Hübner, el señor de las piedras

Pioneros de la arqueología


Ernst Willibald Emil Hübner nació en Düsseldorf el 7 de julio de 1834 en el seno de una familia de la alta burguesía ligada a la enseñanza de las Bellas Artes; su padre fue el pintor y poeta Rudolph Julius Benno Hübner, profesor de la Academia de Düsseldorf y director de la Galería Real. En 1864 Emil Hübner contrajo matrimonio con María hija del historiador Gustav Droysen. Murió el 21de febrero de 1901 en Berlín.

Su formación clásica comenzó en el Gymnasium de Dresde. En 1851 ingresó en la Universidad de Berlín donde impartían clases historiadores y filólogos como Ernst Curtius, August Boeckh o Karl Lipsius. En 1854 obtuvo el grado de doctor en la Universidad de Bonn por su tesis Quaestiones onomatologicae latinae dirigida por el filólogo Friedrich Ritschl (1806-1876). Entre 1856 y 1858 completó su formación en Italia y Sicilia donde adquiriría una gran experiencia epigráfica con Bartolomeo Borghesi (1781-1860) que ya había sido maestro de Theodor Mommsen. A su vuelta, en 1858, Mommsen, en nombre de la Academia Prusiana, le encomendó la edición de la obra más importante de su carrera, el volumen correspondiente a Hispania del Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL II). Un año después Hübner presentó su tesis de Habilitación, De senatus populique Romani actis, y comenzó los trabajos bibliográficos preparativos básicos para el Corpus. (...)


(...) A 8 de marzo de 1861 informaba Hübner sobre su viaje a Extremadura, la provincia de España cuyos monumentos romanos, según su parecer, habían sido mejor investigados. Realizó el trayecto desde Sevilla a caballo, en el que invirtió unos 25 días. En la Beturia Céltica, encontró por casualidad la inscripción CIL II 1040 que le permitiría afirmar que Monasterio era Curiga. En Mérida se llevó cierta decepción, pues las inscripciones le parecieron de poco interés ya que la mayoría eran funerarias (RB 1861: 387). Controló miliarios de la Vía de la Plata, muchos de ellos casi ilegibles a causa de la fragilidad del granito (RB 1861: 389), y en Cáceres encontró más inscripciones aus dem schlechten Granit des Landes. Después, el puente de Alcántara, Coria, las inscripciones del palacio de Mirabel en Plasencia (ohne barbarische Namen und mit den üblichen römischen Formeln) y de Santa Cruz de la Sierra.

El Corpus Inscriptionum Latinarum II: Inscriptiones Hispaniae Latinae

Hasta la publicación de este opus magnum de E. Hübner, no había habido ninguna obra similar en la Península Ibérica a pesar de las empresas que, en España, desde la Academia de la Historia, se habían concebido y confiado a algunos de sus talentos ilustrados, entre ellos Luis Jose Velázquez de Velasco o Thomas de Gússeme, las cuales se vieron frustradas, generalmente, por la situación política y sus azarosas intrigas.

El Corpus (1869) con su Supplementum (1892) contiene 6350 inscripciones latinas antiguas no cristianas, estructuradas geográficamente según la división administrativa romana establecida por Augusto en tres provincias Lusitania, Baetica e Hispania Citerior y, dentro de las mismas, en sus respectivos conventus jurídicos, Pacensis, Scallabitanus y Emeritensis en Lusitania; Hispalensis, Astigitanus, Gaditanus, Cordubensis, en Baetica, y, Bracaraugustanus, Lucensis, Asturum, Cluniensis, Caesaraugustanus, Carthaginiensis y Tarraconensis en la Hispania Citerior. Cada civitas - o, a falta de esta, la región moderna- va precedida de una introducción en la que se recogen todos los datos conocidos sobre ella en las fuentes antiguas y a continuación los autores modernos que trataron sobre ella y su epigrafía. El orden en que se disponen las inscripciones dentro de una unidad es temático: votivas, imperiales, orden senatorio, orden ecuestre, militares, municipales, inscripciones que mencionan origo, funerarias; dentro de los apartados el orden es alfabético, excepción hecha de las imperiales donde es cronológico. Tanto los miliarios, organizados por vias antiguas, como el instrumentum domesticum (inscripciones grabadas en objetos de uso cotidiano sobre los materiales más diversos, así como los númerosos sellos y grafitos sobre cerámica) constituyen capítulos propios. La obra se completa con el conspectus auctorum, bibliografía comentada en los casos de autores e instituciones mas relevantes por su contribución a la epigrafía de Hispania; con unos extensos índices al final del volumen, así como con unos mapas de geografía antigua de la Península Ibérica que fueron confeccionados por H. Kiepert para el Supplementum. El Corpus ofrecía, por vez primera, a la comunidad científica todos los textos epigráficos de la Hispania romana en una edición crítica y ponía al servicio de la Arqueología hispánica un caudal inmenso de informaciones que iban a permitir no sólo la localización de ciudades hasta entonces desconocidos al ofrecer nuevos topónimos inéditos, sino reconsiderar muchas localizaciones falsas que habían arraigado entre los historiadores españoles y portugueses por erróneas tradiciones historiográficas. La obra se iba poniendo al día mediante addenda publicados en Ephemeris Epigraphica VIII (1899) y IX (1903, después de la muerte de Hübner).

La importancia que concedía Hübner a la paleografía para la datación de las inscripciones le condujo a la edición de los Exempla scripturae epigraphicae latinae a Caesaris dictatoris morte ad aetatem Iustiniani (Berlin 1885), un muestrario y estudio de tipos de letra de inscripciones, con los dibujos correspondientes, de todo el imperio, entre las que se encuentran muchas hispanas. Por otra parte, como filólogo y en consonancia con las corrientes de su época, al dar primacía a los textos sobre los soportes, dejó un campo abierto desde el punto de vista de la arqueología que todavía hoy está, en gran parte, por trabajar. Pero la contribución de E. Hübner a la arqueología no se limitó a la mera confección de una obra: no sólo la misma elaboración del Corpus despertó el interés por las inscripciones y por los estudios de epigrafía en la Península sino que además alentó la conservación de éstas en Museos por parte del Estado español27, especialmente de los bronces con textos jurídicos. Pero además E. Hübner nos legó el primer corpus de inscripciones cristianas antiguas y medievales Inscriptiones Hispaniae Christianae (Berlin 1871), Supplementum [Pág. 339] (Berlin 1900), el primero de inscripciones prerromanas (Monumenta Linguae Ibericae, Berlin 1893), así como un buen número de estudios monográficos que fueron publicados tanto en revistas alemanas como italianas, portuguesas o españolas. (...)


(...) Maestro de epigrafía para muchos, "concienzudo arqueólogo" y pionero de la arqueología, Emil Hübner fue calificado de "fundador de la moderna arqueología hispánica", pero no por sus contemporáneos sino casi cincuenta años después de su muerte. Pronto sus Monumenta Linguae Ibericae quedaron desfasados tras el progreso del conocimiento de esta cultura, su lengua y su signario. Sin embargo, su obra sobre las Inscriptiones Hispaniae Latinae renovada más de un siglo después con la nueva edición de CIL II, sigue estando vigente para aquellas zonas que todavía no han sido publicadas, y en muchas ocasiones sus observaciones no han sido superadas.


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