Y una noche oscura, la traición, Viriato. El fin del sueño. Y a los ejércitos le dieron descanso, Emérita, y a los guerreros, honores, Valentia, para que murieran cerca de donde las piedras de antaño, aquellas que sus padres acariciaban y ante las cuales se postraban, y bajo las cuales se hacían eternos en la memoria de los héroes.
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Entre el 27 y el 14 a.C. Augusto reorganizó las provincias hispanas en tres nuevas circunscripciones, dividiendo la antigua Provincia Hispana Ulterior en dos nuevas provincias, la Bética y la Lusitania. Esta división estaba motivada tanto por la diferencia de población, lengua y cultura existente entre ellas, como por el distinto desarrollo económico social de ambas, ya que la Bélica gozaba de una larga tradición urbana y civilizada que se había desarrollado durante las colonizaciones griegas, fenicias y cartaginesas y que no existía en la Lusitania, más atrasada a este respecto. La Lusitania fue declarada provincia imperial, fundando Augusto como capital de la misma, entre los años 15-13 a.C., Augusta Emérita con soldados licenciados tras las guerras cantabros astures por su legado P. Carisio.
Los límites de Lusitania fluctuaron a lo largo del tiempo. De los testimonios clásicos se deduce que en principio Lusitania abarcaba todo el tercio occidental de la Península, desde el Cantábrico al sur de Portugal, englobando los territorios de los astures y galaicos recién conquistados. Entre los años 7 y 2 a.C. estos límites fueron rectificados, pasando los territorios situados al norte del Duero a pertenecer a la Hispania Citerior Tarraconense, y quedando los límites de Lusitania configurados en la forma en que perdurarían a lo largo del alto Imperio. A esto límites hay que añadir, hacia el año 100 de nuestra Era, la incorporación de los pequeños territorios en torno a Ávila y Capilla (Badajoz).
El gobierno de Lusitania estaba encomendado a un legado imperial con rango de propretor que ejercía las funciones legislativa, judicial y ejecutiva en la Provincia, además en la administración financiera y económica el legado estaba auxiliado por un cuestor provincial. Existían tres distritos judiciales cuya finalidad era facilitar la labor judicial del gobernador, que pasaba temporadas en sus respectivas capitales; estos conventos eran el emeritense, con capital en Emérita; el pacense, con capital en Pax Iulia (Beja); y el scalabitanño, con capital en Scallabis (Santarém).
Tanto la capital provincial como las de los otros conventos experimentaron un gran desarrollo demográfico y económico durante los tres primeros siglos de la Era; otras ciudades como Olisipo (Lisboa), Salmantica (Salamanca) o Capera se desarrollaron también notablemente como testimonian los monumentos en ellas de época romana. Una prueba de la prosperidad municipal lo constituyen las inscripciones del puente de Alcántara, que conmemoran su construcción durante el reinado de Trajano (104-106 d.C.), financiado por once comunidades de aquella zona (Igaeditanos, Lancienses Opidanos, Taloros, Interamnienses, Colarnos, Lancienses Transcudanos, Aravos, Meidubrigenses, Arabrigenses, Banienses y Pesuros); a la salida del puente, su arquitecto, Cayo Julio Lácer, dedicó un pequeño templo a los dioses y Trajano.
Durante el Imperio, Lusitania continuó siendo una provincia productora de materias primas, principalmente de metales. Se conocen las leyes escritas en tablas de bronce que regían la explotación del distrito minero de Vipasca (Aljustrel, Portugal) donde se explotaban galenas argentíferas. La ganadería equina era otra producción importante y en las ciudades más importantes ha¬bía manufacturas utilitarias o de lujo (mosaicos) que se complementaban con importaciones suntuarias (vidrios, telas, objetos de oro y plata, esculturas, perfumes, etc.) que están en relación con la presencia de individuos de origen sirio, griego, etc., en ciudades populosas como Olisipo, Capera y, naturalmente, Emérita.
En el año 286, Diocleciano procedió a una reorganización sistemática de las provincias romanas, cuyo número y dimensiones había permanecido sin grandes alteraciones desde la época de Augusto. Las tres provincias hispánicas pasaron a ser cinco, al desmembrarse la Hispania Citerior Tarraconense en tres nuevas provincias: Cartaginense, Tarraconense propiamente dicha y Galicia. Esta reorganización no afectó a los límites anteriores de Lusitania. Esta, junto con las restantes provincias, pasó a formar parte de la diócesis de las Hispanias, a cuyo frente había un Vicario, nombrado por el emperador. En el año 382, la Lusitania pasó temporalmente a ser una provincia consular, lo que parece reflejar una mayor importancia de la misma en el contexto de las nuevas condiciones económicas del Bajo Imperio.
Por la misma época, el cristianismo se hallaba relativamente difundido en Lusitania, en competencia con el paganismo en que se aunaban las religiones prerromanas, los cultos clásicos tradicionales y las religiones mistéricas cuya difusión parece atestiguada por la existencia de esculturas mitraicas en Mérida. En el 380, Prisciliano, obispo de Ávila, difundió una interpretación de las Escrituras que fue considerada herética por otros obispos de Lusitania y de Bética y, tras varias vicisitudes, fue encarcelado en Tréveris y ejecutado. El priscilianismo se difundió sobre todo en los medios rurales de Lusitania y Galicia.
En el año 409, la Península fue invadida por los suevos, alanos y vándalos. En el 41los alanos se instalaron en Lusitania y la Cartaginense y en 439 la ocuparon los suevos, con Réquila. En el 579, Hermenegildo sublevó contra su padre Leovigildo la Bética y Lusitania. En el 585, con la anexión del reino suevo por Leovigildo, Lusitania pasó a integrarse dentro del reino visigodo de Toledo.
FUENTE: GRAN ENCICLOPEDIA EXTREMEÑA. TOMO VI