José Sánchez Leal HOY 19 DE NOV. DE 2000
NUESTRA felicitación a la Caja Rural de Extremadura por el acierto en la adquisición de este edificio emblemático del Badajoz de 1900, que espero mantenga sus puertas abiertas para deleite de todos los ciudadanos y no suceda como en otro edificio aledaño, de arquitectura regionalista, que hasta sus clientes tienen prohibido el acceso.
El promotor de estos almacenes fue el 'mecenas' local don Luis Ramallo Figueredo, pionero de varias empresas, entre ellas, la primera emisora de radio local y que continúa ignorado, como tantos, por el callejero de su ciudad.
Tras este inciso y para que se familiaricen con el edificio, les contaré un poco de historia:
Fue construido en 1899 y sufrió un incendio en 1912, siendo rehabilitado cinco años después tal como hoy lo vemos. Siendo sus creadores el ingeniero militar Curro Franco y el maestro de obras (titulado) Adel Pinna, un binomio perfecto que sembró de edificios singulares el Badajoz de su época.
Desde el sótano hasta su terraza coronada por dos cupulines laterales, es un prodigio de técnica y buena construcción: su estructura metálica vista, prefabricada en taller y montada con precisión en obra, está formada por unas ingeniosas basas de cimentación en fundición de las que arrancan pilares roblonados de 4 perfiles en ele, con forma de cruz griega, y muy anteriores a los del Pabellón de Alemania en la Expo de Barcelona (1929), del famoso arquitecto Mies Van der Röhe.
En las piezas de unión entre pilares de una a otra planta y que a su vez sirven de apoyo a las vigas principales, es donde se observa un admirable control de la geometría de la obra, puesto que, sólo dispone del atado transversal de las viguetas metálicas del forjado, para contrarrestar los considerables esfuerzos debidos a las dilataciones en las fases del montaje de dicha estructura. Por ejemplo: apenas unos años atrás, con la Torre Eiffel de París, estas estructuras habían llegado a su cénit; de ahí, la frase quizás exagerada, de le Corbusier de que *los auténticos arquitectos del siglo XIX son los ingenieros.
Junto con lo anterior, hemos de reseñar: su cubierta de terraza "a la madrileña", formada por doble tablero "a la capuchina", con ventilación periférica y sin juntas de dilatación. El techo existente bajo la terraza es un estuco, que en mi última visita (1993) se conservaba en perfecto estado. Todas las paredes, excepto las del sótano y baja, tienen estucos esgrafiados únicos y de inestimable valor, si bien una actuación reciente de algún desaprensivo los ocultó, y mucho nos tememos que para siempre, bajo una capa de pintura plástica.
También una instalación sanitaria permanecía intacta con su retrete "a la turca", azulejería modernista y desagües en gres, todo ello de gran valor etnográfico.
En cuanto a dotaciones tecnológicas: dispuso de la primera instalación de ascensores en Badajoz. Se trata de ascensor y montacargas de 5 paradas y 16 m. de recorrido, marca C. Bloch, empresa que estuvo ubicada en el País Vasco y que fabricaba con licencia de la Societé Anonyme Arsag, Seebeach - Zurich.
Los camerines de ambos ascensores son de madera, con cristaleras y asientos que discurren por guías también de madera, y que no se han cambiado desde su puesta en marcha. El hueco está protegido por una celosía de madera, con puertas de corredera para acceder a los camerines. Cada uno de los motores está equipado por un tambor, contrapeso de doble arrollamiento con poleas de desvío y dos cables de tracción de 16 mm, los cuales nunca se han cambiado, debido a su esmerada fabricación y perfecto estado de conservación.
Otra instalación singular es el reloj (al que hay que dar cuerda todos los días). Fue fabricado por el pacense P. Pérez en 1917, y posee un ingenioso sistema de transmisión mecánica de la hora a otro reloj situado a gran distancia y en el centro geométrico del edificio.
Aún conserva la instalación de calefacción por vapor a baja presión, con caldera de elementos en hierro colado, tuberías de alimentación y retorno y radiadores de fundición. Un primitivo cuadro eléctrico con cortacircuitos de porcelana y lámparas incandescentes bajo apliques de tipo modernista, también merecen ser expuestos y conservados.
Ya por último, y como el diseño de este edificio modernista era integral, las mamparas de los despachos, estanterías, encimeras y mostradores de la zona de ventas están decorados con marquetería en madera noble policromada de inspiración naturalista, que fueron realizadas por la firma Francisco Ramallo Figueredo - Ramón Salas, de Badajoz.
Ante este edificio, ejemplo único y aún vivo, que gracias a la exquisita sensibilidad conservadora de sus sucesivos propietarios hoy disfrutamos, sería no deseable, que por cumplir con las estrictas ordenanzas vigentes de incendios que obligan a recubrimientos ignífugos que deforman la estética de las estructuras metálicas, y que podrían sustituirse aumentando otros sistemas alternativos de protección; o bien, instalaciones por paredes estucadas, falsos techos que oculten la estructura, etc., perdiendo para siempre nuestros estudiantes de arquitectura e ingenierías la mejor lección práctica sobre una estructura roblonada y atornillada modélica, como ha pasado en parte, con el edificio aledaño que citaba al principio.
Si aún es posible, sugiero a los responsables, de los que no dudo de su preparación y profesionalidad, una visita a la 'Sede para el Sindicato de Talladores de Diamantes', en Amsterdam (1902); una obra recientemente restaurada del holandés Berlage, donde sus dos esbeltos pilares (semejantes a los de 'Las Tres Campanas') sirvieron de inspiración al maestro Van der Röe.
Gran parte de lo citado se ha tomado de un trabajo que presenté hace años a las Jornadas de Rehabilitación de Edificaciones Antiguos en Almendralejo, y que expongo guiado por un único deseo: conservar el lenguaje arquitectónico y constructivo de esta magnífica 'joya', testimonio del pasado.
El promotor de estos almacenes fue el 'mecenas' local don Luis Ramallo Figueredo, pionero de varias empresas, entre ellas, la primera emisora de radio local y que continúa ignorado, como tantos, por el callejero de su ciudad.
Tras este inciso y para que se familiaricen con el edificio, les contaré un poco de historia:
Fue construido en 1899 y sufrió un incendio en 1912, siendo rehabilitado cinco años después tal como hoy lo vemos. Siendo sus creadores el ingeniero militar Curro Franco y el maestro de obras (titulado) Adel Pinna, un binomio perfecto que sembró de edificios singulares el Badajoz de su época.
Desde el sótano hasta su terraza coronada por dos cupulines laterales, es un prodigio de técnica y buena construcción: su estructura metálica vista, prefabricada en taller y montada con precisión en obra, está formada por unas ingeniosas basas de cimentación en fundición de las que arrancan pilares roblonados de 4 perfiles en ele, con forma de cruz griega, y muy anteriores a los del Pabellón de Alemania en la Expo de Barcelona (1929), del famoso arquitecto Mies Van der Röhe.
En las piezas de unión entre pilares de una a otra planta y que a su vez sirven de apoyo a las vigas principales, es donde se observa un admirable control de la geometría de la obra, puesto que, sólo dispone del atado transversal de las viguetas metálicas del forjado, para contrarrestar los considerables esfuerzos debidos a las dilataciones en las fases del montaje de dicha estructura. Por ejemplo: apenas unos años atrás, con la Torre Eiffel de París, estas estructuras habían llegado a su cénit; de ahí, la frase quizás exagerada, de le Corbusier de que *los auténticos arquitectos del siglo XIX son los ingenieros.
Junto con lo anterior, hemos de reseñar: su cubierta de terraza "a la madrileña", formada por doble tablero "a la capuchina", con ventilación periférica y sin juntas de dilatación. El techo existente bajo la terraza es un estuco, que en mi última visita (1993) se conservaba en perfecto estado. Todas las paredes, excepto las del sótano y baja, tienen estucos esgrafiados únicos y de inestimable valor, si bien una actuación reciente de algún desaprensivo los ocultó, y mucho nos tememos que para siempre, bajo una capa de pintura plástica.
También una instalación sanitaria permanecía intacta con su retrete "a la turca", azulejería modernista y desagües en gres, todo ello de gran valor etnográfico.
En cuanto a dotaciones tecnológicas: dispuso de la primera instalación de ascensores en Badajoz. Se trata de ascensor y montacargas de 5 paradas y 16 m. de recorrido, marca C. Bloch, empresa que estuvo ubicada en el País Vasco y que fabricaba con licencia de la Societé Anonyme Arsag, Seebeach - Zurich.
Los camerines de ambos ascensores son de madera, con cristaleras y asientos que discurren por guías también de madera, y que no se han cambiado desde su puesta en marcha. El hueco está protegido por una celosía de madera, con puertas de corredera para acceder a los camerines. Cada uno de los motores está equipado por un tambor, contrapeso de doble arrollamiento con poleas de desvío y dos cables de tracción de 16 mm, los cuales nunca se han cambiado, debido a su esmerada fabricación y perfecto estado de conservación.
Otra instalación singular es el reloj (al que hay que dar cuerda todos los días). Fue fabricado por el pacense P. Pérez en 1917, y posee un ingenioso sistema de transmisión mecánica de la hora a otro reloj situado a gran distancia y en el centro geométrico del edificio.
Aún conserva la instalación de calefacción por vapor a baja presión, con caldera de elementos en hierro colado, tuberías de alimentación y retorno y radiadores de fundición. Un primitivo cuadro eléctrico con cortacircuitos de porcelana y lámparas incandescentes bajo apliques de tipo modernista, también merecen ser expuestos y conservados.
Ya por último, y como el diseño de este edificio modernista era integral, las mamparas de los despachos, estanterías, encimeras y mostradores de la zona de ventas están decorados con marquetería en madera noble policromada de inspiración naturalista, que fueron realizadas por la firma Francisco Ramallo Figueredo - Ramón Salas, de Badajoz.
Ante este edificio, ejemplo único y aún vivo, que gracias a la exquisita sensibilidad conservadora de sus sucesivos propietarios hoy disfrutamos, sería no deseable, que por cumplir con las estrictas ordenanzas vigentes de incendios que obligan a recubrimientos ignífugos que deforman la estética de las estructuras metálicas, y que podrían sustituirse aumentando otros sistemas alternativos de protección; o bien, instalaciones por paredes estucadas, falsos techos que oculten la estructura, etc., perdiendo para siempre nuestros estudiantes de arquitectura e ingenierías la mejor lección práctica sobre una estructura roblonada y atornillada modélica, como ha pasado en parte, con el edificio aledaño que citaba al principio.
Si aún es posible, sugiero a los responsables, de los que no dudo de su preparación y profesionalidad, una visita a la 'Sede para el Sindicato de Talladores de Diamantes', en Amsterdam (1902); una obra recientemente restaurada del holandés Berlage, donde sus dos esbeltos pilares (semejantes a los de 'Las Tres Campanas') sirvieron de inspiración al maestro Van der Röe.
Gran parte de lo citado se ha tomado de un trabajo que presenté hace años a las Jornadas de Rehabilitación de Edificaciones Antiguos en Almendralejo, y que expongo guiado por un único deseo: conservar el lenguaje arquitectónico y constructivo de esta magnífica 'joya', testimonio del pasado.