La Batalla de La Albuera se enmarca en las Guerras Napoleónicas. El encuentro se libró el 16 de mayo de 1811. Combatieron fuerzas aliadas compuestas por tropas españolas y anglo-portuguesas contra el ejército del Imperio Francés, incluyendo un regimiento polaco del Ducado de Varsovia, al mando de mariscal Soult.
Las fuerzas anglo-portuguesas quedaron al mando del mariscal Sir William Beresford; las fuerzas españolas estuvieron bajo el mando del general Joaquín Blake. El encuentro acabó sin una victoria clara para ninguno de los dos bandos después de una lucha sangrienta, aunque generalmente se acepta como una victoria táctica del ejército anglo-hispano-portugués. Los datos de combatientes y de bajas aún son discutidos.
Trasfondo
Wellington pasó el invierno de 1810-1811 manteniendo la línea de fortificaciones de Torres Vedras que protegían Lisboa. Las tropas francesas bajo el mando de André Masséna invernaron frente a esta líneas, mostrándose incapaces de tomarlas al asalto y de incluso autoabastecerse, por lo que, en marzo de 1811 Masséna reconoció lo insostenible de su situación y puso rumbo a la frontera española, hacia la fortaleza de Ciudad Rodrigo, punto estratégico en el camino desde España hacia Portugal por Salamanca. Masséna dejó una pequeña fuerza de guarnición en la fortaleza portuguesa de Almeida. La combinación del duro invierno en Torres Vedras, las privaciones y la apresurada retirada destruyeron prácticamente la capacidad combativa del ejército de Massena.
Al sur del río Tajo, la fortaleza portuguesa de Elvas y la española de Badajoz se asentaban sobre la ruta principal de Portugal a Madrid. Las operaciones francesas en esta área estaban bajo la responsabilidad de Soult, el cual también permanecía ocupado en otras partes. En enero de 1811 Soult aligeró las fuerzas ocupadas en el sur de la península para disponer de una fuerza mayor con la que dirigirse a Badajoz, que cayó el 10 de marzo de 1811 (supuestamente como resultado de una traición más que debido a las operaciones militares).
Las ciudades fortificadas eran particularmente importantes debido al pobre estado de las cominicaciones terrestres en la Península Ibérica, que dificultaban los movimientos y complicaban la logística necesaria para transportar y abastecer tropas de asedio.
Wellington comprendió que era necesario controlar las cuatro fortalezas mencionadas (Ciudad Rodrigo, Almeida, Elvas y Badajoz) para proteger a Portugal de una futura invasión y autorizó el movimiento del ejército anglo-portugués hacia España. Dividió sus fuerzas para intentar tomar simultáneamente Almeida y Badajoz. Un ejército de 20.000 hombres (10.000 de los cuales eran británicos) al mando de Beresford se destinaron al asedio de Badajoz mientras Wellington se dirigió con más o menos el doble de efectivos hacia Almeida.
Wellington no disponía de un tren de asedio, así que se limitó a bloquear Almeida manteniendo una fuerza de cobertura al Este. El ataque de Massena a esta posición se saldó con la derrota francesa en la Batalla de Fuentes de Oñoro, el 5 de mayo de 181. Como resultado de la misma los franceses evacuaron Almeida el 11 de mayo. En uno de los episodios más humillantes de la historia del ejército británico, toda la guarnición de la plaza se escurrió entre las líneas de bloqueo sin perder un solo hombre y sin que se diese la alarma.
Mientras tanto, Beresford intentaba reunir una especie de tren de asedio con los cañones de la fortaleza de Elvas y comenzó las operaciones de asedio contra Badajoz el 8 de mayo de 1811. Soult se puso en marcha en socorro de la plaza con unos 24.000 hombres mientras, más al Sur, el general Joaquín Blake desembarcaba en la provincia de Huelva con 8.000 españoles desde Cádiz en un destacable movimiento anfibio y se puso en marcha para unirse a Beresford. El ejército aliado se puso en marcha a lo largo de la carretera Sevilla-Badajoz hacia La Albuera.
El Mariscal Soult intentaba estorbar la reunión del ejército aliado y trataba de llegar a tiempo para evitar que el ejército de Blake, que venía del sur, paralelo al eje de su marcha, pudiera incorporarse al resto de los aliados, para lo cual quería interceptarlo entre Almendral y La Albuera con un movimiento lateral.
Por su parte, el campo de batalla había sido elegido por Wellington y como la reunión de los aliados no se efectuó hasta la noche del día 15, no dio tiempo a practicar obras de trincheras ni a preparar el campo, toda vez que los soldados venían rendidos por largas marchas.
El 15 de mayo, un destacamento de la caballería de Beresford de unos 2.500 jinetes fue expulsado de la orilla derecha del río Albuera con relativa facilidad por la caballería francesa. El brigadier británico Robert Long fue relevado del mando debido a este fracaso. A primeras horas del día 16 de mayo de 1811 las fuerzas españolas de Blake y las angloportuguesas de Beresford se unieron (dato desconocido por Soult) y se desplegaron al Sur de la posición.
Los ejércitos enfrentados
Beresford comandaba un ejército compuesto por la 2ª División (5.500 efectivos) bajo el General William Stewart, la 4ª División (4.500) bajo el mando del general Lowry Cole, la División Portuguesa (4.800) del general John Hamilton, una Brigada portuguesa (1.400) bajo el coronel Richard Collins y una Brigada de la King's German Legion (KLG)[2] (1.100) al mando del general Charles von Alten. El general William Lumley lideraba la caballería angloportuguesa compuesta por tres regimientos británicos (1.250) y 850 jinetes portugueses. Se disponía de dos baterías de artillería británicas, dos de la LAR y dos portuguesas bajo el mando de Alexander Dickson.
El ejército español, comandado por los generales Francisco Javier Castaños y Joaquín Blake, estaba compuesto por las Divisiones de Infantería de los generales Lardizábal (2.400), Ballesteros (3.500) y Zayas (4.900), la brigada independiente de Carlos de España (1.800), las brigadas de Caballería de Loy y Penne Villemur (1.900) y de dos baterías de Artillería.
El ejército de Soult estaba compuesto por las divisiones de infantería de Jean-Baptiste Girard (4.200), Honoré Gazan (4.200), las potentes brigadas de Werlé (5.600) y Godinot (3.900), las división de dragones de Latour-Maubourg (2.800), caballería ligera adicional (1.200) y 48 piezas de artillería al mando de Ruty.
Despliegue
Beresford desplegó a sus tropas ocupando las alturas que se desarrollan desde La Albuera hacia el sur, teniendo detrás la ribera de Valdesevilla y delante la de Chicapierna, dando frente al camino de Sevilla. Situó el ala izquierda y el centro detrás del pueblo, siguiendo un arco que partía de la ribera de La Albuera y extendiendo el ala derecha por las alturas de las casillas de Gragera en dirección a Capela.
El centro de la línea de batalla aliada estaba formado por la División de Steward, en la que combatían también tropas portuguesas del teniente general A. Luiz Fonseca. El pueblo de La Albuera quedó ocupado por la brigada ligera de Charles von Alten, perteneciente a la KGL. A Alten se le encargó la tarea de mantener la defensa de los puentes, misión para la que estría apoyado por la caballería portuguesa al mando de Olway, que formó a su retaguardia, así como por unas piezas artilleras, emplazadas detrás de la iglesia.
El ala izquierda la constituían la División portuguesa de Hamilton y la División de Cole, que llegaría al campo de batalla procedente del de Sitio de Badajoz.
El ala derecha, dando frente al camino real de Sevilla, estaba formada por las tropas españolas bajo el mando de Blake. Se desplegó en primera línea a la división de Ballesteros y a continuación la de Lardizábal. Detrás se situó en segunda línea la división de Zayas. A las tropas de Blake se unieron las de Castaños, mandados por el general Carlos de España, que se situaron a sus flancos.
Al extremo del ala derecha se colocó la caballería española, también en dos líneas: la primera la de Castaños, al mando de Penne-Villemur, y la segunda la de Blake, a las órdenes del brigadier Loy y el coronel Manon.
Al extremo del ala izquierda se desplegó la caballería británica bajo el mando del general William Lumley.
Por último, de la División portuguesa de Hamilton se separó una brigada para formar la reserva del dispositivo aliado.
El Plan de Batalla
La intención de Beresford era caer sobre las avanzadas francesas que quisieran apoderarse de los dos puentes: el situado junto al pueblo, inmediato a la desembocadura del Chicapierna en el Nogales, y otro entonces existente aguas abajo. Debía, para impedirlo, lanzar a la carga su caballería desde las lomas y batir el grueso del ejército enemigo en los llanos del Prado y la Dehesa que habían de cruzar para llegar al pueblo, teniendo asegurada una posible retirada, por Valverde de Leganés, hacia Portugal.
Sin embargo, Soult, que era un magnifico táctico, trastocó todo el plan alido. Soult pensaba que Blake no había llegado aún al campo de batalla y se dispuso a cortarle el paso, colocándose en su ruta de concentración entre Almendral y La Albuera. Para ello concibió una finta seguida de una amplia maniobra de flanqueo en dirección Sur, contra el ala derecha angloportuguesa para interponerse entre la posición de Beresford y la que pensaba que ocupaba Blake en ese momento.
Para llevar a cabo la finta, Soult ordenó al general Godinot que con su brigada y cinco escuadrones de caballería, al mando del general Briche, fingiera un ataque contra el pueblo. Mientras tanto él, con la mayor parte del ejército, atacaría por el Sur, trabando una batalla en orden oblicuo que sorprendiera al dispositivo defensivo aliado, al propio tiempo que con su caballería envolvía por la espalda al enemigo, cortándole la retirada hacia Portugal.
La finta de Soult sobre La Albuera
Cuatro compañías de Ulanos (lanceros polacos) cruzaron el río Albuera. Los británicos respondieron desplegando dos escuadrones de dragones del 3º Dragoon Guards. El primer escuadrón fue dispersado por dos compañías polacas pero el segundo contraatacó y forzó a los lanceros a retirarse de nuevo a la otra orilla.
El ataque de la brigada de Godinot a La Albuera a través del puente sobre el río homónimo, aunque concebido únicamente como una finta que fijase a los aliados mientras el grueso del ejército francés maniobraba hacia el flanco derecho aliado, estaba provocando numerosas bajas en el bando francés, cuyas tropas fueron sometidas a un continuo bombardeo por parte de la artillería portuguesa. A pesar de ello, Godinot expulsó a la brigada de Alten (KGL) del pueblo.
Los generales aliados, como se ha visto, esperaban un ataque frontal o sobre la izquierda de su línea, es decir, sobre los puentes, calculando que Soult pretendía abrirse paso hacia Badajoz directamente, y los hechos parecían confirmar que así sería gracias tanto a la maniobra de distracción iniciada por Godinot como al fuego de una batería de grueso calibre que empezó a cañonear La Albuera.
Sin embargo, un oficial de Zayas, Schépeler, que se encontraba desayunando junto a él, mientras todos oteaban el sector donde avanzaban las tropas de Soult, dirigió su catalejo hacia el Sur y, percibiendo entre el carrascal el brillo de las bayonetas francesas, exclamó: "De allí es de donde vienen: por allí atacan", haciendo volver a todos la cabeza en la dirección señalada. Blake le ordenó que galopara hacia la última colina de la loma y, desde allí, vio la cabeza de las columnas que descendían por el otro lado del Nogales. Volvió a galope e hizo señales a Zayas.
Los generales aliados todavía dudaban. El propio Beresford, al que le parecía muy temerario que Soult se arriesgara a perder el dominio del camino de Sevilla, cabalgó con Schepeler hacía la colina donde pudo comprobar la veracidad del informe.
La batalla, contrariamente a lo esperado, se iba a desarrollar en orden oblicuo, muy osado para los atacantes, de no ser dirigida, como en este caso, por un táctico eminente, y muy peligrosa para los atacados, que se veían obligados a descomponer su formación y cambiar de frente, con el peligro de ser envueltos y cortado el camino de retirada.
El ataque de flanco francés
Beresford se dispuso a redesplegar sus fuerzas para evitar un ataque de flanco. Todo el ala derecha tendría que girar adoptando un dispositivo de martillo para hacer frente a las divisiones de Girard y de Gazan que avanzaban apoyados por la carga de la caballería de Latour-Maubourg sobre la extrema derecha del ejército aliado. Detrás de las divisiones de Girard y Gazan, se movía la reserva de infantería del general Werlé.
Se ordenó a las unidades españolas encararse hacia el Sur. La 2ª División británica, desplegada tras La Albuera, fue reemplazada por la División Portuguesa de Hamilton y mandada hacia el Sur donde se desplegó en escalón, es decir algo retrasada, a la derecha de las tropas españolas. Con este redespliegue se pretendía extender el flanco derecho Aliado hacia el Oeste. La 4ª División, bajo el mando de Cole, quedó en reserva. A pesar de las órdenes, Blake se negó a encarar sus tropas hacia la derecha porque estaba convencido de que el ataque principal francés sería sobre la Albuera en el centro. Sin embargo, por propia iniciativa, el general Zayas sí encaró sus batallones hacia el Sur.
Cuando el V Cuerpo francés de Girard comenzó su ataque sobre el ala derecha aliada sólo cuatro batallones de la División de Zayas estaban alineados para enfrentarse al mismo. Los flancos del V Cuerpo estaban cubiertos por artillería a caballo, la caballería francesa marchaba a la izquierda y los hombres de Werle detrás. La caballería francesa, a medida que progresaba su infantería se iba abriendo a su izquierda para abarcar todo el campo español y dominar la vaguada del Valdesevilla, con la vista puesta en el camino de Valverde.
Entretanto, proseguía la inicial maniobra de distracción de Briche y Godinot, presionando sobre los puentes y cañoneando incesantemente al pueblo.
La línea española detiene el asalto de las columnas francesas [editar]Los franceses quedaron sorprendidos cuando advirtieron que los españoles le oponían una línea frontal, por la rápida maniobra de martillo ejecutada por Zayas, con la cual no contaban.
Por otra parte, Soult se había confiado y dejó avanzar sólo a Girard con las dos divisiones, reteniendo junto a sí a Gazán, que, a la vez, era su jefe de Estado Mayor. Girard detuvo sus columnas para cambiar su formación, paralización que dejó sin apoyo a su caballería, permitiendo que a la española, muy inferior en número, la reforzara la anglo-portuguesa, de Lumley, que tomó el mando de toda el arma.
Tampoco supo Girard desplegar a las dos divisiones, constreñidas por la estrechez del campo en que se movía, teniendo que acudir personalmente Soult y Gazan. Sin embargo, su ataque fue violentísimo, secundado por una gran masa de artillería, que se había emplazado en las alturas que dividen la horquilla del Nogales y el Chicapierna. Se produjo un intenso tiroteo entre los franceses y los españoles al mando de Zayas, que lucharon tenazmente y resistieron el embate francés. El resultado de este primer asalto, en el que los hombres de Zayas y Ballesteros resistieron bravamente la acometida, se saldó con gran número de bajas por ambas partes y, batida la vanguardia francesa, que no logró imponer su masa, en la que siempre confiaban los imperiales, el paso a la formación en línea se efectuó con cierto desorden, pereciendo el general francés Pepín y quedando fuera de combate los generales Maranzon y Brayer. Después también había de caer herido el propio Gazan.
Contra todo pronóstico, la línea española se mantuvo firme e incluso forzó a la división de cabeza francesa a detenerse, resistieron el primer ataque francés hasta la llegada de la infantería británica. El humo y la ansiedad del combate provocaron un episodio de "fuego amigo" cuando la infantería británica disparó contra las espaldas de sus aliados españoles haciendo que éstos recibiesen disparos de frente, por lo franceses, y de espaldas por los británicos.
Por tanto, la División española bajo Zayas, a pesar de la superioridad numérica francesa, realizó un papel brillante, decisivo para la victoria aliada, arrojando un mortal fuego de mosquete sobre los 14.000 franceses que avanzaban hacia ellos mientras Beresford enviaba refuerzos.
La densa formación francesa fue destrozada por las descargas de mosquetería de las divisiones de Zayas, Houghton, Abercrombie y Cole. La artillería aliada causó aún más estragos que los mosquetes.
Las tropas de Zayas sufrieron un 30% de bajas pero se mantuvieron firmes luchando hasta que se les ordenó retirarse para descansar y reabastecerse. Posiblemente la División de Zayas, compuesta por los regimentos de Reales Guardias Españolas y Reales Guardias Valonas, Irlanda, Legion Extranjera, Ciudad Real, Toledo y Patria, estaba entre las mejores del ejército español de la época. Según se expone en britishbattles.com, el desempeño de los batallones de Zayas en la Batalla de la Albuera "merece más reconocimiento del que recibe. La Guerra Peninsular es un evento de gran importancia en la tradición del ejército británico. Es una pena que mucha de esa tradición sea anti-española más incluso que anti-francesa".
La destrucción de la brigada de Colborne
La línea española se vio muy comprometida y, al avanzar la brigada del general España, para cambiar de frente, azotada por el fuego de la gran batería francesa, hubo de ceder terreno, que Zayas se apresuró a ocupar con el regimiento de Irlanda.
La división de Stewart y una batería de la KGL se movieron para apoyar a los españoles de Zayas. Stewart ordenó a la brigada del teniente coronel John Colborne que se desplazara hacia la izquierda de la línea describiendo un arco de forma que pudiese disparar al flanco izquierdo de las columnas francesas.
Tomadas en un mortal fuego cruzado, las columnas francesas comenzaron a flaquear y Stewart ordenó una carga con la brigada de Colborne que venía en columnas de compañía de a tres, con el propósito de atacar la batería que tantos estragos estaba causando. Habría querido el Colborne cambiar su formación a orden de batalla, pero la impaciencia imprudente de su general no se lo permitió y quedó expuesto a la carga de la caballería de Latour-Maubourg que protegía la artillería francesa y de cuya existencia Stewart no se había apercibido.
Latour-Maubourg lanzó a sus lanceros polacos y al 10º regimiento de húsares contra Colborne. Tres regimientos británicos (3º, 2/48º y el 66º Regimiento de línea) quedaron expuestos en línea y de flanco, la peor formación posible, a la carga de la caballería francesa quedando, prácticamente, aniquilados. El cuarto regimiento de la brigada de Colborne (31º regimiento de línea) pudo formar a tiempo un cuadro de infantería que lo salvó de la destrucción a manos de los lanceros polacos y húsares franceses. Los ulanos capturaron cinco banderas regimentales y cinco cañones de la batería de la KGL.
A continuación los polacos se lanzaron a por la brigada de Carlos de España y a por el personal de Beresford, amenazando a la posición de Zayas por la espalda. Las divisiones de Lardizábal y Ballesteros escaparon del ataque. Zayas, meritoriamente, afrontó el nuevo asalto sin dejar de arrojar descargas de mosquetería sobre las tropas de Girard, una acción que muy probablemente salvó al ejército aliado de la destrucción.
El 29º regimiento de línea británico, perteneciente a la brigada de Houghton, abrió fuego sobre los dispersos lanceros polacos por lo que gran parte de ese fuego fue a impactar contra los apretados batallones de Zayas.
Dos escuadrones del 4º regimiento de dragones británico se lanzaron contra los polacos, pero Latour-Maubourg envió a sus húsares a la refriega y forzó la retirada de los dragones. Las fuentes británicas afirman que los lanceros polacos rehusaron aceptar la rendición de la infantería y que deliberadamente alancearon a los heridos allí donde los encontraban. De cualquier modo, lo cierto es que de los 1.250 hombres que componían los tres primeros regimientos de la brigada de Colborne sólo la mitad fueron tomados prisioneros.
El ataque francés se dirigió ahora hacia la brigada de Houghton, perteneciente a la 2ª División británica y compuesta por los regimientos 29º, 1/48º y el 57º de línea. Había estallado un temporal y la niebla, el humo y el aguacero confundieron a los ingleses que creyeron que la caballería que se les vino encima era la española. El coronel Inglis, al mando del 57º de línea, fue herido de gravedad y, mientras lo retiraban del campo repetía: ¡Die hard!, ¡Die hard! (¡Morid peleando!).[4]
La enérgica carga francesa los desbarató y se introdujo entre las líneas españolas, sufriendo ataques el propio general España y el oficial Schépeler. Algunos grupos de jinetes imperiales lograron llegar hasta el puesto de mando del general en jefe, Beresford, que estuvo a punto de ser derribado por la lanza de un polaco, al que mató un granadero de la escolta del general.
No obstante, a pesar de sufrir graves pérdidas, la brigada de Houghton mantuvo la posición.
En conjunto, la División de Stewart sufrió un 52% de bajas. La efectividad de los lanceros polacos hizo que el ejército británico convirtiese algunos regimientos de caballería en lanceros después de Waterloo.
El ataque de flanco de Soult fracasa
Envalentonado por la dura acción de su caballería contra los ingleses, Gazan se abrió paso con su división, acometiendo, siempre en columna y batiendo tambores, la línea española. El general Beresford pensó un momento en abandonar la loma, donde se mantenían las brigadas de Houghton y Abercromby, además de los restos de la brigada de Colborne, dado que a los hombres de Zayas se les había ordenado replegarse a segunda línea.
Para entonces, las tropas de Girard y Gazan se habían convertido en una masa ingobernable de muchas filas de profundidad. Generalmente, la infantería británica formada en línea de dos filas de profundidad podría haberse encargado en poco tiempo de la desorganizada masa de infantería francesa, dado que sólo las dos o tres primeras filas de las apretadas tropas francesas hubiesen podido responder al nutrido fuego británico, pero la artillería de apoyo francesa disparaba de flanco contra la delgada línea británica causando graves pérdidas, entre ellas, la de Houghton, que resultó muerto.
Hasta el momento la batalla no había ido del todo mal para los franceses. No obstante, Soult, ya apercibido de que las fuerzas angloportuguesas de Beresford se habían reunido con las españolas de Blake, se mostró reacio a empeñar sus últimas reservas para asegurar la victoria.
Con la incapacidad de Soult para actuar decisivamente y la negativa de ambos bandos a abandonar la mutua carnicería continuaba.
Beresford, que había escapado por los pelos del lancero polaco, parecía haberse olvidado de la 4ª División de Cole que se manteía en reserva, pero el coronel Harding rogó a su superior, el general Cole, que se emplease la división bajo su mando en la batalla, a sabiendas de los riesgos que ello suponía para una eventual retirada.
Así se hizo, y la entrada en línea de la 4ª División de Cole, avanzando desde el puesto de reserva hacía la extrema derecha para impedir que la caballería enemiga rompiera la línea aliada, supuso un refuerzo decisivo que presentó un frente compacto contra los intentos franceses, convirtiendo definitivamente el ataque de flanco planteado por Soult, en una batalla en línea.
Como respuesta Soult se vio obligado a apoyar su ataque con la propia reserva, mandada por el general Werlé, y destacó hacia su izquierda a dos batallones para oponerse a la división angloportuguesa de Cole que se extendía por aquel flanco, pero como los españoles de Blake se habían mantenido firmes, los 4.000 hombres de refresco de Cole pudieron imponer la iniciativa.
El final
Los hombres de Cole, formados en línea de dos filas con cuadros de infantería en ambos flancos, integrados por las fuerzas convergentes de las compañías ligeras británicas y portugesas (Loyal Lusitanian Legion) repelieron una carga masiva de dragones franceses y ulanos polacos.
Posteriormente, durante unos 20 minutos, mantuvieron un intercambio de fuego de mosquetería con las tropas de Werlé. Los franceses persistían en sus ataques en masa, de gran efecto moral y arrollador, pero de escasa potencia de fuego, sólo vomitado por la cabeza de columna, sufriendo en cambio el de los aliados, desplegados en orden abierto, que graneaban a los atacantes. El general portugués Sousa Sequeira, que asistió a la batalla siendo alférez, comentó que "los muertos franceses yacían tendidos en tierra, continuando la formación que mantuvieron en vida".
La infantería francesa, duramente castigada a lo largo de toda la jornada, iba agotando su capacidad de combate cuando los británicos lanzaron una carga a bayoneta. Una vez dada cuenta de la brigada de Werlé, los hombres de Cole cayeron sobre el flanco del V Cuerpo francés.
La brigada del teniente coronel Myer y la brigada portuguesa del general Harvey se distinguieron especialmente en esta jornada. Ambas brigadas resistieron el empuje de la caballería polaca, a cuyos escuadrones lograron diezmar.
Desde aquel momento, las columnas francesas empezaron a perder terreno, retrocediendo al abrigo de su reserva y de la gran batería artillera, dirigida con enorme eficacia por el general Ruty. Cuando, en un intento de reacción, cayó muerto el jefe de la reserva francesa, general Werlé, se inició una disciplinada retirada, que no se desmoralizó gracias a la experiencia y acierto de Latour-Maubourg, que seguía imponiendo respeto a los aliados con sus jinetes, y a la sangre fría de Ruty, que repasó ordenadamente con sus piezas el curso del río Nogales. Al fin, los franceses abandonaron la lucha terminando con el mortal encuentro.
Resultados
La batalla terminó con un resultado indeciso después de un baño de sangre. La caballería polaca de Soult había destruido toda una brigada británica. Los españoles habían repelido uno de los mayores ataques de infantería de la guerra causando graves pérdidas a los franceses. Los franceses admitieron pérdidas cifradas en 6.000 hombres, aunque probablemente las bajas estarían entre los 7.000 y 8.000. Los británicos perdieron 4.100, los portugueses 400 y los españoles 1.400 hombres. Ambos bandos se atribuyeron la victoria.
Beresford ganó la batalla pero su desarrollo táctico se considera tan lamentable que se dice que fue el responsable del gran número de víctimas, si bien la victoria es imputable a los demás mandos que integraban el ejército aliado. Los generales españoles desempeñaron un buen papel, especialmente Zayas, a quien les cabe gran parte del mérito en la victoria.
Consecuencias
El resultado de la batalla tuvo poco efecto en el curso general de la guerra. Generalmente se acepta que se trató de una costosa victoria táctica aliada de la que no se pudo o se supo sacar partido a nivel estratégico.
Beresford no supo explotar el éxito y no volvió a sitiar la ciudad de Badajoz, ocupada por tropas francesas. Se ciñó a mantener a distancia el bloqueo de la ciudad. Soult tampoco pudo cumplir su propósito de socorrer a la guarnición francesa de Badajoz. Se mantuvo en sus posiciones al día siguiente, sin que ninguno de los ejércitos que se observaban, se atreviera a reanudar la lucha, quizá por el mutuo quebranto sufrido.
El día 18 de mayo, el mariscal Soult inició la vuelta hacia Andalucía, de donde había partido, sin ser estorbado. Llevaba la protección muy eficaz de de su caballería. La caballería española, comandada por Penne-Villemur, hostigaba su retaguardia pero poco más hizo que capturar a algunos rezagados. El mariscal Soult se quedó en Llerena y el resto del ejército en Villagarcía y Usagre.
El asedio de Badajoz, por parte de las tropas de Beresford, se tuvo que abandonar posteriormente cuando las tropas del mariscal Marmont se unieron a las de Soult.
Tuvieron que pasar diez meses de la batalla de La Albuera para que, el 16 de marzo de 1812, tropas angloportuguesas al mando de Wellington se presentaran ante las puertas de Badajoz, que tomaron al asalto en la noche del 6 al 7 de abril del 1812 en la Batalla de Badajoz
FUENTE: WIKIPEDIA
Las fuerzas anglo-portuguesas quedaron al mando del mariscal Sir William Beresford; las fuerzas españolas estuvieron bajo el mando del general Joaquín Blake. El encuentro acabó sin una victoria clara para ninguno de los dos bandos después de una lucha sangrienta, aunque generalmente se acepta como una victoria táctica del ejército anglo-hispano-portugués. Los datos de combatientes y de bajas aún son discutidos.
Trasfondo
Wellington pasó el invierno de 1810-1811 manteniendo la línea de fortificaciones de Torres Vedras que protegían Lisboa. Las tropas francesas bajo el mando de André Masséna invernaron frente a esta líneas, mostrándose incapaces de tomarlas al asalto y de incluso autoabastecerse, por lo que, en marzo de 1811 Masséna reconoció lo insostenible de su situación y puso rumbo a la frontera española, hacia la fortaleza de Ciudad Rodrigo, punto estratégico en el camino desde España hacia Portugal por Salamanca. Masséna dejó una pequeña fuerza de guarnición en la fortaleza portuguesa de Almeida. La combinación del duro invierno en Torres Vedras, las privaciones y la apresurada retirada destruyeron prácticamente la capacidad combativa del ejército de Massena.
Al sur del río Tajo, la fortaleza portuguesa de Elvas y la española de Badajoz se asentaban sobre la ruta principal de Portugal a Madrid. Las operaciones francesas en esta área estaban bajo la responsabilidad de Soult, el cual también permanecía ocupado en otras partes. En enero de 1811 Soult aligeró las fuerzas ocupadas en el sur de la península para disponer de una fuerza mayor con la que dirigirse a Badajoz, que cayó el 10 de marzo de 1811 (supuestamente como resultado de una traición más que debido a las operaciones militares).
Las ciudades fortificadas eran particularmente importantes debido al pobre estado de las cominicaciones terrestres en la Península Ibérica, que dificultaban los movimientos y complicaban la logística necesaria para transportar y abastecer tropas de asedio.
Wellington comprendió que era necesario controlar las cuatro fortalezas mencionadas (Ciudad Rodrigo, Almeida, Elvas y Badajoz) para proteger a Portugal de una futura invasión y autorizó el movimiento del ejército anglo-portugués hacia España. Dividió sus fuerzas para intentar tomar simultáneamente Almeida y Badajoz. Un ejército de 20.000 hombres (10.000 de los cuales eran británicos) al mando de Beresford se destinaron al asedio de Badajoz mientras Wellington se dirigió con más o menos el doble de efectivos hacia Almeida.
Wellington no disponía de un tren de asedio, así que se limitó a bloquear Almeida manteniendo una fuerza de cobertura al Este. El ataque de Massena a esta posición se saldó con la derrota francesa en la Batalla de Fuentes de Oñoro, el 5 de mayo de 181. Como resultado de la misma los franceses evacuaron Almeida el 11 de mayo. En uno de los episodios más humillantes de la historia del ejército británico, toda la guarnición de la plaza se escurrió entre las líneas de bloqueo sin perder un solo hombre y sin que se diese la alarma.
Mientras tanto, Beresford intentaba reunir una especie de tren de asedio con los cañones de la fortaleza de Elvas y comenzó las operaciones de asedio contra Badajoz el 8 de mayo de 1811. Soult se puso en marcha en socorro de la plaza con unos 24.000 hombres mientras, más al Sur, el general Joaquín Blake desembarcaba en la provincia de Huelva con 8.000 españoles desde Cádiz en un destacable movimiento anfibio y se puso en marcha para unirse a Beresford. El ejército aliado se puso en marcha a lo largo de la carretera Sevilla-Badajoz hacia La Albuera.
El Mariscal Soult intentaba estorbar la reunión del ejército aliado y trataba de llegar a tiempo para evitar que el ejército de Blake, que venía del sur, paralelo al eje de su marcha, pudiera incorporarse al resto de los aliados, para lo cual quería interceptarlo entre Almendral y La Albuera con un movimiento lateral.
Por su parte, el campo de batalla había sido elegido por Wellington y como la reunión de los aliados no se efectuó hasta la noche del día 15, no dio tiempo a practicar obras de trincheras ni a preparar el campo, toda vez que los soldados venían rendidos por largas marchas.
El 15 de mayo, un destacamento de la caballería de Beresford de unos 2.500 jinetes fue expulsado de la orilla derecha del río Albuera con relativa facilidad por la caballería francesa. El brigadier británico Robert Long fue relevado del mando debido a este fracaso. A primeras horas del día 16 de mayo de 1811 las fuerzas españolas de Blake y las angloportuguesas de Beresford se unieron (dato desconocido por Soult) y se desplegaron al Sur de la posición.
Los ejércitos enfrentados
Beresford comandaba un ejército compuesto por la 2ª División (5.500 efectivos) bajo el General William Stewart, la 4ª División (4.500) bajo el mando del general Lowry Cole, la División Portuguesa (4.800) del general John Hamilton, una Brigada portuguesa (1.400) bajo el coronel Richard Collins y una Brigada de la King's German Legion (KLG)[2] (1.100) al mando del general Charles von Alten. El general William Lumley lideraba la caballería angloportuguesa compuesta por tres regimientos británicos (1.250) y 850 jinetes portugueses. Se disponía de dos baterías de artillería británicas, dos de la LAR y dos portuguesas bajo el mando de Alexander Dickson.
El ejército español, comandado por los generales Francisco Javier Castaños y Joaquín Blake, estaba compuesto por las Divisiones de Infantería de los generales Lardizábal (2.400), Ballesteros (3.500) y Zayas (4.900), la brigada independiente de Carlos de España (1.800), las brigadas de Caballería de Loy y Penne Villemur (1.900) y de dos baterías de Artillería.
El ejército de Soult estaba compuesto por las divisiones de infantería de Jean-Baptiste Girard (4.200), Honoré Gazan (4.200), las potentes brigadas de Werlé (5.600) y Godinot (3.900), las división de dragones de Latour-Maubourg (2.800), caballería ligera adicional (1.200) y 48 piezas de artillería al mando de Ruty.
Despliegue
Beresford desplegó a sus tropas ocupando las alturas que se desarrollan desde La Albuera hacia el sur, teniendo detrás la ribera de Valdesevilla y delante la de Chicapierna, dando frente al camino de Sevilla. Situó el ala izquierda y el centro detrás del pueblo, siguiendo un arco que partía de la ribera de La Albuera y extendiendo el ala derecha por las alturas de las casillas de Gragera en dirección a Capela.
El centro de la línea de batalla aliada estaba formado por la División de Steward, en la que combatían también tropas portuguesas del teniente general A. Luiz Fonseca. El pueblo de La Albuera quedó ocupado por la brigada ligera de Charles von Alten, perteneciente a la KGL. A Alten se le encargó la tarea de mantener la defensa de los puentes, misión para la que estría apoyado por la caballería portuguesa al mando de Olway, que formó a su retaguardia, así como por unas piezas artilleras, emplazadas detrás de la iglesia.
El ala izquierda la constituían la División portuguesa de Hamilton y la División de Cole, que llegaría al campo de batalla procedente del de Sitio de Badajoz.
El ala derecha, dando frente al camino real de Sevilla, estaba formada por las tropas españolas bajo el mando de Blake. Se desplegó en primera línea a la división de Ballesteros y a continuación la de Lardizábal. Detrás se situó en segunda línea la división de Zayas. A las tropas de Blake se unieron las de Castaños, mandados por el general Carlos de España, que se situaron a sus flancos.
Al extremo del ala derecha se colocó la caballería española, también en dos líneas: la primera la de Castaños, al mando de Penne-Villemur, y la segunda la de Blake, a las órdenes del brigadier Loy y el coronel Manon.
Al extremo del ala izquierda se desplegó la caballería británica bajo el mando del general William Lumley.
Por último, de la División portuguesa de Hamilton se separó una brigada para formar la reserva del dispositivo aliado.
El Plan de Batalla
La intención de Beresford era caer sobre las avanzadas francesas que quisieran apoderarse de los dos puentes: el situado junto al pueblo, inmediato a la desembocadura del Chicapierna en el Nogales, y otro entonces existente aguas abajo. Debía, para impedirlo, lanzar a la carga su caballería desde las lomas y batir el grueso del ejército enemigo en los llanos del Prado y la Dehesa que habían de cruzar para llegar al pueblo, teniendo asegurada una posible retirada, por Valverde de Leganés, hacia Portugal.
Sin embargo, Soult, que era un magnifico táctico, trastocó todo el plan alido. Soult pensaba que Blake no había llegado aún al campo de batalla y se dispuso a cortarle el paso, colocándose en su ruta de concentración entre Almendral y La Albuera. Para ello concibió una finta seguida de una amplia maniobra de flanqueo en dirección Sur, contra el ala derecha angloportuguesa para interponerse entre la posición de Beresford y la que pensaba que ocupaba Blake en ese momento.
Para llevar a cabo la finta, Soult ordenó al general Godinot que con su brigada y cinco escuadrones de caballería, al mando del general Briche, fingiera un ataque contra el pueblo. Mientras tanto él, con la mayor parte del ejército, atacaría por el Sur, trabando una batalla en orden oblicuo que sorprendiera al dispositivo defensivo aliado, al propio tiempo que con su caballería envolvía por la espalda al enemigo, cortándole la retirada hacia Portugal.
La finta de Soult sobre La Albuera
Cuatro compañías de Ulanos (lanceros polacos) cruzaron el río Albuera. Los británicos respondieron desplegando dos escuadrones de dragones del 3º Dragoon Guards. El primer escuadrón fue dispersado por dos compañías polacas pero el segundo contraatacó y forzó a los lanceros a retirarse de nuevo a la otra orilla.
El ataque de la brigada de Godinot a La Albuera a través del puente sobre el río homónimo, aunque concebido únicamente como una finta que fijase a los aliados mientras el grueso del ejército francés maniobraba hacia el flanco derecho aliado, estaba provocando numerosas bajas en el bando francés, cuyas tropas fueron sometidas a un continuo bombardeo por parte de la artillería portuguesa. A pesar de ello, Godinot expulsó a la brigada de Alten (KGL) del pueblo.
Los generales aliados, como se ha visto, esperaban un ataque frontal o sobre la izquierda de su línea, es decir, sobre los puentes, calculando que Soult pretendía abrirse paso hacia Badajoz directamente, y los hechos parecían confirmar que así sería gracias tanto a la maniobra de distracción iniciada por Godinot como al fuego de una batería de grueso calibre que empezó a cañonear La Albuera.
Sin embargo, un oficial de Zayas, Schépeler, que se encontraba desayunando junto a él, mientras todos oteaban el sector donde avanzaban las tropas de Soult, dirigió su catalejo hacia el Sur y, percibiendo entre el carrascal el brillo de las bayonetas francesas, exclamó: "De allí es de donde vienen: por allí atacan", haciendo volver a todos la cabeza en la dirección señalada. Blake le ordenó que galopara hacia la última colina de la loma y, desde allí, vio la cabeza de las columnas que descendían por el otro lado del Nogales. Volvió a galope e hizo señales a Zayas.
Los generales aliados todavía dudaban. El propio Beresford, al que le parecía muy temerario que Soult se arriesgara a perder el dominio del camino de Sevilla, cabalgó con Schepeler hacía la colina donde pudo comprobar la veracidad del informe.
La batalla, contrariamente a lo esperado, se iba a desarrollar en orden oblicuo, muy osado para los atacantes, de no ser dirigida, como en este caso, por un táctico eminente, y muy peligrosa para los atacados, que se veían obligados a descomponer su formación y cambiar de frente, con el peligro de ser envueltos y cortado el camino de retirada.
El ataque de flanco francés
Beresford se dispuso a redesplegar sus fuerzas para evitar un ataque de flanco. Todo el ala derecha tendría que girar adoptando un dispositivo de martillo para hacer frente a las divisiones de Girard y de Gazan que avanzaban apoyados por la carga de la caballería de Latour-Maubourg sobre la extrema derecha del ejército aliado. Detrás de las divisiones de Girard y Gazan, se movía la reserva de infantería del general Werlé.
Se ordenó a las unidades españolas encararse hacia el Sur. La 2ª División británica, desplegada tras La Albuera, fue reemplazada por la División Portuguesa de Hamilton y mandada hacia el Sur donde se desplegó en escalón, es decir algo retrasada, a la derecha de las tropas españolas. Con este redespliegue se pretendía extender el flanco derecho Aliado hacia el Oeste. La 4ª División, bajo el mando de Cole, quedó en reserva. A pesar de las órdenes, Blake se negó a encarar sus tropas hacia la derecha porque estaba convencido de que el ataque principal francés sería sobre la Albuera en el centro. Sin embargo, por propia iniciativa, el general Zayas sí encaró sus batallones hacia el Sur.
Cuando el V Cuerpo francés de Girard comenzó su ataque sobre el ala derecha aliada sólo cuatro batallones de la División de Zayas estaban alineados para enfrentarse al mismo. Los flancos del V Cuerpo estaban cubiertos por artillería a caballo, la caballería francesa marchaba a la izquierda y los hombres de Werle detrás. La caballería francesa, a medida que progresaba su infantería se iba abriendo a su izquierda para abarcar todo el campo español y dominar la vaguada del Valdesevilla, con la vista puesta en el camino de Valverde.
Entretanto, proseguía la inicial maniobra de distracción de Briche y Godinot, presionando sobre los puentes y cañoneando incesantemente al pueblo.
La línea española detiene el asalto de las columnas francesas [editar]Los franceses quedaron sorprendidos cuando advirtieron que los españoles le oponían una línea frontal, por la rápida maniobra de martillo ejecutada por Zayas, con la cual no contaban.
Por otra parte, Soult se había confiado y dejó avanzar sólo a Girard con las dos divisiones, reteniendo junto a sí a Gazán, que, a la vez, era su jefe de Estado Mayor. Girard detuvo sus columnas para cambiar su formación, paralización que dejó sin apoyo a su caballería, permitiendo que a la española, muy inferior en número, la reforzara la anglo-portuguesa, de Lumley, que tomó el mando de toda el arma.
Tampoco supo Girard desplegar a las dos divisiones, constreñidas por la estrechez del campo en que se movía, teniendo que acudir personalmente Soult y Gazan. Sin embargo, su ataque fue violentísimo, secundado por una gran masa de artillería, que se había emplazado en las alturas que dividen la horquilla del Nogales y el Chicapierna. Se produjo un intenso tiroteo entre los franceses y los españoles al mando de Zayas, que lucharon tenazmente y resistieron el embate francés. El resultado de este primer asalto, en el que los hombres de Zayas y Ballesteros resistieron bravamente la acometida, se saldó con gran número de bajas por ambas partes y, batida la vanguardia francesa, que no logró imponer su masa, en la que siempre confiaban los imperiales, el paso a la formación en línea se efectuó con cierto desorden, pereciendo el general francés Pepín y quedando fuera de combate los generales Maranzon y Brayer. Después también había de caer herido el propio Gazan.
Contra todo pronóstico, la línea española se mantuvo firme e incluso forzó a la división de cabeza francesa a detenerse, resistieron el primer ataque francés hasta la llegada de la infantería británica. El humo y la ansiedad del combate provocaron un episodio de "fuego amigo" cuando la infantería británica disparó contra las espaldas de sus aliados españoles haciendo que éstos recibiesen disparos de frente, por lo franceses, y de espaldas por los británicos.
Por tanto, la División española bajo Zayas, a pesar de la superioridad numérica francesa, realizó un papel brillante, decisivo para la victoria aliada, arrojando un mortal fuego de mosquete sobre los 14.000 franceses que avanzaban hacia ellos mientras Beresford enviaba refuerzos.
La densa formación francesa fue destrozada por las descargas de mosquetería de las divisiones de Zayas, Houghton, Abercrombie y Cole. La artillería aliada causó aún más estragos que los mosquetes.
Las tropas de Zayas sufrieron un 30% de bajas pero se mantuvieron firmes luchando hasta que se les ordenó retirarse para descansar y reabastecerse. Posiblemente la División de Zayas, compuesta por los regimentos de Reales Guardias Españolas y Reales Guardias Valonas, Irlanda, Legion Extranjera, Ciudad Real, Toledo y Patria, estaba entre las mejores del ejército español de la época. Según se expone en britishbattles.com, el desempeño de los batallones de Zayas en la Batalla de la Albuera "merece más reconocimiento del que recibe. La Guerra Peninsular es un evento de gran importancia en la tradición del ejército británico. Es una pena que mucha de esa tradición sea anti-española más incluso que anti-francesa".
La destrucción de la brigada de Colborne
La línea española se vio muy comprometida y, al avanzar la brigada del general España, para cambiar de frente, azotada por el fuego de la gran batería francesa, hubo de ceder terreno, que Zayas se apresuró a ocupar con el regimiento de Irlanda.
La división de Stewart y una batería de la KGL se movieron para apoyar a los españoles de Zayas. Stewart ordenó a la brigada del teniente coronel John Colborne que se desplazara hacia la izquierda de la línea describiendo un arco de forma que pudiese disparar al flanco izquierdo de las columnas francesas.
Tomadas en un mortal fuego cruzado, las columnas francesas comenzaron a flaquear y Stewart ordenó una carga con la brigada de Colborne que venía en columnas de compañía de a tres, con el propósito de atacar la batería que tantos estragos estaba causando. Habría querido el Colborne cambiar su formación a orden de batalla, pero la impaciencia imprudente de su general no se lo permitió y quedó expuesto a la carga de la caballería de Latour-Maubourg que protegía la artillería francesa y de cuya existencia Stewart no se había apercibido.
Latour-Maubourg lanzó a sus lanceros polacos y al 10º regimiento de húsares contra Colborne. Tres regimientos británicos (3º, 2/48º y el 66º Regimiento de línea) quedaron expuestos en línea y de flanco, la peor formación posible, a la carga de la caballería francesa quedando, prácticamente, aniquilados. El cuarto regimiento de la brigada de Colborne (31º regimiento de línea) pudo formar a tiempo un cuadro de infantería que lo salvó de la destrucción a manos de los lanceros polacos y húsares franceses. Los ulanos capturaron cinco banderas regimentales y cinco cañones de la batería de la KGL.
A continuación los polacos se lanzaron a por la brigada de Carlos de España y a por el personal de Beresford, amenazando a la posición de Zayas por la espalda. Las divisiones de Lardizábal y Ballesteros escaparon del ataque. Zayas, meritoriamente, afrontó el nuevo asalto sin dejar de arrojar descargas de mosquetería sobre las tropas de Girard, una acción que muy probablemente salvó al ejército aliado de la destrucción.
El 29º regimiento de línea británico, perteneciente a la brigada de Houghton, abrió fuego sobre los dispersos lanceros polacos por lo que gran parte de ese fuego fue a impactar contra los apretados batallones de Zayas.
Dos escuadrones del 4º regimiento de dragones británico se lanzaron contra los polacos, pero Latour-Maubourg envió a sus húsares a la refriega y forzó la retirada de los dragones. Las fuentes británicas afirman que los lanceros polacos rehusaron aceptar la rendición de la infantería y que deliberadamente alancearon a los heridos allí donde los encontraban. De cualquier modo, lo cierto es que de los 1.250 hombres que componían los tres primeros regimientos de la brigada de Colborne sólo la mitad fueron tomados prisioneros.
El ataque francés se dirigió ahora hacia la brigada de Houghton, perteneciente a la 2ª División británica y compuesta por los regimientos 29º, 1/48º y el 57º de línea. Había estallado un temporal y la niebla, el humo y el aguacero confundieron a los ingleses que creyeron que la caballería que se les vino encima era la española. El coronel Inglis, al mando del 57º de línea, fue herido de gravedad y, mientras lo retiraban del campo repetía: ¡Die hard!, ¡Die hard! (¡Morid peleando!).[4]
La enérgica carga francesa los desbarató y se introdujo entre las líneas españolas, sufriendo ataques el propio general España y el oficial Schépeler. Algunos grupos de jinetes imperiales lograron llegar hasta el puesto de mando del general en jefe, Beresford, que estuvo a punto de ser derribado por la lanza de un polaco, al que mató un granadero de la escolta del general.
No obstante, a pesar de sufrir graves pérdidas, la brigada de Houghton mantuvo la posición.
En conjunto, la División de Stewart sufrió un 52% de bajas. La efectividad de los lanceros polacos hizo que el ejército británico convirtiese algunos regimientos de caballería en lanceros después de Waterloo.
El ataque de flanco de Soult fracasa
Envalentonado por la dura acción de su caballería contra los ingleses, Gazan se abrió paso con su división, acometiendo, siempre en columna y batiendo tambores, la línea española. El general Beresford pensó un momento en abandonar la loma, donde se mantenían las brigadas de Houghton y Abercromby, además de los restos de la brigada de Colborne, dado que a los hombres de Zayas se les había ordenado replegarse a segunda línea.
Para entonces, las tropas de Girard y Gazan se habían convertido en una masa ingobernable de muchas filas de profundidad. Generalmente, la infantería británica formada en línea de dos filas de profundidad podría haberse encargado en poco tiempo de la desorganizada masa de infantería francesa, dado que sólo las dos o tres primeras filas de las apretadas tropas francesas hubiesen podido responder al nutrido fuego británico, pero la artillería de apoyo francesa disparaba de flanco contra la delgada línea británica causando graves pérdidas, entre ellas, la de Houghton, que resultó muerto.
Hasta el momento la batalla no había ido del todo mal para los franceses. No obstante, Soult, ya apercibido de que las fuerzas angloportuguesas de Beresford se habían reunido con las españolas de Blake, se mostró reacio a empeñar sus últimas reservas para asegurar la victoria.
Con la incapacidad de Soult para actuar decisivamente y la negativa de ambos bandos a abandonar la mutua carnicería continuaba.
Beresford, que había escapado por los pelos del lancero polaco, parecía haberse olvidado de la 4ª División de Cole que se manteía en reserva, pero el coronel Harding rogó a su superior, el general Cole, que se emplease la división bajo su mando en la batalla, a sabiendas de los riesgos que ello suponía para una eventual retirada.
Así se hizo, y la entrada en línea de la 4ª División de Cole, avanzando desde el puesto de reserva hacía la extrema derecha para impedir que la caballería enemiga rompiera la línea aliada, supuso un refuerzo decisivo que presentó un frente compacto contra los intentos franceses, convirtiendo definitivamente el ataque de flanco planteado por Soult, en una batalla en línea.
Como respuesta Soult se vio obligado a apoyar su ataque con la propia reserva, mandada por el general Werlé, y destacó hacia su izquierda a dos batallones para oponerse a la división angloportuguesa de Cole que se extendía por aquel flanco, pero como los españoles de Blake se habían mantenido firmes, los 4.000 hombres de refresco de Cole pudieron imponer la iniciativa.
El final
Los hombres de Cole, formados en línea de dos filas con cuadros de infantería en ambos flancos, integrados por las fuerzas convergentes de las compañías ligeras británicas y portugesas (Loyal Lusitanian Legion) repelieron una carga masiva de dragones franceses y ulanos polacos.
Posteriormente, durante unos 20 minutos, mantuvieron un intercambio de fuego de mosquetería con las tropas de Werlé. Los franceses persistían en sus ataques en masa, de gran efecto moral y arrollador, pero de escasa potencia de fuego, sólo vomitado por la cabeza de columna, sufriendo en cambio el de los aliados, desplegados en orden abierto, que graneaban a los atacantes. El general portugués Sousa Sequeira, que asistió a la batalla siendo alférez, comentó que "los muertos franceses yacían tendidos en tierra, continuando la formación que mantuvieron en vida".
La infantería francesa, duramente castigada a lo largo de toda la jornada, iba agotando su capacidad de combate cuando los británicos lanzaron una carga a bayoneta. Una vez dada cuenta de la brigada de Werlé, los hombres de Cole cayeron sobre el flanco del V Cuerpo francés.
La brigada del teniente coronel Myer y la brigada portuguesa del general Harvey se distinguieron especialmente en esta jornada. Ambas brigadas resistieron el empuje de la caballería polaca, a cuyos escuadrones lograron diezmar.
Desde aquel momento, las columnas francesas empezaron a perder terreno, retrocediendo al abrigo de su reserva y de la gran batería artillera, dirigida con enorme eficacia por el general Ruty. Cuando, en un intento de reacción, cayó muerto el jefe de la reserva francesa, general Werlé, se inició una disciplinada retirada, que no se desmoralizó gracias a la experiencia y acierto de Latour-Maubourg, que seguía imponiendo respeto a los aliados con sus jinetes, y a la sangre fría de Ruty, que repasó ordenadamente con sus piezas el curso del río Nogales. Al fin, los franceses abandonaron la lucha terminando con el mortal encuentro.
Resultados
La batalla terminó con un resultado indeciso después de un baño de sangre. La caballería polaca de Soult había destruido toda una brigada británica. Los españoles habían repelido uno de los mayores ataques de infantería de la guerra causando graves pérdidas a los franceses. Los franceses admitieron pérdidas cifradas en 6.000 hombres, aunque probablemente las bajas estarían entre los 7.000 y 8.000. Los británicos perdieron 4.100, los portugueses 400 y los españoles 1.400 hombres. Ambos bandos se atribuyeron la victoria.
Beresford ganó la batalla pero su desarrollo táctico se considera tan lamentable que se dice que fue el responsable del gran número de víctimas, si bien la victoria es imputable a los demás mandos que integraban el ejército aliado. Los generales españoles desempeñaron un buen papel, especialmente Zayas, a quien les cabe gran parte del mérito en la victoria.
Consecuencias
El resultado de la batalla tuvo poco efecto en el curso general de la guerra. Generalmente se acepta que se trató de una costosa victoria táctica aliada de la que no se pudo o se supo sacar partido a nivel estratégico.
Beresford no supo explotar el éxito y no volvió a sitiar la ciudad de Badajoz, ocupada por tropas francesas. Se ciñó a mantener a distancia el bloqueo de la ciudad. Soult tampoco pudo cumplir su propósito de socorrer a la guarnición francesa de Badajoz. Se mantuvo en sus posiciones al día siguiente, sin que ninguno de los ejércitos que se observaban, se atreviera a reanudar la lucha, quizá por el mutuo quebranto sufrido.
El día 18 de mayo, el mariscal Soult inició la vuelta hacia Andalucía, de donde había partido, sin ser estorbado. Llevaba la protección muy eficaz de de su caballería. La caballería española, comandada por Penne-Villemur, hostigaba su retaguardia pero poco más hizo que capturar a algunos rezagados. El mariscal Soult se quedó en Llerena y el resto del ejército en Villagarcía y Usagre.
El asedio de Badajoz, por parte de las tropas de Beresford, se tuvo que abandonar posteriormente cuando las tropas del mariscal Marmont se unieron a las de Soult.
Tuvieron que pasar diez meses de la batalla de La Albuera para que, el 16 de marzo de 1812, tropas angloportuguesas al mando de Wellington se presentaran ante las puertas de Badajoz, que tomaron al asalto en la noche del 6 al 7 de abril del 1812 en la Batalla de Badajoz
FUENTE: WIKIPEDIA