Carolo II de Rumanía y del Guadiana

En 1941 el rey Carolo II de Rumanía, que había abicado del trono antes de la ocupación nazi de su país, protagoniza una huída a Lisboa a través del Guadiana, en las tierras de Olivenza, más propia de las novelas de espías o incluso de las aventuras de Astérix que de la rancia aristocracia europea. La historia no tiene desperdicio.

El destronado Rey Carolo de Rumanía, surge inopinadamente en Portugal en Marzo de 1941, sustituido por el mariscal Antonescu, cuando su país se encontraba acorralado por el III Reich y la URSS.

El misterio que rodeó esta aparición permanece hasta nuestros días. Y una cosa enredó más el asunto cuando Oliveira Salazar dijo que el rey Carolo podría ser por derecho propio, Rey de Portugal. Una historia secreta que aún está por contar.

Parte de la Historia es conocida. En 1940 el Rey Carolo de Rumanía fue destronado por el Mariscal Antonescu, y su país se adhirió a la causa nazi.

Carolo huyó con su amante y una considerable fortuna, y tras un viaje por Sudamérica, se estableció en España, donde parecía que fijaría su residencia definitiva en Sevilla.

Sin embargo, Carolo volvió a fugarse desde allí a Portugal. Era algo que no agradaba a los alemanes, para quienes su llegada a Lisboa tenía el peligro de poder ser preparatoria de su traslado a Inglaterra, donde el rey podría ser usado como vehículo de propaganda.

Además, en la España franquista, estaba más a mano y controlado.

En el ambiente de intrigas característico de aquella época, se barajaban las tesis más conspirativas. Una de ellas era precisamente que Carolo había sido raptado por los servicios de la PVDE, la policía secreta portuguesa, dirigida por el Capitán Agostinho Lourenço.


La situación era en todo caso bastante confusa porque algunos meses antes, el monarca había negociado secretamente con las autoridades españolas un plan de cambio de residencia a Portugal, plan que sólo podría ser rechazado, porque valores más altos estaban en juego.

Pero realmente, todo había comenzado, secretamente, bastantes meses atrás. Retenido en España, en un exilio dorado, el rey Carolo habría planificado la eventualidad de irse a Portugal. Por entonces, el embajador de Rumanía en Lisboa se reunió el día cuatro de Octubre de 1940 con el Embajador Vianna, del MNE. Receloso y evasivo, el diplomático levantó acta escrita de la conversación.

En ese escueto apunte, el Embajador daba cuenta de que el representante rumano, que entonces había recibido, se había reunido en Barcelona con el monarca de su país y a causa de eso "desearía pedir el apoyo del Gobierno portugués a fin de que el rey pudiera ir a Portugal, dado que se hallaba retenido, por no decir detenido, en España, a petición del gobierno alemán, que temería que de Portugal marchara hacia Inglaterra", razón por la cual Carolo estaría "dispuesto a comprometer su palabra de que no saldría de Portugal".

Salazar leyó el papel el día 9 y su espíritu geométrico y frío percibió lo esencial: La solicitud de permiso para que Carolo fuera a Lisboa tenía lógica y fundamento. La descripción que le servía de soporte tenía todos los ingredientes para poder ser aceptada. Era un caso humano y una solicitud cargada de moral. En ese aspecto de las realidades aparentes, dos eran las razones que lo fundamentaban.

Primero, porque España era, en el contexto, la peor de todas las soluciones para la permanencia del rey. La estancia de Carolo en España, teniendo todas las comodidades posibles, dadas las circunstancias, estaba, de hecho, agravada por la situación de libertad vigilada, pues todos sus movimientos eran espiados por la «Seguridad» y Portugal ofrecía todo el aire apetecible de una tierra de libertad de movimientos.

En segundo lugar y además de eso, su llegada a Portugal estaría unida por lazos "sentimentales", que no se daban en Madrid. Y es aquí donde surgen las sombras de sospechas, y Salazar, rápidamente, intuye y comprende. La solicitud tendría que ser dejada allí, en el archivo de las olvidadas. Aceptar al monarca rumano sería peor que agravar las tensiones con los alemanes. Sería reabrir el armario de los esqueletos de la cuestión dinástica portuguesa, que estaba muerta y enterrada "entre navíos y armaduras".

Carolo podía llegar a Portugal a poner en crisis ya no la neutralidad internacional, sino la seguridad interna, y peor que eso, él atentaba contra los propios fundamentos del régimen republicano, porque representaba la eventualidad de la restauración de la monarquía en Portugal, interrumpida con el fallecimiento de D. Manuel, II. Él era el hombre que podía ser rey. Para Salazar, para quién D. Manuel "había fallecido sin herederos ni sucesores", eso sería demasiado complejo.

Carolo era así un problema a evitar.

La situación se conocería, sin embargo, y sería del dominio público, a través de un artículo que tenía todo el aire de haber sido insertado en un periódico de la periferia política, para tener el efecto de la futura publicación de dicha información.

En su edición de 07.11.41, el periódico de izquierda griego NEA publicó, de hecho, un artículo curiosamente importado de París con el texto en el que se hacían picantes revelaciones como que “El ex rey de Rumanía, Carolo, que hace poco tiempo llegó Lisboa con su mujer, la ex señora Lupesco (sic), podría en breve, si lo quisiera, presentarse candidato al trono de Portugal, que permanece libre desde la muerte del rey D. Manuel II. En efecto, Carolo es el biznieto de la Reina Maria de Portugal, que por su boda con el príncipe alemán Fernando, tuvo tres hijos: Pedro V, que murió a causa de la peste, Luis I, heredero de Pedro, y una hija Doña. Maria Antonia. Maria Antonia casó con Leopoldo de Hoenzollern y tuvo de él un hijo, Fernando I de Rumanía, y el padre de Carolo. Dado que el ex rey Carolo es el descendiente del ramo de la dinastía portuguesa, que permaneció fiel a la Constitución, él tenía, de acuerdo con ciertos historiadores, más derechos que el actual pretendiente D. Duarte Nuno, que es descendiente del ramo que se opuso a la Constitución y fue por eso expulsado de Portugal. Por eso, muchos se preguntan en Lisboa, si al fin Carolo irá a reivindicar la Corona portuguesa sobre la cual tiene tantos derechos, o si, por el contrario, preferirá ser restaurado en el trono de Rumanía, porque corren rumores de que Carolo está en vías de sustituir a su hijo Miguel, que no goza de la simpatía de los comunistas rumanos”

Era un artículo arreglado. Pero sucedió que lo que se pretendía que no entrara por la puerta, apareció por la ventana.

En 3 Marzo de 1941 sonó la alarma: Carolo había huido de Sevilla y había aparecido, inopinadamente en Portugal, en la compañía de la señora Lupescu. Y encima, la entrada en este país se había hecho por un lugar simbólico. De hecho, el recorrido del rey Carolo en su precipitada fuga de Sevilla hacia Portugal, realiza un curioso itinerario, simbólico para los independentistas portugueses.

Seguido de cerca por la «Seguridad» española, el monarca consigue un potente automóvil, que conducía él mismo, y pretextando visitar la ciudad de Llerena, avanza derecho por la carretera que va de Santa Olalla del Cala a Fregenal de la Sierra, Jerez de los Caballeros y Almendral, y se dirige la Olivenza.

Cerca de la frontera, el Rey y Madame Lupescu, abandonaron el automóvil en que se habían transportado y auxiliados por las personas que los aguardaban, entre los cuales estaba el portugués Carlos Reynolds Esteban, que tenía propiedades en Évora y Estremoz, se introducen en Portugal, a través de una finca, atravesada por el río Guadiana que en aquel lugar sirve de frontera a los dos países.

Carlos Reynolds era un hombre conectado al "intelligence service" Servicio de Inteligencia Británico.

Al principio, nadie conseguía comprender. En Sevilla la policía secreta española, supuestamente le había perdido el rastro. Los términos en los que todo había ocurrido, aumentaba la confusión reinante. Y encima, las primeras sospechas estaban siendo “sopladas” contra la PVDE, la antecesora de la PIDE, sospechosa de haber organizado la fuga, a efectos internos.

A las 5 de la tarde, autorizados a hablar, y amigos como siempre, los periódicos de Madrid insinuaban que en Lisboa ya se sabría de la fuga.

Agostinho Lourenço, capitán de infantería y director de la PVDE, se multiplicaba en investigaciones con el refinado propósito de «sacudir el agua del capote».Y, abre fuego en todas las direcciones. Primero demuestra, con pormenores, como y en que medida la seguridad española fue lentamente “ablandada”, y cómo la veloz máquina real pudo galopar por las llanuras de Castilla sin ningún tipo de vigilancia, dejando a Su Majestad, notable en el acelerador. Después tira a doler sobre los ingleses. Los indicios comprometían. Ante eso, ahora se abre todo un dossier. Si de hecho no fueron los ingleses quienes ayudaron al Rey Carolo, bien se rieron ellos del sucedido.

El Embajador Sir Samuel Hoare, futuro Vizconde de Templewood, entonces jefe de la diplomacia británica en Madrid, reflejaría en sus memorias "Ambassador with la special mission, 1946": “Serrano Suñer, después de prometerle un refugio seguro, lo instaló en Sevilla, donde él y la señora Lupescu se quedaron confinados.

El infeliz rey, constantemente me llamaba, particularmente cuando se hizo claro que los españoles pretendían entregarlo a los alemanes. Había poco que yo pudiera hacer. De hecho, con miras al pasado del rey, tenía buenos motivos para ignorar su llamamiento. Pero él era hijo de un príncipe inglés y, además de eso, huía a la Gestapo. Estas razones me llevaron a protestar contra el timo y falta de humanidad del Gobierno español al mantenerlo prisionero. Me quedé encantado cuando él huyó a Portugal”.

El Rey Carolo murió en Portugal en 1953, sus resto mortales fueron trasladados en 2003 a su Patria de origen.


FUENTE: José A. Barreiros // reynolds.com