formó parte de los piquetes que cometieron los asesinatos que ya tratamos. Lo que explicaría, en cierto modo, esta negativa a rendirse). De esta manera se lanzaron al ataque desde ambos flancos, sin importarles ya nada, tanto era el enfado que tenían.

“El Cateto” prácticamente no pudo hacer nada, ya que al avanzar los legionarios pegados a la pared, debía descubrirse para disparar hacia un lado o hacia el otro, por lo que rápidamente llegaron hasta él. Fue fusilado en la misma calle.
Una vez dominada totalmente la situación en el interior de la ciudad, se establecieron controles en las distintas salidas. En estos controles se registraba a las personas que intentaban salir, deteniendo a gran número de ellas y a los que, por extraño que parezca, pretendían hacerlo con armas ocultas o tenían en sus hombros la marca fatídica, se les ejecutaba sobre el terreno.
Salud.


FUENTE:
guerracivil.forump.es

Castilblanco

Cuarenta y ocho años de silencio...

Castilblanco es diferente desde el 31 de diciembre de 1931. Un trágico suceso ocurrió aquel día invernal: cuatro guardias civiles morian en las puertas de la Casa del Pueblo en el transcurso de una manifestación de trabajadores. Sobre este suceso se han escrito muchas lineas. Gran parte de ellas a cientos de kilómetros de donde se desarrollaron los hechos. Nosotros nos desplazamos hasta alli.

En dos palabras podríamos perfectamente recoger lo que nos encontramos allí: silencio y miedo. ¿Por qué? Silencio en cada una de sus calles, en cada uno de sus 2.500 habitantes. Desde hace cuarenta y ocho años, los habitantes de Castilblanco hicieron un tácito pacto con la historia para olvidar los sangrientos hechos ocurridos en aquel punto. Lo cierto y verdad es que los ha¬bitantes de Castilblanco, después, de cuarenta y ocho años, tornan su amabilidad natural en silencio cuando les pre¬guntan sobre los sucesos acaecidos aquel último día de 1931. Y te dan la espalda. Y tú les suplicas que te con¬testen y ellos te contestan que, como naturales del lugar, les da vergüenza lo que ocurrió allí hace cuarenta y ocho años. Era la una y media de la tarde. El cielo había amanecido aquel día en Castilblanco oscuro, algo triste: debería ser el presagio de lo que horas más tarde iba a ocurrir. Desde un día antes, 30 de diciembre de 1931, reinaba en aquel pueblo pacense de la siberia extremeña una cierta intranquilidad. Habia llegado una orden desde Badajoz: la Federación de Trabajadores de la Tierra convocó, en una reunión de todo el comité ejecutivo de la provincia, una huelga general apoyada con manifestaciones en señal de protesta contra la actuación del gobernador.


Los hombres de Castilblanco no se dejaron amedrentar por las amenazas recibidas. Trescientos trabajadores salieron por las calles anchas y estrechas de Castilblanco, pobres todas, dando vivas al socialismo, a la Unión General de Trabajadores, a la República y gritando —con voz un tanto apagada por el miedo— contra los caciques. Los ma¬nifestantes llegaron hasta la Casa del Pueblo y alli acabó todo. Lo "gordo" llegaría al día siguiente.


Debido al éxito de la convocatoria de la jornada anterior, el número de manifestantes en el último dia del primer año de la segunda República española aumentó considerablemente. Casi el doble. El miedo en la conciencia del pueblo se había diluido entre el océano de muchos años, en silencio forzoso. Todos querían gritar cosas que sentían y que habían guardado en sus adentros durante años. Indudablemente, apostaron caro. Dos manifestaciones en dos dias era demasiado. El alcalde estaba indignado. Marchó al cuartelillo de la Guardia Civil. Ordenó al comandante del puesto, el cabo José Blanco, que disolviera la manifestación. Sus palabras no ofrecieron la menor duda del mensaje que entrañaban: "con un disparo que hagáis saldrán todos corriendo". (El paisano Pedro Marrupe, amigo de uno de los números con el que se encontraba hablando en el momento en que llegó el alcalde, escuchó estas órdenes, y asi lo declaró posteriormente en el Consejo de Guerra celebrado.) Sin embargo, las predicciones de Felipe Magantos, el alcalde, estaban equivo¬cadas. El disparo se produjo. La muer¬te de uno de los manifestantes, también. Pero el pueblo no salió corriendo. Tam¬poco se quedó quieto. Los guardias civiles también quedaron alli. Pero muertos. El parte de la autopsia señala¬ba que el cabo José Blanco había recibido 17 heridas. Y los números Francisco González, José Mata y Agripino Simón, 17, 20 y 16, respectivamente. En el enfrentamiento murió un paisano, Hipólito Corral, de un disparo; y otro resultó gravemente herido. Las piedras que habia en la calle Calvario para ser empedrada quedaron cubiertas de sangre.



Yo no estaba aquí...
Los datos de lo relatado hasta ahora están sacados de diferentes informaciones publicadas en periódicos del mo¬mento y, también, de las declaraciones habidas en el proceso que, dos años más tarde, se celebraría en el cuartel de Menacho, de Badajoz. El desarrollo del hecho seria recogido por los abogados defensores en un libro titulado con el nombre del pueblo. Nuestra misión hoy, cuarenta y ocho años después de ocurridos los sucesos, era esclarecer, en la medida de lo posible, todos los puntos oscuros que aún quedan sobre este sangriento episodio.

Al periodista que escribe, en sus años de profesión, no le había sucedido nada igual. En más de una ocasión topó con el clásico "personaje ostra" que guarda férreamente la joya de su información. Pero jamás se habia encontrado con todo un pueblo que no quiere hablar, "porque como natural de Castilblanco, me avergüenza recordar aquellos desa¬gradables sucesos", nos contestó uno de los interrogados. Otros, ni tan siquiera eso. De los ocho o diez viejos que nos encontramos en la silenciosa plaza del pueblo, ninguno quiso hablar. Tanto estos como el resto de los mayores a los que preguntamos qué ocurrió el 31 de diciembre en Castilblanco, estuvieron casualmente aquel día fuera: recogiendo aceituna; cazando; visitando a la no¬via que vivia en un pueblo cercano —"mi Antonia"—; y, alguno, falto de reflejos, al formularle la pregunta, tras unos segundos de titubeos, nos decía con los brazos entreabiertos y la cabeza gacha: "pues no sé, yo no sé nada. Ah, aquel día lo pasé en cama. Ya sabe us¬ted, cogiendo aceituna es fácil que se te agarre un frío en los ríñones..." Y el tono de su voz intentaba ser convin¬cente.

Un poco desesperado, penetro en una taberna. Estaba convencido de que continuar la busca resultaba inútil. Castil¬blanco parecía un enorme topo escondi¬do durante cuarenta y ocho años en su madriguera de silencio. Al abrir la puerta de la taberna, los tres viejos que hay dentro interrumpen la conversación; después, comienzan a hablar más bajo. Musitan no se qué. Miran de refilón. Entre los tres destaca uno de ellos. Sus años —ochenta y uno— han porporcionado a su aún evidente gallardía la seguridad de los muchos dias vividos. Me acerco a ellos. Saludo y ¡paf!, les disparo la pregunta. Uno de ellos se levanta inmediatamente. "Voy a desaguar." Los otros dos aguantan. Insisto. Manuel, así se llama, comienza a hablar: "...Yo* tampoco estaba aqui ese día. Pero amigos que lo vivieron me lo contaron muchas veces. En la mañana en que pasóí todo aquello yo estaba en las olivas'. Volvía al pueblo porque se me habían acabado las viandas. Unos kilómetros antes de llegar, me detuvo uno y me dijo que mejor que no me acercara por alli porque había habido follón. "Se han cargado a los guardias civiles", me dijo. "Si no tienes apaño, yo te dejo un pan." Lo que quiere saber usted es por qué salieron a la calle y por qué se produjo el follón que acabó en sangre. Salieron'a la calle porque llegó una orden de Badajoz y el presidente de la Casa del Pueblo de Castilblanco, "El Justo" (Fernández López), la transmitió aqui y se acordó salir. Por aquellos días había un cierto malestar. Según cuentan —asi lo testificaron varios de los encausados en el Consejo de Guerra del cuartel de Menacho—, unos dias antes, un grupo de jornaleros en paro se acercaron a pe¬dirle al cabo que hablara con algún "señor", para que les dieran trabajo y pa¬rece que la respuesta encrespó aún más los ánimos.

La contestación a la otra pregunta es más difícil. La mayoría de los que se manifestaron creían que la guardia civil no iba a actuar. Pues el día anterior no lo hizo. Sin embargo, el 31 de diciembre se echaron las armas al hombro y salieron. La manifestación ya había llegado a la Casa del Pueblo y, algu¬nos, ya estaban dentro y otros se disponían a marcharse a sus casas. Fue entonces cuando se presentaron los guardias civiles. Ah, se me olvidaba decir que cuando estos marchaban en busca de los manifestantes, uno del pueblo les pregunto que dónde iban tan deprisa, a lo que uno de los guardias le contestó: "vamos a donde no volveremos". Una vez que los guardias civiles llegaron al lugar, el cabo se acercó a la puerta de la Casa donde estaban los mandamás para hablar de no se qué con ellos. Quizá para detenerlos. Los otros tres guardias civiles se habían quedado atrás junto a los últimos manifestantes. Detrás de los guardias civiles había un grupo de mujeres que, al ser avisadas de que habían llegado los guardias civiles, salieron de sus casas asustadas. Sus maridos esta¬ban allí. Una de ellas, que murió hace pocos años aqui, en el pueblo, intentó llegar hasta su marido. Un guardia que pasaba muchas tardes en la taberna con los del pueblo se lo impidió empujándola un poco con el arma. Los ánimos subieron de tono y la pasión se desató. Sonó un disparo..."


Los mataron con piedras y navajas
Sobre lo sucedido a continuación no hace falta preguntarle a Manuel. La muchedumbre se abalanzó sobre los guardias sin darles tiempo a reaccionar, Era la una y media de la tarde, aproximadamente. Cinco minutos después todo había acabado. Las armas utilizadas en la agresión fueron todas las que tenían a su alcance. Sobre todo, piedras, pues la calle en la que se desarrollaron los hechos, calle del Calvario, iba a ser empedrada. Las culatas aparecieron rotas, hechas casi añicos. En total, entre los cuatro guardias civiles, recibieron más de cincuenta heridas, según el informe de la autopsia. Alguno quedó irreconocible. La masa encefálica del número Agripino quedó al descubierto. Uno de los ojos del cabo quedó fuera de su cuenca, perdiéndose; quizá pisoteado por el tumulto. Y, según cuentan las crónicas, la mano derecha del superior de los guardias civiles se encontraba, en el momento de levantar el atestado, pró¬xima a uno de los bolsillos de su pantalón, en donde, manchada por la sangre, se halló apenas legible la orden, llena de faltas de ortografía, en la que el alcalde conminaba al cabo José Blanco para que saliera a disolver la manifestación.


Consejo de guerra en Menacho
Para el fiscal aquel acto fue una sal¬vajada propia de animales asesinos, movidos por los instintos más sangrientos. En su opinión, deberían ser condenados a muerte. Los abogados Jiménez Asúa, Anselmo Trejo Gallardo, Vidarte y Rodríguez Sartre pidieron la liberación de todos sus defendidos porque "la muchedumbre realizó el hecho en situación de trastorno transitorio. Y en esta¬do de defensa propia". El 19 de julio de 1933, tras tres días de proceso, el Consejo de Guerra en que se examinaron los sucesos de Castilblanco dictó sentencia: Pedro Alvarez Bravo ("el Carrucho"), Lucio Bravo Ayuso, Hila¬rio Bermejo Corral, Domingo Ruiz Luengo ("el Gorrilla"), Wenceslao García Galán ("el Wences"), Benigno del Prado Romero y Tiburcio Pizarro Orcaja eran condenados a muerte. Otras seis personas, a cadena perpetua. Al final las penas quedaron rebajadas. Los primeros a cadena perpetua, y los segundos a veinte años de prisión.

Pero estos castigos, tanto para unos como para otros, no llegaron a cumplirse. En 1936, al ganar las elecciones el Frente Popular, quedaron libres. Manuel, nuestro interlocutor, nos contaba la llegada de los autobuses que traían a los presos "creo que del penal de Cartagena". Después de la guerra civil, los que fueron apresados murieron fusilados.

El pueblo de Castilblanco hizo un tácito pacto con el silencio para que aquellos sucesos sangrientos de diciembre de 1931 no volvieran a ser pronunciados por aquellas latitudes. Y al salir por las calles de Castilblanco para marcharnos parecía como si se fueran estrechando a medida que atravesamos cada tramo, apercibiéndonos tajantemente que nuestra presencia allí no es grata. Porque, en cierto modo, nosotros habíamos perturbado durante unas horas el "pacto del silencio" y los pactos con los "silencios históricos" no admiten coqueteos ni fal¬tas.


FUENTE: Miguel Ángel MELLADO. Región Extremeña. Marzo de 1979.


Humberto Delgado

> Humberto Delgado, icono de libertad

El general portugués Humberto Delgado y su secretaria Arajaryr Moreira de Campos fueron asesinados en 1965 en tierras extremeñas. El juez especial Crespo Márquez consiguió reunir pruebas suficientes para imputar ambos delitos a agentes de la policía política del régimen de Oliveira Salazar.

Atraído engañosamente a Badajoz para un supuesto encuentro con otros militares rebeldes, fue asesinado vilmente junto a su secretaria, se supone que el 13 de febrero de 1965. Sus cadáveres aparecieron, semienterrados, dos meses después en el término municipal de Villanueva del Fresno.

Había nacido en 1906 en una aldea perteneciente a Torres Novas y fue un hombre precoz en todo, tanto que, ingresado en la carrera militar, a los 47 años había ascendido al generalato mientras prestaba servicios en Washington y pertenecía al Comité de representantes militares de la OTAN. Se convirtió así en el general más joven de esta organización.

Era miembro del gobierno portugués cuando en 1958, apoyado por la oposición democrática, se presentó como candidato independiente a las elecciones presidenciales. Inmediatamente alcanzó una gran popularidad que se extendió como un reguero de pólvora por todo Portugal y causó una gran conmoción en el régimen dictatorial, que encontró serias dificultades para controlar aquella marea democratizadora que la apuesta de Humberto Delgado representaba, no obstante la represión popular desatada y los impedimentos y prohibiciones con que se vio jalonada su campaña electoral.


La frase, después célebre, “obviamente, lo destituyo”, pronunciada a preguntas de un periodista, sobre qué haría con Salazar en el caso de ganar las elecciones, se convirtió en el slogan de su campaña y encendió la euforia popular. El régimen, asustado, decretó la prohibición del control del escrutinio por parte de la oposición y esta maniobra, dirigida a cambiar los resultados electorales, se saldó con un escandaloso pucherazo, del que se desconoce aun su magnitud.

Tras el fraude, el régimen modificó el sistema electoral para evitar sobresaltos en el futuro y Humberto Delgado, acosado por la PIDE (policía política), tuvo que exiliarse a Brasil después de refugiarse en su embajada en Lisboa, para evitar una maniobra dirigida a asesinarle. Desde el exilio, donde alcanzó una gran popularidad y dio a conocer por todo el mundo el régimen represivo de su país, se dedicó a organizar la oposición y planear el derrocamiento del régimen, mientras era acosado por la PIDE.

Llegó al convencimiento de que derribar el régimen solo era posible mediante un levantamiento militar. Tras un primer intento fracasado en Beja, acabó enredado en su propio ardid. La PIDE lo arrastró, sin saberlo, a un círculo de relaciones falsas, que le hizo dirigir sus pasos a Badajoz. Camino, como se sabe, equivocado.

Humberto Delgado es hoy un icono de la libertad y de la lucha por la democracia en Portugal. Restablecida ésta, se le elevó póstumamente a los máximos honores militares y hoy descansa en el Panteón Nacional junto a los hombres ilustres de su país


Ángel Bernal
16 feb 2005

FUENTE:
extremaduralaldia.com

Maquis en Las Villuercas

Las Villuercas al concluir la Guerra Civil (1936 1939), se convierten en un gran de refugio donde llegan milicianos de los frentes del Tajo, Extremadura y la Mancha, sirviendo de puente para huir unos a Portugal o simplemente de refugio ocasional para unos y permanente para otros.


En 1945 quedaron organizadas dos agrupaciones de guerrilleros en Castilla la Nueva y Extremadura; la primera conocida como agrupación de Extremadura al mando del “comandante Carlos”.

(...)

Algunos “Maquis" de las Villuercas eran Joaquín Cintas alias Chaqueta Larga natural de Fuenlabrada de los Montes, agrupó numerosos huidos afines a su ideología comunista, organizando una agrupación guerrillera disciplinada que recorrió Extremadura. Se evadió a Francia en 1948.

El Más famoso "El Ino" que cuando murió tenía 33 años, estaba casado y era padre de dos hijos. Era natural de Tormes (Burgos). Miembro del Partido Comunista de España (PCE), fue guardia de asalto republicano y sirvió a la República entre 1936 y 1939 combatiendo en el frente de Madrid como comisario delegado de Compañía del Ejército de Tierra.

Tras la Guerra Civil, agrega, se alistó en la guerrilla antifranquista y sirvió como enlace y delegado político del guerrillero Carlos en la Agrupación Guerrillera de Cáceres.

En la montaña cacereña formó parte de la división 13, comandada por Joaquín Ventas Cintas "Chaqueta Larga". Su mujer, encarcelada posteriormente por sospechas de colaboración con los maquis, nunca recibió noticias del paradero de los restos de su marido, cuyo fallecimiento aún no está anotado en el Registro Civil de Cáceres.

Lugar de desaparición: en la majada de “la Artijuela”, si consultas los carteles indicativos del pueblo al que pertenece;o “la Hortiguela” si consultas la documentación de la Guardia Civil. Su muerte aparece reseñada en el “Libro de Muertos” de la Iglesia de Roturas de Cabañas, pueblo al que pertenece dicha majada; a su vez, Roturas de Cabañas , pueblo situado en un hermoso paraje entre dos montañas, aparece incluido en el término de Cabañas del Rey que pertenece a la provincia de Cáceres. También se atestigua la muerte en un documento de la Comandancia de la Guardia Civil, fechado y firmado el 16 de mayo de 1963 por el Teniente Coronel Primer Jefe de Cáceres en el que alude a la muerte del “bandolero” en enfrentamiento armado con fuerzas del propio cuerpo.

“El Ino” fue velado el 13 de noviembre en el edificio conocido por “las escuelas” por dos vecinos de la localidad; uno de ellos era Juan Suárez, abuelo de la actual administrativa del actual Ayuntamiento-instalado en el mismo edificio, Cristina. Fue enterrado el 14 de noviembre mediante un “entierro de pobre” como aparece citado en el “Libro de muertos” parroquial justo a la entrada del cementerio viejo de Roturas, para que todo el mundo pudiese “pisar la tumba del rojo” al pasar al cementerio como han confirmado los hospitalarios vecinos del pueblecito.

A día de hoy, el fallecimiento de Victorino Pereda Ortega no está anotado en el registro civil de Cáceres.

A Encarnación nunca le dijeron donde se produjo la muerte de su marido y donde estaba enterrado. Encarnación murió sin saber donde yacía el padre de sus dos primeros hijos. Su hija, Beatriz, y su nieto, no lo han sabido hasta el año 2007.
Responsables de la desaparición: Miembros del cuerpo represivo franquista de la Guardia Civil. “El Ino” murió en combate contra la Guardia Civil y somatenistas reclutados para tal fin posiblemente la noche del 12 de noviembre de 1945.

El episodio está reseñado en los tres libros citados anteriormente: páginas 379-381 (Moreno Gómez: 2001), 129-130 (Chávez Palacios: 1996), página 230 (Díaz Díaz: 2001).
Vicenta Martín, que vive actualmente en Aldeacentenera, por aquel entonces solo una niña huérfana vecina del pueblo (su padre Zoilo Martín Robledo, militante socialista, fue “paseado” por falangistas en 1936 y enterrado en el monte), conocía a “El Ino” de alguna de las incursiones de los guerrilleros en el pueblo en busca de pertrechos pudo ver el cadáver sobre unos palos cuando lo bajaron de la majada por medio de un burro. En otra ocasión vio su foto en un cuaderno de la Guardia Civil de Cáceres, cogida la cabeza barbuda por los pelos para que se le viese la cara..
Hechos de la desaparición: Gracias a una delación de José Ballesteros González “El Carretero”, desertor o infiltrado, sorprendieron en una emboscada a dos guerrilleros que se dirigieron a la majada de la “Artijuela” a pertrecharse de víveres. Los dos guerrilleros eran “El Ino” y “El Mexicano” (Alejandro Barroso Escudero). Era una noche oscura, lluviosa, tormentosa y una espesa neblina cubría la majada. En los informes de la Guardia Civil se habla de intento de secuestro, la gente del pueblo habla de recogida de alimentos; así como el superviviente de la emboscada, “Mexicano”, con el cual hablé por conferencia telefónica con Francia; ya que conocían a “los del monte” de haber bajado en más ocasiones a por alimentos. De todos modos que dos guerrilleros intenten secuestrar a un matrimonio de edad avanzada en plena tormenta no es muy creíble. Y en el cuerpo de “El Ino” se hallaron más de 2.500 pesetas, con lo que el móvil del secuestro se desvanece. Julio García, actual alcalde de Roturas, por el PSOE, cuyos abuelos eran el matrimonio anteriormente reseñado sostiene también la versión de la recogida de los alimentos. Regresando a la luctuosa noche, cuando llegaron los guerrilleros los emboscados ya los esperaban y se produjo un tiroteo que se saldó con “El Ino” muerto, un guardia civil, Román García Sánchez, gravemente herido que moriría esa misma noche en Deleitosa, “Mexicano” huido de manera casi sobrenatural y varias cabras y cerdos fallecidos por los disparos de la Benemérita.

He investigado sobre los hechos de esa noche: a través de los libros anteriormente reseñados, de la documentación encontrada (documentos de la Guardia Civil sobre la muerte de “El Ino”, registro del “Libro de muertos” parroquial del pueblo, expediente personal del Guardia Civil Román García Sánchez, donde aparece reseñada la acción que llevó a su muerte) y los testimonios orales de testigos directos (“Mexicano”) e indirectos (Satur o Saturio, Eulalio Barroso Escudero “ Carrete”); además de otras aportaciones documentales orales de vecinos y familiares de Roturas (Julio García, Cristina Suárez, Vicenta Martín, etc.

Existen dos versiones de los hechos, las cuales no difieren en lo fundamental, que voy a pasar a relatar. La primera versión es secundada por la totalidad de los vecinos de Roturas y dice así:

Hacia las 10 de la noche, bajo una copiosa lluvia y envueltos en una niebla baja y espesa los dos guerrilleros se aproximaron a la casa de la majada, la cual se encuentra en la cara oculta de la montaña. “El Mexicano” entró en la casa, “El Ino” permaneció en la puerta como centinela y un pequeño grupo guerrilleros se quedaron esperando en un molino cercano. La Guardia Civil junto con los somatenistas tenía la casa rodeada y andaban escondidos en la casa, en el cortijo, el establo y rodeaban el lugar. Un Guardia Civil abrió fuego con una ráfaga contra “El Ino” sin previo aviso y todos los guardias civiles y somatenistas empezaron a disparar entre ellos. “El Ino” cayó muerto sin enterarse de nada, “Mexicano”, salió de la casa de un salto, sobre el cuerpo de “El Ino” y huyó mientras los guardias se mataban entre ellos. Uno cayó mortalmente herido por fuego de un compañero. La versión de los vecinos de Roturas del tiroteo emana de lo que les contó el tío Matías, que estuvo presente esa noche como apoyo a los guardias civiles. Dicha versión es coincidente en muchos puntos entre las distintas voces. Aún vivía el guardia cuando Saturio, un vecino, subió a la majada como del médico, que olvidó el maletín del miedo que tenía. Allí vio el cadáver de “El Ino” y al guardia quejarse y maldecir a un compañero suyo al que acusaba de los disparos que había recibido. A “ El Ino” lo bajaron de la finca, en la montaña, al pueblo entre dos bestias y dos haces de leña: Mientras que al moribundo guardia en una escalera. Fue velado en Retamosa. “ El Ino” fue llevado a las “Escuelas” en Roturas, donde el ama del cura pidió prenderle fuego, el capitán de la Guardia Civil se negó a ello aduciendo que si algo debía ya lo había pagado y el cura decidió darle sepultura por que quizás era creyente. Le estuvieron velando toda la noche, de su espalda, cosido en la chaqueta, encontraron 2.500 Pts por indicación del otro confidente “Lobo” que alertó a los guardias que Ino guardaba la documentación en la espalda.

La segunda versión, de “Mexicano” aporta nuevos datos: Fueron cinco guerrilleros a la finca, tres se quedaron en las inmediaciones y “ El Ino” y el propio “Mexicano” se acercaron a la casa; “Mexicano” entró en ella mientras que “El Ino” se permaneció como centinela. La casa estaba a oscuras y “Mexicano” habló con el matrimonio; les preguntó por qué estaban todas las luces apagadas y le respondieron que se iban a acostar. Entonces encendió un fósforo, vio a un guardia civil en la habitación y comenzaron los disparos. “Ino”, apostado en la puerta disparó contra el guardia civil que iba abrir fuego sobre “Mexicano”; ambos se dispararon a quemarropa. “Mexicano” logró saltar sobre “Ino”, ya caído, y a pesar de las ráfagas logró escapar. “Mexicano” sostiene que la acción de “El Ino” le salvó la vida.
Conclusiones: De esto se deduce que o bien, hubo un guardia civil muerto por fuego amigo aquella noche y otro herido por los disparos de “El Ino”. O bien que solo hubo un herido entre los guardias civiles que posteriormente murió a consecuencia de las heridas y que fue “El Ino” el que le disparó; y por la confusión reinante se pensó que fueron los propios guardias civiles. En el expediente personal del guardia civil muerto, Román García Sánchez se cita al menos dos heridas de bala. “El Ino” que llevaba un fusil solo pudo disparar una vez, según versión de “Mexicano”; su cadáver presentaba una hilera de disparos, como una diadema, alrededor del pecho, con lo que se puede concluir que murió en el acto victima de una ráfaga de metralleta. Aún se conserva la puerta de entrada a la casa de la majada en la que se pueden apreciar una hilera de orificios provocados por disparos de bala. Esto concuerda con la ráfaga que causó la muerte a “El Ino”. Por tanto, a la espera, de nuevas aportaciones, mi hipótesis es la siguiente: el guardia civil muerto, fue herido primeramente por “El Ino” y posteriormente por sus compañeros, no sabiendo qué disparó fue el mortal.

Un camarada de partido de “El Ino”, meses después del enfrentamiento visitó a Encarnación y le dijo que su marido murió combatiendo y que abatió a dos guardias civiles antes de caer muerto. Esta versión de momento no está contrastada.


FUENTE: elhombredelastierrasaltas

La Colonia Penitenciaria Militarizada de Montijo








FUENTE: lascronicasdelfarwext



> Canciones del Canal

Los Mareaos del Tajo

Numerosos prisioneros fueron arrojados al Tajo desde alguno de sus puentes como el de Alconetar, donde se les ataba los pies y las manos, incluidas mujeres y niños. En el de Almaraz los prisioneros eran “mareaos”, término que venía a definir el pasatiempo favorito de algunos falangistas de la zona. La persona, una vez arrojada al agua y mareado por el impacto, trataba de llegar hasta la orilla como podía. Este era el momento en el que sus verdugos, apostados en lo alto del puente, disparaban sobre las víctimas que luchaban por no ahogarse, de la misma manera que uno tira con la escopeta a los corchos de una feria. Aquí y de esta manera murieron numerosos vecinos de Casas de Miravete, Belvis de Monroy, Navalvillar, Fresnedoso, Las Mesas, Castañar de Ibor y Navalmoral de la Mata.

Nota 1.- Tal fue el caso de Gregorio Carreras Batalla, natural de Olivenza (Badajoz). Preso en la cárcel de Navalmoral de la Mata (Cáceres), fue “mareado” y muerto en el río Tajo en 1936.


FUENTE: vettonia

Arte bajo las balas

La evacuación de las obras de arte del Museo del Prado durante la guerra civil

Carmelo Arribas Pérez



La compra de un cuadro de Timoteo Pérez Rubio por parte del Museo de Bellas Artes de Badajoz, que tiene lasuerte de estar en manos de Román Hernández Nieves, me ha traído de nuevo a la mente, la evacuación de lasobras de arte del Museo del Prado durante la guerra civil, de las que fue el pintor de Oliva de la Frontera suprincipal protagonista. Las guerras son siempre una terrible desgracia para las naciones, destrozan laeconomía, matan personas y pretenden matar la memoria de los pueblos. Las obras de arte, nunca son neutras, porque representan parte de la cultura y modo de ser de una nación y soneco de una época determinada, cuando no un apreciable botín para quien pueda apropiarse de ellos. Si es unaguerra contra un enemigo exterior, uno de los principales objetivos de este es socavar la moral del contrario ynada mejor para hacerlo que destruyendo sus símbolos. Si es civil, como la del 1936, hay que destruir todo loque signifique ideas contrarias a las que se preconizan en una u otra parte. Quizás haya habido tres momentos en nuestra historia, más o menos reciente que en mi opinión, hanproducido auténticos estragos en el arte y patrimonio artístico español, sobre todo religioso. Ladesamortización de Mendizábal, la guerra civil de 1936, con la quema y saqueo de iglesias y conventos porbandas de incontrolados, y la despoblación del interior de España, tras la posguerra, que hizo que, gran partede su patrimonio acabara en manos de anticuarios, en Museos alejados de su contexto, como el Museo Marésde Barcelona compuesto principalmente por piezas del gótico y románico de Castilla-León, o en mansiones deEstados Unidos.Podríamos considerar no sólo lo que se perdió, sino lo que no se produjo, pues aparte de los efectos de estasguerras en el arte, nuestra guerra civil se cebó en intelectuales y artistas. Por la parte extremeña, personajes tanextraordinarios y dignos de película, como Pedro Campón Polo, nacido en Casas de Don Antonio, compendiocompleto de artista autodidacta, bohemio, pintor, músico y viajero que recorrió medio mundo y que acabómuriendo, en un campo de concentración franquista en o-ndarroa, víctima de una enfermedad pulmonar. Ouno de los grandes escultores del s. XX, Aurelio Cabrera Gallardo, de Alburquerque fusilado en Toledo en1936. Sin contar todos los que tuvieron que marcharse, tras, o durante la guerra, entre ellos Timoteo PérezRubio, o el escultor emeritense Manuel Madridejos Borrachero.

Pero vamos a centrarnos, en la evacuación de las obras de arte, que se produjo en el último año de la guerracivil, para evitar, que en caso de que el Museo del Prado ardiese, pudieran desaparecer, o ser objeto de saqueo.Cuando se ve un plano con todas las bombas señalizadas que cayeron dentro del edificio, esta posibilidad noera muy descabellada. El 3 de febrero de 1939, ya a punto de acabarse la guerra, se firma el Acuerdo de Figueras, entre el Gobiernode la República y el Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles, con el apoyodel Secretario general de la Sociedad de Naciones. Tras él comienzan las labores para sacar del territorionacional, las principales obras del Museo del Prado, El Palacio Real, la Real Academia de Bellas Artes de SanFernando, del Escorial, y del Palacio de Liria, por citar algunos de los lugares más importantes de los que sehabían evacuado. Vista con la retrospectiva que dan los hechos históricos, aquella fue una arriesgada labor,que sólo la pericia de los que la diseñaron y la buena suerte, pudo conseguir llevar a buen término. JUNTA CENTRAL DEL TESORO ARTISTICO

El Gobierno de la República, nombra a uno de los mejores cartelistas, que ha tenido España, el pintor JosephRenau, como director general de Bellas Artes, y crea una "Junta Central del Tesoro Artístico", a cuyo frentecolocan al extremeño Timoteo Pérez Rubio. Otras juntas delegadas coordinarían, la protección, recogida yprotección de nuestro patrimonio artístico, concienciando a los colectivos, que las obras de arte son patrimoniodel pueblo y como tal se han de proteger.Tras la salida en Noviembre de 1936 del gobierno, de Madrid a Valencia, comenzaron a evacuarse las obras dearte y patrimonio, que incluía, tapices, libros, cuadros y objetos artísticos, tanto procedentes de coleccionesparticulares, como de iglesias e instituciones públicas. Durante años se fueron depositando primero en laIglesia del Patriarca de Valencia y en las Torres de Serranos, luego en el 1938, se decide enviarlas a Barcelona, en un traslado cargado de dificultades, cogiendo caminos vecinales para evitar ser descubiertos y bombardeados. Esto no se producía sin daños para las obras, como los desgarrones producidos en el "Dos de Mayo" de Goya y otros cuadros, al desprenderse un balcón con el que chocó el camión que los llevaba, y caer sobre las cajasdel transporte. Pero lo que se quería evitar pudo haber tenido un resultado totalmente contrario. Tras haberloubicado cerca de la frontera francesa en el castillo de Perellada, y en una mina de talco, el presidente Azaña,describe que ya que estaban los Velázquez bajo el comedor y "en un edificio anejo, otro grandepósito....Cuando bombardeaban ...temí que el destino me hubiera llevado a ver el museo hecho una granhoguera". Era urgente la evacuación fuera de España, cuyo gobierno no tenía medios, así pues se pidió ayuda a la Oficina Internacional de Museos. Se formó un comité de salvamento, con la presidencia y secretaría ocupadaspor franceses, pero con la participación de Gran Bretaña, Suiza, Holanda, Bélgica y Estados Unidos,personificadas por prestigiosos y poderosos personajes, desde ministros hasta presidentes pertenecientes a losmás prestigiosos museos, bajo el asesoramiento de Timoteo Pérez Rubio. Las condiciones fundamentales paraello eran: la devolución una vez acabada la guerra a España, y que nunca pudieran ser objeto de embargo. La situación era tan desesperada que hubo que firmar con la luz de cerillas, ya que habían bombardeado elgenerador, y estaban sin corriente eléctrica, y una vez acabadas estas, salir al patio para concluir el tratado a laluz de los faros de un coche. Los cuadros se transportarían en camiones franceses a la sede de las Naciones Unidas y los gastos correríanpor cuenta de este Comité Internacional hasta Ginebra. Las obras irían acompañadas por un delegado español,tres técnicos y una secretaria. A la llegada se abrirían las cajas, se comprobaría el contenido y el recibo se ledaría al delegado del Gobierno español, con el compromiso de devolver las obras cuando se estableciera lapaz. Los 71 camiones conducidos por republicanos hasta la frontera se enfrentaban a las mayores dificultades. Elfin eminente de la guerra, producía una saturación de las carreteras y caminos, de camiones, gente a pie yvehículos de todas clases que huían a Francia, que había además cortado sus fronteras ante tal avalancha,mientras la Aviación alemana, de la legión Cóndor, la Legionaria italiana y la Franquista no paraban debombardear, pese a las peticiones reiteradas de no hacerlo, del Duque de Alba representante del gobierno deFranco en Londres. A lo que se unía el descontrol y la desesperación de soldados republicanos y evacuados dedicados al asalto yel pillaje. Tras múltiples circunstancias, a las que no fueron ajenos los intentos de recuperación de los envíos,ya en Francia, por parte de los franquistas, llegaron a Ginebra. Entonces comenzó otra labor no menos ardua,la de inventariar las obras depositadas, para saber entre otras cosas su estado. El inventario estaría realizadopor un Comité de expertos del grupo de extranjeros, al que se añadía Timoteo Pérez Rubio y José María GinerPantoja, las presiones del nuevo gobierno en el poder hicieron que se les uniera el gran pintor José Mª Sert,nombrado, oficiosamente, delegado por el Gobierno de Burgos. Tras el fin de la guerra, poco después de acabado el inventario de la amplísima cantidad de obras que habíansido depositadas, se pensó en una Exposición de las obras Maestras. La labor de los franquistas quitando elmérito de la evacuación y salvamento a Timoteo Pérez Rubio y el paso al Nuevo Régimen de losconservadores y restauradores, que habían ido comisionados por la Junta Central Republicana, hizo que cadavez estuviera más aislado.

La Exposición, fue concebida como una ofensiva política del nuevo Gobierno Español. Las reacciones no sehicieron esperar, las críticas llovieron de todas partes, sin embargo un acontecimiento de esta categoría eradifícil que fracasara, se cree que llegaron a pasar más de 400.000 personas, durante los tres meses en los queestuvo expuesta y acudiendo a la misma reyes y jefes de estado e incluso el mismo Alfonso XIII. Los ingresos,tras deducir gastos, fueron también importantes, unos 350.000 francos suizos, que pasaron a las cuentas delGobierno de Franco. Pero si bien fue importante la parte económica, no fue menor la propagandística, ya queera una entrada triunfal a en el mundo exterior, a través de la Cultura, del nuevo gobierno. ¡Quien le hubiera dicho a Timoteo, que su labor, acabaría produciendo tanto rédito político a un Régimen, quepudo haber reducido a cenizas, tras los bombardeos del Prado, las joyas mas preciadas del arte mundial, y quefinalmente se adjudicó el salvamento¡ La propaganda decía, que había sido el Gobierno Nacional el que habíasalvado el Patrimonio Artístico Nacional de las manos de los rojos y sus colaboradores. Las Historias siempre se repiten en todas la épocas. Pero aunque momentáneamente sea el vencedor quien la escribe, la Memoria histórica, no sufre nunca de Alzheimer, y acaba poniendo a cada uno en su lugar.




Las Cajas Españolas

Desde noviembre de 1936 hasta septiembre de 1939, lo más selecto del patrimonio artístico español, acumulado a lo largo de centurias, experimentó los azares que le impuso la guerra civil. Tras unos primeros días en que los grupos de incontrolados se ensañaron contra toda clase de objetos artísticos, especialmente los de carácter religioso, el gobierno republicano se impuso sinceramente la tarea de proteger y salvar a toda costa los bienes culturales de la nación. Se creó para ello la Junta de Defensa del Tesoro Artístico, que, presidida durante toda su existencia por el pintor extremeño Timoteo Pérez Rubio, asumió la ingente tarea que se le asignaba.

Cuando, en noviembre de 1936 las tropas nacionales llegaron a las puertas de la capital y comenzaron los bombardeos sobre la ciudad, el gobierno decidió abandonar Madrid y trasladarse a Valencia. Por resolución del Consejo de Ministros, el Tesoro Nacional debía de acompañar en lo sucesivo al gobierno allá donde éste se desplazara. A este fin, se procedió a embalar los cuadros en cajas individuales especialmente fabricadas para contenerlos, y enviarlos a Valencia en pequeñas expediciones.

En las Torres de Serranos se montó una instalación modélica, provista incluso de un eficiente sistema de aire acondicionado, que fue estudiada y admirada por técnicos internacionales. Algunos de ellos declararon que, a su juicio, nunca antes habían estado las obras de arte españolas en mejores condiciones de conservación.

Los avances del ejército nacionalista, que amenazaban con partir en dos la zona republicana, aconsejaron la marcha del gobierno a Barcelona, y, por lo tanto, también la del Tesoro. Las piezas fueron distribuidas entre el Palacio de Perelada, sede del Presidente de la República, el castillo de Figueras y una mina de talco situada en las inmediaciones de la frontera francesa, en La Vajol.

Después, impulsado secretamente por el muralista catalán José María Sert, que era un agente del gobierno de Burgos, se constituyó un denominado Comité internacional para el Salvamento del Tesoro Español del que formaban parte destacadas personalidades culturales internacionales, sin representación italiana ni alemana. Este Comité, se ofreció a custodiar la conducción de las cajas hasta quedar depositadas en los sótanos del Palacio de la Sociedad de Naciones de Ginebra.

En medio de la noche, y acompañados de unos cuantos oficiales de alta graduación, el Ministro de Estado y el propio Presidente de la República, tuvieron que apostarse en la carretera para requisar los camiones necesarios, desalojando de ellos armamento, vituallas e incluso heridos.

El 12 de marzo de 1939 salió de Perpignan el tren especial que transportaba las cajas españolas. El eco que tuvo aquél traslado fue mundial. Se calificó como "el mayor tesoro que se había transportado jamás", y los nueve republicanos que los custodiaban fueron saludados como héroes. Las autoridades suizas solicitaron montar una exposición temporal con las mejores piezas. Franco aceptó. La exposición atrajo a una muchedumbre de visitantes a Ginebra y fue descrita como el suceso artístico del siglo.

La Segunda Guerra Mundial estalló con los cuadros colgados en la sala de exposiciones. La frontera de Francia se cerró dos días más tarde y la movilización general colapsó su red ferroviaria. Milagrosamente, la intervención de Sert consiguió del Ministro francés Monzie un tren especial que recorrió el territorio francés, sin luces, para prevenir los bombardeos, la noche del 6 de septiembre. Tres días después, el 9 de septiembre de 1939, las cajas volvían a atravesar la puerta del Museo del Prado por donde salieran casi tres años antes. Estaban en buenas condiciones y no faltaba ninguna.

(Sinopsis de la película de igual título dirigida por Alberto Porlan)



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