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El Meteorito de Olivenza



19 de junio de 1924, eran las 9 de la mañana cuando los tres hermanos Pacheco Cordero se encontraban recogiendo guisantes en la finca conocida como El Lemus, situada a unos dos kilómetros al Oeste de Olivenza.

Se encontraban ocupados en su trabajo cuando de repente escucharon tres fuertes detonaciones que les hicieron levantar la mirada hacía el cielo, en ese momento vieron como se dirigía hacía a ellos a gran velocidad una gran masa ardiendo envuelta en humo blanco, pero cuando se encontró a poca distancia, realizó un extraño giro que desvió su trayectoria cayendo a unos cinco metros de donde se encontraban.

Todo ocurrió muy rápido, los hermanos quedaron inmóviles, aterrados por lo acontecido, este objeto rompió la raíz de un olivo y formó un cráter en la tierra de medio metro de diámetro, y otro tanto de profundidad, su contorno era cuadrangular.

La fracturación previa al impacto y la del propio impacto generó diversos fragmentos dispersos no solamente alrededor del cráter sino también por otras fincas colindantes, todo ello produjo una gran polvareda, cuando se acercaron para ver la piedra ya se encontraba fría, el fragmento más grande podría tener una masa de entre 60 y 70 kg.

Numerosas personas de distintos lugares fueron testigos del curioso episodio. Los testigos vieron ese día una nuble blanca alargada con forma cónica en el cielo, similar a la cola de un cometa, afirmaron que el fenómeno iba acompañado de fuertes detonaciones sobre un ruido constante que era similar al chirriar de un portón metálico o al traqueteo irregular de una ametralladora. Se pudo ver en gran parte de la comarca oliventina, además también existen testigos que lo vieron en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), Talavera de la Reina (Toledo) ó Castello de Vide (Alentejo), entre otros muchos lugares.

Unos días después se desplazó al lugar el geólogo Lucas Fernández Navarro, comisionado por la Facultad de Ciencias de Madrid para estudiar el fenómeno, pero para entonces ya se encontraba el lugar bastante alterado, estaba el sitio muy pisoteado y la piedra había sido extraída del cráter.

Un año más tarde, en 1925, Fernández Navarro publicó el trabajo [El Meteorito de Olivenza (Badajoz)] en el que afirmaba que un meteorito había caído en Olivenza un año antes, en él se intenta dar respuesta a los interrogantes más comunes, como componentes básicos, morfología y tipo.

Fruto de ese estudio conocemos más sobre este Meteorito, considerado como el más rocoso de los que han caído en la península. En un principio tras los testimonios de algunos testigos se pensó que su trayectoria había sido de NO a SE, pero al conocer nuevos lugares donde cayeron más trozos se terminó afirmando que la trayectoria presentaba un recorrido según una estrecha banda de 2 km de longitud con dirección NNE-SSO

El trozo de mayor tamaño se piensa que en el momento de la caída podría tener unos 60 o 70 kilos de peso, pero parece ser que fue fragmentado intencionadamente.

El meteorito habría estallando en sucesivas explosiones a consecuencia del rápido aumento de temperatura que experimentó en las capas bajas y densas de la atmósfera.

Tras el examen realizado del meteorito, podemos afirmar que se trata de una piedra meteórica del grupo Condritas (son meteoritos pedregosos (rocas), no metálicos, que no han sufrido procesos de fusión o de diferenciación en los asteroides de los que proceden. Representan el 85,7% de los meteoritos que caen a la Tierra)

El meteorito se hallaba compuesto por hierro, magnesio, aluminio, silicio, potasio, calcio, titano, vanadio, cromo, manganeso, cobalto, níquel y estroncio.

“Las superficies frescas de fractura son irregulares y gruesamente granudas, ofreciendo un color gris-ceniza con motas obscuras redondeadas y manchas metálicas irregulares. La piedra es poco tenaz, se desmorona fácilmente al golpe del martillo y se hacen en ella grandes grietas por donde fácilmente se rompe al choque.

Las manchas oscuras—de superficie lisa, y redondeada— corresponden a los condros, que son de dos especies: unos negruzcos, mates, algo hojosos, que están formados por hiperstena; otros vitreos, de un color verde muy obscuro, constituidos por el peridoto. Todos ellos ofrecen pequeñas dimensiones, siendo raros los que pasan de un milímetro.

En cuanto a los granos metálicos, son siempre de contorno irregular, no cristalino, de tamaño variable, pero generalmente mayor que el de los condros, que, sin embargo, rara vez llega al centímetro. Con frecuencia están rodeados de una aureola amarillenta de hidróxído de hierro, sin duda procedente de su alteración”.

En el museo oliventino se puede contemplar un fragmento de este meteorito. Aunque, como en otras ocasiones ha sucedido a lo largo de nuestra historia, el fragmento principal (36’50 kg) salió de Extremadura para engrosar las vitrinas de un museo madrileño. Existen, no obstante, muchos otros fragmentos más pequeños repartidos por museos de Europa y Estados Unidos.

Ernesto Andrade Silva

Cuentan que en Olivenza, desde hace más de cien años, a ningún recién nacido se le bautiza con el nombre de Ernesto, porque éste trae recuerdos negros y legendarios. Recuerdos de uno que dicen que fue asesino y ladrón, y que pertenece a los pequeños miedos de la comarca.

Nace Ernesto Andrade Silva en la calle Pequeña de San Blas, hoy Sta. Catalina, el 9 de marzo de 1.860, siendo bautizado el 14 del mismo mes en la Iglesia Parroquial de Sta. María del Castillo; hijo de Joaquín Andrade trabajador del campo, y de Antonia Silva, naturales de Olivenza.

Según reza la leyenda, desde edad muy temprana se dedicó a robar, al principio cosas de poco valor, con la aquiescencia de su madre, la cual no acertaba a reprenderle; poco a poco estos pequeños hurtos degeneraron en lo que posteriormente sería causa de su procesamiento y ejecución; formando parte de una banda dedicada al asalto de propiedades de la comarca oliventina, llegó a adquirir tal aureola que, los hechos delictivos a él imputados tienen más de fantasía popular que lo correspondiente a la realidad. Capturado en la carretera de Badajoz, en lo que actualmente se conoce por el "Corazón de Jesús", junto a Calixto Romero Coloma el 10.12.1889, por los inspectores de policía Rosendo Alberti y Miguel Molins, acusados del asesinato de Servando Perea Vas, alias "el palomo", se les instruye causa y tras el juicio, en el que se declaran inocentes, el jurado considera a Ernesto culpable y cómplice a Calixto, siendo ambos condenados a muerte por robo con homicidio, si bien Calixto Romero fue posteriormente indultado; la sentencia, que se demoró dos años por la apelación presentada a Madrid mediante el correspondiente recurso de casación, que confirmaría la sentencia de la Audiencia de Badajoz, se cumple el 12.12.1891, permaneciendo las 48 horas anteriores a su muerte "en capilla", asistido, según la costumbre, por los hermanos de la Sta. Casa de Misericordia, los cuales, tras recibir la noticia de su llegada, a través del Juzgado, acuerdan en sesión celebrada el 9.12.1891 lo siguiente:

- "Que el proveedor acuda al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros con
objeto de obtener el indulto".
- "Que la población se divida en cuatro cuarteles y a cada uno vayan dos hermanos
a pedir limosna con espuerta y campanilla".
- "Que la capilla sea ornamentada".
- "Que durante la permanencia del reo en capilla dos hermanos le acompañen cada
dos horas".
- "Que al entrar el reo en capilla esté en ella toda la Hermandad, con todas mis
insignias, acompañándolo así al patíbulo".
- "Que los alimentos y demás necesidades sean sufragados por la Sta. Casa".
- "Que las comidas sean llevadas por la Hermandad a la capilla y servidas por sus
miembros".
"Que el proveedor y escribano cuiden de que esto se cumpla y cuiden también del otorgamiento de testamento y su fiel cumplimiento.

Asimismo, el provedor Carlos Moreno, en carta fechada el 10.12.1891, pide al Arcipreste de Olivenza el nombramiento de un capellán que acompañase a la cofradía en los actos a celebrar en el enjuiciamiento del reo, el cual nombra para tal efecto a Luis Hernández Pecellín.

Las gestiones realizadas por la Hermandad para la obtención del indulto de Ernesto resultan infructuosas, como así lo confirman los telegramas enviados a diversas persona¬lidades, a saber: Eduardo Baselga, diputado a Cortes, Luis Pérez de Guzmán, Antonio Cánovas, presidente del Consejo de Ministros, al embajador de Portugal, Arsenio Martínez Campos, como tampoco las del Ayuntamiento encontraron eco alguno en el caso de Ernesto Andrade, ya que el resto de la banda había sido indultado. El porqué de la no concesión del indulto a éste se podría explicar por la situación política creada por los dos partidos alternantes en el poder, el conservador y el liberal, que se acusaban mutuamente de los desórdenes del país y las pocas soluciones dadas para evitarlas; Ernesto quedaría como "chivo expiatorio" de esta lamentable situación, víctima de la decisión salomónica del gobierno.

Los dos días que el preso pasó en capilla supusieron una febril actividad por parte de los hermanos de la Sta. Casa, los cuales y en sesión celebrada el 13.12.1891 hacen constar en Acta lo sucedido en esos días:

Días 11, 12
"La cofradía sale de la Sta. Casa, con todas sus insignias, con dirección a la cárcel de este partido, situada en el Castillo de esta población, denominada "Torre del Omenage", y en la sala de visitas, constituida en capilla, entró la cofradía y allí estuvo hasta la llegada del reo, mientras el juzgado se encontraba en una sala inmediata; compareció el reo y se dio lectura, por parte del juez, al acta de sentencia seguida contra el reo Ernesto Andrade Silva por el robo y asesinato cometidos por el expresado en la carretera que va de Olivenza a la ciudad de Badajoz, en unión de Calixto Romero, que había sido indultado anteriormen¬te; tras leer la sentencia el reo se tiró al suelo con la intención de matarse; el provedor lo recogió y sentándolo en una silla le daba palabras de consuelo.
El reo se dirige al juez haciendo manifestaciones y cargos terribles, referentes a hechos que decía habían sucedido durante el sumario; el provedor consigue llevarse al reo a la capilla donde quedó a las 9 de la mañana y le dice que se encomiende a Dios, retirándose la cofradía quedando el preso en compañía del cura-párroco de Sta. María del Castillo.

A las nueve y media los hermanos de la Sta. Casa le llevaron la comida, y a las 12 el almuerzo.

El reo pide que desea contraer matrimonio con una gitana; se telegrafía al señor obispo y éste concede el oportuno permiso; a las cinco de la tarde contrajo matrimonio con Victoria Suárez Silva, natural de la Nava de Mérida y confiesa con el párroco de Sta. María Magdalena Manuel Camacho, despidiéndose así mismo de la recién desposada; a las seis de la tarde otorgó testamento y media hora más tarde se le suministró la cena.

A las doce de la noche se hacen cargo de él el provedor, Carlos Moreno y Francisco Bancés, celebrándose la misa en la capilla a las dos de la madrugada, para darle la comunión, aunque se muestra un poco refractario a los consuelos de la religión (esto echaría por tierra lo que cuenta la leyenda, que dice lo pusieron debajo del umbral del cementerio para que todo el mundo lo pisara, ya que al entrar en el seno de la Iglesia sería debidamente enterrado).

A las siete y media de la mañana del día 12 entraron los verdugos, venidos de Cáceres y Sevilla, para ponerle la ropa y atarle brazos y manos.

A las ocho, se presenta la Hermandad de la Misericordia para acompañar al reo al
patíbulo, llevando todas sus insignias; delante el guión, un hermano con la Cruz y
campanilla; detrás el escribano, al lado del reo; siguiendo, en dos alas, la cofradía con faroles encendidos; cerrando la fila un hermano con el señor Crucificado (utilizado también por la Hermandad en las procesiones de Jueves Santo), y cuatro faroles alumbrando la imagen y por último, el provedor. El reo fue conducido hasta el patíbulo en carro, puesto que, al ser ejecutado a garrote vil, no lo podía acompañar a la "tumba"; al llegar a éste y bajando del carro, se abraza al provedor pidiéndole que ruegue por su alma, ayudándole éste y el presbítero Federico Liña a subir las escaleras (el patíbulo se encontraba situado detrás del Cuartel de Caballería, donde hoy se encuentra el Centro de Salud de Olivenza.

La muerte se produjo hacia las nueve menos veinte, quedando expuesto su cuerpo hasta las cuatro de la tarde, que fue recogido por la Hermandad y llevado al cementerio rural".

Sus últimas palabras fueron:

"Muero inocente, me matan por dinero; madres que tenéis hijos, miraos en este espejo y educadlos bien".

Podemos decir que con estas palabras quedó Ernesto sentenciado al olvido, pues aparte de que ningún oliventino puso este nombre a sus hijos, éste era utilizado como ejemplo de maldad, como lo corroboran los testimonios orales que coinciden haber oído, en alguna ocasión a sus familiares: “nunca toques lo que no es tuyo, pues te sucedería lo que a Ernesto”.

FUENTE: Emilia Alburquerque Álvarez. Saber Popular. Revista Extremeña de Folklore, nº 10. 1997.