La Munya de Badajoz

El Collar Aftasí
Don Emilio García Gómez, nuestro insigne arabista, accede, generosamente, a la petición que hace pocos días le hice en una de las sesiones de la Academia de la Historia: darnos, como ha hecho, un poema árabe de un poeta de Badajoz con su traducción, y en autógrafo suyo, para ALMINAR.

Son los versos de Abú-l-Hassan Muhammad b. Said b. Abd al- Aziz al-Qabturnuh que, junto con sus hermanos Abu Bakr y Muhammad, floreció en nuestra ciudad a los finales del siglo XI en la Corte del último aftasí, el excelso y malaventurado Umar al-Mutawakkil. Los tres hermanos fueron poetas, palaciegos, ricos e influyentes. Quizás su apodo Qabturnuh atesore viejas raíces iberas, quizás se hilvane con voces latinas que, Significando «cabeza redonda» (clásico caput, medieval torno, cómodos progenitores del arabizado Qabfurnuh) o «vuelve cabezas» que hace años propusiera don Emilio, usaban coloquialmente los mozárabes. Pero sólo Alá, en su omnipotente sapiencia, debe conocer de dónde les vino el burlesco y expresivo remoquete.






El dístico de al-Qabtürnuh cruzó todas las antologías. AI-Mutamid, el rey - poeta de la taifa sevillana se los sabía a través del Qabturnuh mayor, y el día de Sagrajas, recordando a su hijo Abú Hasim, los recitaba, ardoroso, en el fragor polvoriento del combate. Junto al Gévora, florido de adelfas, el rey sevillano podía abrazar a su gusto las lanzas de los legionarios de Castilla, violentas y embravecidas, mientras tronaba el tambor almoravid.

Aquel Badajoz del siglo XI, capital del reino, se convirtió en áulica corte, agora de sabios, palenque de poetas, ciudad de fiestas y saraos. Umar había construido una munya junto al Guadiana colmada de jardines, con altas palmeras y sonoras fuentes ocultas.

Le puso por nombre al-Badia que en árabe significa la soberbia, la maravillosa. Allí se rodeó de poetas, efebos y cantoras. En el plenilunio primaveral, en las anchas noches del estío, olorosas a parvas y al húmedo frescor del Guadiana, corría el vino, se cantaba el verso; las veladas en al-Badia se prolongaban interminables.

Los cronistas musulmanes nos legaron sabrosos testimonios de los poetas y del ambiente del Badajoz aftasí. Al-Maqqari recoge variadas noticias de las fiestas en la munya, de los poetas que intervenían y de los versos del propio rey. Ibn al-Abbar refiere el viaje de Umar acompañado del poeta Ibn Abdún a Santarem para ver al cantor de Alcabideche, Ibn Muqana y los convites y fiestas poéticas celebradas en la hermosa ciudad del Tajo. Al-Fath al Jaqan nos da amplias referencias de estos viajes y de los días felices de la corte aftasí.

Una legión de poetas había en Badajoz cantando bajo los cielos altos y limpios de la ciudad, que cruzan parsimoniosas las cigüeñas, junto a los vergeles de su alfoz y las palmeras al alinde del viejo Guadiana.

De los tres Qabturnuh, Abu Bakr era sin duda el mejor. En sonoros versos pidió a Umar el regalo de un halcón, y en otros invitaba a sus amigos a gozar de lugares deliciosos, del vino y el perfume. Era el más rico, y secretario del propio Rey.

Ibn Yaj cantó la despedida de la amada y no satisfecho en Badajoz pasó a la corte sevillana de al-Mutamid. Ibn Quzman aunque originario de Córdoba fue también secretario del Rey al-Mutawakkil.

Ibn Abdun quizás el más excelso de todos, el de mayor gloria de las antologías. Era oriundo de Évora, la bella ciudad portuguesa, perla del collar aftasí.

Trabó gran amistad con Umar cuando éste era gobernador de aquella ciudad y luego fue su secretario en la corte de Badajoz. Tenía una memoria impresionante, recitaba sin perder líneas el Kitab al-Agani, inmenso tesoro de tradiciones, cantos y versos de los antiguos árabes.

Su poema de mayor celebridad fue la qasida al-Bassama, también llamada por su nombre la qasida abduna, en donde canta el final trágico de los aftasíes a manos de los almorávides. Los musulmanes consideran el poema como pieza maestra y los cronistas vertieron sobre ella inmensos elogios. Abd al-Wahid al-Marrakusi decía que era perla virgen, superior a la poesía y mayor que la magia.

La victoria de Sagrajas marcó el final de las taifas, engullidas, a poco, por los duros almorávides. Badajoz se entregó y Umar al-Mutawakkil fue destronado. Una tarde de primavera de 1095 en que estallaban las rojas rosas de al-Badia, y los lirios del Guadiana tapizaban floridos las laderas del alcázar, Umar fue conducido camino de Sevilla. Tras las almenas de las altas torres, Umar veía hundirse el sol como también para siempre se hundían las fiestas y los versos de su Badajoz amado. Era la última, la mejor de sus nostalgias, esa nostalgia que parece flotar aún, misteriosa e inconsútil, en las noches rumorosas del Guadiana.

A la vera del Rivillas paró la comitiva y un esbirro del general Sir b. Abu Bakr le decapitó.

FUENTE: Manuel Terrón Albarrán. Alminar. Mayo 1979.

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Junto a la densa historia política de Badajoz durante los siglos XI al XIII, transcurre una igualmente caudalosa corriente cultural, fruto de su vitalidad urbana. La capital aftasí brilló como uno de los principales focos de la cultura andaluza, representando el modelo cortesano de la España del siglo XI. La protección dispensada a sabios y poetas por los soberanos al-Muzaffar y al-Mutawakkil propiciaron una etapa de particular esplendor. La nómina de figuras de la época es extensa: el poeta analfabeto Ibn Yaj; el poeta de Denia Ibn Labbana, autor de sublimes composiciones dedicadas al rey sevillano al-Mutamid o Ibn Abdun, el poeta excelso de la corte aftasí, nacido en Evora.

También hay que citar al filósofo Ibn al-Sid al Batalyawsi, cuyo Libro de los Cercos, Kitab al-Hadaiq es el primer intento llevado a cabo en al-Andalus de armonizar la teología islámica con el pensamiento griego.

FUENTE:

legadoandalusi.es


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> El Jardín de la Galera, la Munya de Badajoz

Jalonados por la Torre de Espantaperros o del Aplendiz, la Plaza Alta, la puerta de Merida y las murrallas de la Alcazaba, se encuentran los Jardines árabes de la Galera que datan del siglo X.



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Entre el 1031 y el 1091 el reino de Badajoz será uno de los más extensos y poderosos de la península, abriéndose un apasionante periodo de intrigas, luchas y pactos con los reyes de Sevilla, Toledo, Córdoba... además de con los monarcas cristianos. Durante el reinado de Al-Mudaffar, el reino de Badajoz se hizo famoso también por el cultivo de las Letras y de las Ciencias, existiendo una gran biblioteca en el Alcázar pacense y reuniéndose en su corte gran número de sabios y literatos. En estos momentos se escribe en nuestra ciudad la mayor Enciclopedia de Ciencias y Arte de la época musulmana en España, que contenía 50 volúmenes. Además de este monarca hay que citar también a Jaya (al- Manzar) y a Abu-Mohammad Dmar.

Durante la dinastía Aftasida se podrían citar también a destacados Visires, poetas, como Abu Zaid y Ibn Abdum; gramáticos como al Alam y Abu Bequer-Acin y como teólogos a ibni-Mokana.

FUENTE:
enciclopedia.us.es