En Badajoz llegaron a residir hasta tres "ejecutores de sentencias" especializados en el manejo del garrote vil
La película ’Salvador’ que reconstruye la historia, vida y muerte de Salvador Puig Antich, el penúltimo ajusticiado en España por el infamante método del garrote vil, vuelve a traer a la memoria el nombre de Antonio López Sierra, el verdugo encargado de dar muerte al joven anarquista catalán, condenado a la pena capital por un tribunal militar. Para dar cumplimiento al implacable fallo judicial, desoídos todas las peticiones de indulto y el clamor mundial, se desplazó desde Badajoz hasta la prisión de Barcelona el "agente judicial ejecutor de sentencias", que tenía su residencia en la capital pacense. Tan siniestro personaje tenía por apodo "El corujo".
El 2 de marzo de 1974, unos minutos después de las 9.30 de la mañana Salvador Puig Antich pudo sentir, a través del paño que cubría su cabeza el estremecedor frío de la argolla que el verdugo le colocaba en torno al cuello y escuchar el metálico chirrido del primitivo aparato de muerte.
Se cuenta que a pesar de su reconocida destreza en tan brutal oficio a Antonio López Sierra no le resultó fácil actuar con la celeridad requerida porque, al parecer, había bebido más de la cuenta. Solía hacerlo cada vez que se requerían sus servicios, acaso para no ser del todo consciente.
Seguramente debido a su estado de embriaguez el "agente" no acertó a encajar bien las piezas del garrote vil, lo que alargó angustiosamente un acto que en circunstancias normales quedaba resuelto en segundos. Precisamente en el caso más comprometido, rodeado de una tremenda presión mundial y de la indignación popular, que requería la mayor celeridad, al verdugo se le encasquillaba la "máquina".
Era la segunda vez en su "carrera" que "don Antonio" se veía en un trance semejante. Muchos años atrás, en 1957, le sucedió algo parecido en la ejecución de la envenenadora de Valencia. Pero entonces el motivo no fue el alcohol, sino el hecho de desconocer que la condenada era una mujer y eso le desconcertó.
Dos ejecuciones
Con todo, Antonio llevó a cabo, una vez más, el cometido propio de su condición de agente judicial. Con la segunda vuelta al torniquete reo y sentencia fueron ejecutados a la misma vez. El reloj marcaba las 9.40 de la mañana del 2 de marzo de 1974.
Sólo unos días después, en la prisión de Tarragona corría igual suerte por el mismo procedimiento un ciudadano extranjero cuya identidad y procedencia fueron falseadas. Se dijo entonces que se trataba Heinz Chez, ciudadano sin familia conocida, declarado culpable de dar muerte a un guardia civil en el asalto a un camping. Sin embargo, años después se ha sabido que a quien realmente se ejecutó fue a Georg Michaek Welzel, nacido en 1944 en la República Democrática Alemana. Este extraño procedimiento y su desenlace ha dado también origen a una película realizada en 2004 con el título de ’La muerte de nadie’.
Aunque esta ejecución fue atribuida también a López Sierra el encargado de practicarla fue otro verdugo natural de Sevilla de nombre José Moreno. «No son embusteros. Dicen que ha sido el de Badajoz, y he sido yo, Pepe», confesó el "agente" a un periodista de ’El Correo de Andalucía’.
En absoluto hubiera sorprendido que el ejecutor de la última condena a muerte por garrote vil hubiera sido de Badajoz. La capital pacense contaba entonces con una nutrida plantilla de "agentes" exterminadores. Que se sepa, eran al menos tres: el citado López Guerra, Vicente Copete y otro cuyo nombre está perdido en la memoria.
De todos ellos guardan vagas referencias indirectas profesionales de la judicatura ya jubilados como Ramiro Baliñas, anterior presidente de la Audiencia Provincial, y Manuel Ruiz, fiscal jefe del mismo tribunal.
Mal vistos
El magistrado recuerda que aquellos "agentes" especiales estaban muy mal vistos por los funcionarios y se evitaba tener cualquier trato con ellos. «Sólo muy de tarde en tarde aparecían por la Audiencia donde se custodiaba aquel terrible aparato. Yo afortunadamente nunca me crucé con ellos».
También Manuel Ruiz hace referencia a la aversión que se tenía a tales personajes hasta el punto que el entonces presidente de la Audiencia, Joaquín Sánchez Valverde procuraba por todos los medios no atenderles cuando. «Creo que tenían que presentarse de cuando en cuando para dar testimonio de encontrarse en activo y poder cobrar su paga, pero el presidente buscaba cualquier pretexto para no recibirles», recuerda.
Manuel Ruiz cree que uno de los primeros trabajos encomendados a López Sierra fue la ejecución de José María Jarabo, un despiadado asesino emparentado con un notable personaje del franquismo, Antonio Ruiz Jarabo, que llegó a ser ministro de Justicia. «Un caso muy sonado porque todo el mundo pensaba que sería indultado», recuerda el fiscal.
Por lo que puede recordar, en Extremadura le tocó ejecutar la sentencia de pena capital para el asesino de «Mariquilla la borracha», una infeliz mendiga de Almendralejo que fue asesinada para robarle el poco dinero que llevaba.
Desde 1951, con el caso de El Mochito en que comenzó su "carrera" hasta 1974 en que tuvo su última actuación con Puig Antich, López Sierra llevó a cabo una veintena de ejecuciones, prácticamente a una por año.
Julián Leal. 'Hoy Digital' - 26 de diciembre de 2006
La película ’Salvador’ que reconstruye la historia, vida y muerte de Salvador Puig Antich, el penúltimo ajusticiado en España por el infamante método del garrote vil, vuelve a traer a la memoria el nombre de Antonio López Sierra, el verdugo encargado de dar muerte al joven anarquista catalán, condenado a la pena capital por un tribunal militar. Para dar cumplimiento al implacable fallo judicial, desoídos todas las peticiones de indulto y el clamor mundial, se desplazó desde Badajoz hasta la prisión de Barcelona el "agente judicial ejecutor de sentencias", que tenía su residencia en la capital pacense. Tan siniestro personaje tenía por apodo "El corujo".
El 2 de marzo de 1974, unos minutos después de las 9.30 de la mañana Salvador Puig Antich pudo sentir, a través del paño que cubría su cabeza el estremecedor frío de la argolla que el verdugo le colocaba en torno al cuello y escuchar el metálico chirrido del primitivo aparato de muerte.
Se cuenta que a pesar de su reconocida destreza en tan brutal oficio a Antonio López Sierra no le resultó fácil actuar con la celeridad requerida porque, al parecer, había bebido más de la cuenta. Solía hacerlo cada vez que se requerían sus servicios, acaso para no ser del todo consciente.
Seguramente debido a su estado de embriaguez el "agente" no acertó a encajar bien las piezas del garrote vil, lo que alargó angustiosamente un acto que en circunstancias normales quedaba resuelto en segundos. Precisamente en el caso más comprometido, rodeado de una tremenda presión mundial y de la indignación popular, que requería la mayor celeridad, al verdugo se le encasquillaba la "máquina".
Era la segunda vez en su "carrera" que "don Antonio" se veía en un trance semejante. Muchos años atrás, en 1957, le sucedió algo parecido en la ejecución de la envenenadora de Valencia. Pero entonces el motivo no fue el alcohol, sino el hecho de desconocer que la condenada era una mujer y eso le desconcertó.
Dos ejecuciones
Con todo, Antonio llevó a cabo, una vez más, el cometido propio de su condición de agente judicial. Con la segunda vuelta al torniquete reo y sentencia fueron ejecutados a la misma vez. El reloj marcaba las 9.40 de la mañana del 2 de marzo de 1974.
Sólo unos días después, en la prisión de Tarragona corría igual suerte por el mismo procedimiento un ciudadano extranjero cuya identidad y procedencia fueron falseadas. Se dijo entonces que se trataba Heinz Chez, ciudadano sin familia conocida, declarado culpable de dar muerte a un guardia civil en el asalto a un camping. Sin embargo, años después se ha sabido que a quien realmente se ejecutó fue a Georg Michaek Welzel, nacido en 1944 en la República Democrática Alemana. Este extraño procedimiento y su desenlace ha dado también origen a una película realizada en 2004 con el título de ’La muerte de nadie’.
Aunque esta ejecución fue atribuida también a López Sierra el encargado de practicarla fue otro verdugo natural de Sevilla de nombre José Moreno. «No son embusteros. Dicen que ha sido el de Badajoz, y he sido yo, Pepe», confesó el "agente" a un periodista de ’El Correo de Andalucía’.
En absoluto hubiera sorprendido que el ejecutor de la última condena a muerte por garrote vil hubiera sido de Badajoz. La capital pacense contaba entonces con una nutrida plantilla de "agentes" exterminadores. Que se sepa, eran al menos tres: el citado López Guerra, Vicente Copete y otro cuyo nombre está perdido en la memoria.
De todos ellos guardan vagas referencias indirectas profesionales de la judicatura ya jubilados como Ramiro Baliñas, anterior presidente de la Audiencia Provincial, y Manuel Ruiz, fiscal jefe del mismo tribunal.
Mal vistos
El magistrado recuerda que aquellos "agentes" especiales estaban muy mal vistos por los funcionarios y se evitaba tener cualquier trato con ellos. «Sólo muy de tarde en tarde aparecían por la Audiencia donde se custodiaba aquel terrible aparato. Yo afortunadamente nunca me crucé con ellos».
También Manuel Ruiz hace referencia a la aversión que se tenía a tales personajes hasta el punto que el entonces presidente de la Audiencia, Joaquín Sánchez Valverde procuraba por todos los medios no atenderles cuando. «Creo que tenían que presentarse de cuando en cuando para dar testimonio de encontrarse en activo y poder cobrar su paga, pero el presidente buscaba cualquier pretexto para no recibirles», recuerda.
Manuel Ruiz cree que uno de los primeros trabajos encomendados a López Sierra fue la ejecución de José María Jarabo, un despiadado asesino emparentado con un notable personaje del franquismo, Antonio Ruiz Jarabo, que llegó a ser ministro de Justicia. «Un caso muy sonado porque todo el mundo pensaba que sería indultado», recuerda el fiscal.
Por lo que puede recordar, en Extremadura le tocó ejecutar la sentencia de pena capital para el asesino de «Mariquilla la borracha», una infeliz mendiga de Almendralejo que fue asesinada para robarle el poco dinero que llevaba.
Desde 1951, con el caso de El Mochito en que comenzó su "carrera" hasta 1974 en que tuvo su última actuación con Puig Antich, López Sierra llevó a cabo una veintena de ejecuciones, prácticamente a una por año.
Julián Leal. 'Hoy Digital' - 26 de diciembre de 2006