Mitra en Mérida

Esta divinidad de ascendencia indoeuropea y procedencia persa tuvo en el Imperio Romano una gran aceptación. Las virtudes practicadas en el culto mitraico desarrollaban la capacidad humana de resistencia ante la adversidad y posibilitaban la reactivación moral a través de la ascesis, muy convenientes ambas para los sectores de la sociedad tanto si era civil como militar. El culto era susceptible, por lo tanto, de una manipulación estatal, en cuanto que un adecuado y controlado desarrollo del mismo convenía a los intereses del Estado.

En cualquier caso, su falta de oposición al aparato burocrático estatal favorecía la expansión de esta religión mistérica, que debió de ser muy amplia, a juzgar por la cantidad de mitreos que llegó a haber en los territorios del Imperio Romano.

La iniciación en la religión mitraica abarcaba siete grados progresivos, colocado cada uno de ellos bajo la protección de un planeta. Los siete grados de iniciación eran: corax, nymphus, miles, leo, perses, heliodromos y pater. La admisión en la comunidad de creyentes tenía lugar en la gruta bautismal del Mitreo mediante el bautismo purificador.

No todos los miembros componentes de 'los siete grados de iniciación tenían en los misterios igual participación. Los componentes de los tres primeros grados iniciales actúan más bien como meros servidores de esos misterios, cuyos verdaderos partícipes son los miembros pertenecientes a los cuatro últimos grados. Estos miembros de los grados superiores son los que participan en el banquete ritual en el que la sangre del toro sacrificado es el elemento sacral que los introduce en la vida celestial.

Últimamente se ha resaltado, dentro de este continuum de la iniciación, la diferencia sustancial en la participación en los misterios entre los tres primeros grados y los siguientes, que comenzaban con el grado Leo. Este grado, por tanto, suponía el acceso a una relación más intensa con la divinidad.

La escultura que tiene a los pies un tronco de árbol, al lado del cual está la figura de un pequeño león sentado y cuyo brazo izquierdo alzaba posiblemente una antorcha, ha sido considerada, en razón al lugar del hallazgo, a la antorcha y la león, como una estatua mitraica. La interpretación de la figura humana ha sido controvertida, ya que podía tratarse de uno de los dadóforos, del propio Mitra o del Tiempo, según se ha sugerido. No se ha hecho una interpretación definitiva, si bien, como señalaba uno de los autores que vacilaban a la hora de decidirse por una identificación: «esto refuerza la idea de que nos encontramos delante de una figura del ciclo de Mitra, a quien no osamos atribuirle un nombre concreto».

Pero la cuestión no era tan simple ni se reducía a no asignarle un nombre, ya que esto suponía subsidiariamente una renuncia a todo intento de concretar más su relación con Mitra y a intuir su posible funcionalidad.

Se ha prestado atención al pequeño león que la estatua tiene a sus pies y se ha establecido una relación secundaria entre la antorcha, que parece que llevaba la escultura, el fuego y el grado Leo. Establecidas de esta manera esas probables conexiones, se piensa que la escultura pudiera guardar relación con el grado Leo. Así, con las precauciones pertinentes, se cree en la posibilidad de que pueda tratarse, bien de una divinidad secundaria vinculada a ese grado significativo en los ritos de iniciación, o bien del mismo Mitra, representado en función de ese grado.

Entre las figuras encontradas en el Cerro de San Albín se halla la firmada por Demetrio. Se considera la representación de Mitra o de uno de los dadóforos.

Las otras dos esculturas habitualmente se consideraba que representaban a Atan Cronos. La una era una estatua leontocéfala, la otra era antropocéfala con el emblema del leon en el pecho. Se pensaba que se trataba de dos versiones, una clásica y otra helenizada, de un mismo tema. Pero cada vez más se abre camino la suposición de que ambas esculturas no guardan relación directa entre sí. No se refieren a la misma divinidad, sino que el leontocéfalo, más que un Cronos mitraico, sería una especie de divinidad mitraica secundaria, difícil de precisar de un modo conveniente. Respecto a la escultura antropocéfala de Mérida se ha propuesto últimamente que la estatua representa el nacimiento de Mitra la roca.

Con relación a otras posibles representaciones, no sabemos hasta qué punto el mosaico Cosmogónico y un relieve , ambos de Mérida, pueden considerarse o proponerse corno representaciones referentes a Mitra o al culto de Mitra.

El panorama de los testimonios de la comunidad del culto mitraico de Mérida se completa con siete inscripciones. De éstas, cuatro están innegablemente relacionadas con el culto de Mitra, ya porque comportan —en dos ocasiones— una indicación explícita de Mitra, ya porque aluden —en otros dos casos— a un personaje conocido dentro de la jerarquía religiosa atri¬buida al culto de Mitra. En los otros tres casos la relación se establece merced a la fórimula de dedicación Invicto Deo y Deo Invicto, un rasgo de suyo insuficiente, a no ser que la inscripción comporte algún otro elemento aclaratorio —como sería el caso de la inscripción del plinto de la estatua del dadóforo, que menciona a Accius Hedychrus pater del culto de Mitra, propiciando el que el epíteto Invicto pueda identificarse con Mitra— o se encuentra inmersa en un contexto que hace factible su consideración como mitraica. En algunos de los casos que consideramos, la probabilidad de que sea mitraica viene dada además de por la fórmula y la procedencia emeritense, es decir, de un lugar con una comunidad mitraica importante, por el hecho de haberse exhumado en el Cerro de San Albín, donde se supone se hallaba el Mitreo.


De las cuatro inscripciones relacionadas con seguridad con Mitra, tres estaban grabadas en estatuas: una en un Hermes, otra en el plinto de la estatua del dadóforo y la otra en la estatua de Océano. La cuarta es un ara con inscripción que lleva en relieve a sus costados la pátera y el jarro.



FUENTE: Juan José Sayas. Divinidades mistéricas en Lusitania. Manifestaciones religiosas en Lusitania. Universidad de Extremadura. 1986