Necrológica
Falleció en Cáceres en la madrugada del pasado lunes, tras larga enfermedad. Vivió incómodo con el entorno, intransigente con el destino y lúcido para diagnosticar lo inevitable. El escritor Jesús Alviz fue un rebelde con causa frente al beatoconservadurismo de la España de los sesenta y principios de los setenta, frente al conformismo literario reinante en su ciudad, en su región y en su país, y frente al guiño cómplice y embaucador que le hizo el sexo.Durante dos décadas de producción literaria, Alviz apareció como un dominador del lenguaje, un prestidigitador de la palabra, que ejercitó su condición culta con despotismo frente a todo lo que le rodeaba. Escapó de una ciudad que le asfixiaba, pero fue también una huida de sí mismo. Siempre volvía a Cáceres para reencontrarse con no se sabe qué. Regresaba para vagar por calles y plazas medievales en paseos solitarios que sobresaltaban el saludo forzado para un conocido.
Deja títulos como Luego, háblame de China, He amado a Wagner, El frinosomo vino a Babel, Calle Urano, Española dicen que es, El concierto de ocarina... Una obra irónica, sarcástica, amarga a veces, densa de formas siempre. Amó la literatura y el teatro y encontró reconocimiento con el Premio Calderón de la Barca, con Un solo son en la danza, y buceó a su manera en el crimen de Don Benito con Inés María Calderón, virgen y mártir.
El profesor Manuel Pecellín, un estudioso de su obra, le definió como "el novelista extremeño más innovador, revulsivo, iconoclasta, vocacional y valioso de las últimas décadas". Hace sólo unos meses, su arrogancia frente a la vida sufrió un duro revés, pero la enfermedad apenas amansó un poco su carácter y, como su personaje Hito, soltó aquello de "qué triste es tener que morirse y perderse esto", a lo que una amiga, emulando a Lola, otro personaje de sus novelas, le recriminó con el mismo sarcasmo que Alviz utilizó a lo largo de su vida: "Me encanta tu optimismo, chico". Él, que siempre atropelló con las palabras, se encontraba perdido.
A los 52 años murió Jesús Alviz. Sencillamente, un heterodoxo frente a la vida, a la literatura y a la propia condición humana. Murió el escritor extremeño contemporáneo que posiblemente mejor dominaba el lenguaje. Ahora descansa en ese pequeño paraíso natural que es su pueblo natural, Acebo.-
Texto: Jeremías Clemente. EL PAÍS . 11-11-1998.
FUENTE: elpais.es
Falleció en Cáceres en la madrugada del pasado lunes, tras larga enfermedad. Vivió incómodo con el entorno, intransigente con el destino y lúcido para diagnosticar lo inevitable. El escritor Jesús Alviz fue un rebelde con causa frente al beatoconservadurismo de la España de los sesenta y principios de los setenta, frente al conformismo literario reinante en su ciudad, en su región y en su país, y frente al guiño cómplice y embaucador que le hizo el sexo.Durante dos décadas de producción literaria, Alviz apareció como un dominador del lenguaje, un prestidigitador de la palabra, que ejercitó su condición culta con despotismo frente a todo lo que le rodeaba. Escapó de una ciudad que le asfixiaba, pero fue también una huida de sí mismo. Siempre volvía a Cáceres para reencontrarse con no se sabe qué. Regresaba para vagar por calles y plazas medievales en paseos solitarios que sobresaltaban el saludo forzado para un conocido.
Deja títulos como Luego, háblame de China, He amado a Wagner, El frinosomo vino a Babel, Calle Urano, Española dicen que es, El concierto de ocarina... Una obra irónica, sarcástica, amarga a veces, densa de formas siempre. Amó la literatura y el teatro y encontró reconocimiento con el Premio Calderón de la Barca, con Un solo son en la danza, y buceó a su manera en el crimen de Don Benito con Inés María Calderón, virgen y mártir.
El profesor Manuel Pecellín, un estudioso de su obra, le definió como "el novelista extremeño más innovador, revulsivo, iconoclasta, vocacional y valioso de las últimas décadas". Hace sólo unos meses, su arrogancia frente a la vida sufrió un duro revés, pero la enfermedad apenas amansó un poco su carácter y, como su personaje Hito, soltó aquello de "qué triste es tener que morirse y perderse esto", a lo que una amiga, emulando a Lola, otro personaje de sus novelas, le recriminó con el mismo sarcasmo que Alviz utilizó a lo largo de su vida: "Me encanta tu optimismo, chico". Él, que siempre atropelló con las palabras, se encontraba perdido.
A los 52 años murió Jesús Alviz. Sencillamente, un heterodoxo frente a la vida, a la literatura y a la propia condición humana. Murió el escritor extremeño contemporáneo que posiblemente mejor dominaba el lenguaje. Ahora descansa en ese pequeño paraíso natural que es su pueblo natural, Acebo.-
Texto: Jeremías Clemente. EL PAÍS . 11-11-1998.
FUENTE: elpais.es