Oriana Fallaci nació en Florencia en 1930. De familia humilde e hija de un combatiente contra Hitler, siendo adolescente forma parte de los partisanos que luchan contra la ocupación en su Toscana natal. Estudia medicina a base de becas, pero no llega a terminar la carrera. Emprende entonces el camino del periodismo.
Con 19 años, en un diario de su Florencia natal, la obligan a escribir falsedades sobre un mitin del comunista Togliatti, mentiras que no tenía ni que firmar. Tremendamente enfadada, dijo al director que ella no escribiría nada de eso. Entonces el director ("un demócrata seboso y engreído (sic)", la dijo que los periodistas eran mercaderes de palabras, que no debía escupirse en el plato en el que se come. "De ese plato coma usted, yo prefiero morir de hambre". Fue despedida. Prosiguió su carrera con notable éxito y convirtiéndose en una de las periodistas más famosas de la década de los 70 y 80, al cubrir escenarios bélicos por todo el globo y al entrevistar, con muy pocas concesiones al entrevistado y en un estilo incisivo y muy personal, a los personajes más de actualidad. Kissinger, Arafat, el Sha de Persia, Willy Brandt, Jomeini, Indira Gandhi, Mao....y así decenas y decenas más. Escribió libros que se convirtieron en best-seller, reportajes, artículos de opinión, y tuvo una vida azarosa.
Fue amante del poeta griego Panagoulis, quien estuvo condenado por el intento de asesinato de Papadopoulus, o estuvo varios meses en la cárcel por negarse a informar a la policía tras unas declaraciones suyas sobre la muerte de Pasolini.
Lo cierto es que amaneciendo la década de los 90, Fallaci desaparece de la escena, merced principalmente a un cáncer de pecho, recluida en un apartamento de Manhattan y con esporádicas visitas de incógnito a Florencia, durante años. Su fuerte carácter y su pluma afilada solo vuelven a reaparecer tras el ataque del mundo islámico contra la civilización el día 11 de Septiembre. Y con qué fuerza. Fallaci realiza un análisis milimétrico con la precisión de un cirujano, y con la fuerza de un huracán. Europa, Occidente, se están islamizando, la izquierda es cómplice, buena parte de los conservadores y de la Iglesia, la Unión Europea, también. No dejaba títere con cabeza. Su denuncia del falso multiculturalismo, de la relativización de los valores, de la invasión musulmana y todo lo que ella trae, hacen que reciba todo tipo de demandas, injurias y vejaciones por parte de la islamoprogresía. Como este bastardo que la denunció, Adel Smith, el cabecilla de los musulmanes italianos, esos que hace poco degollaron a una chica de Brescia por querer ser occidental.
El mismo que antes había definido al crucifijo como "un pequeño cadáver clavado a dos trozos de madera, dañino para los niños musulmanes", pedía ahora respeto y denunciaba a Oriana. O como otro progre italiano que recientemente en una exposición, realizó una pintura de Oriana Fallaci decapitada. O como cuando en las manifestaciones progres a favor de Sadam en Italia, la llamaban puta y alimaña. Sus textos, sus libros, sus artículos, están ahí, para el que quiera enterarse, para el que quiera salir de la corrección política autoculpabilizadora y anestesiante.
Con 19 años, en un diario de su Florencia natal, la obligan a escribir falsedades sobre un mitin del comunista Togliatti, mentiras que no tenía ni que firmar. Tremendamente enfadada, dijo al director que ella no escribiría nada de eso. Entonces el director ("un demócrata seboso y engreído (sic)", la dijo que los periodistas eran mercaderes de palabras, que no debía escupirse en el plato en el que se come. "De ese plato coma usted, yo prefiero morir de hambre". Fue despedida. Prosiguió su carrera con notable éxito y convirtiéndose en una de las periodistas más famosas de la década de los 70 y 80, al cubrir escenarios bélicos por todo el globo y al entrevistar, con muy pocas concesiones al entrevistado y en un estilo incisivo y muy personal, a los personajes más de actualidad. Kissinger, Arafat, el Sha de Persia, Willy Brandt, Jomeini, Indira Gandhi, Mao....y así decenas y decenas más. Escribió libros que se convirtieron en best-seller, reportajes, artículos de opinión, y tuvo una vida azarosa.
Fue amante del poeta griego Panagoulis, quien estuvo condenado por el intento de asesinato de Papadopoulus, o estuvo varios meses en la cárcel por negarse a informar a la policía tras unas declaraciones suyas sobre la muerte de Pasolini.
Lo cierto es que amaneciendo la década de los 90, Fallaci desaparece de la escena, merced principalmente a un cáncer de pecho, recluida en un apartamento de Manhattan y con esporádicas visitas de incógnito a Florencia, durante años. Su fuerte carácter y su pluma afilada solo vuelven a reaparecer tras el ataque del mundo islámico contra la civilización el día 11 de Septiembre. Y con qué fuerza. Fallaci realiza un análisis milimétrico con la precisión de un cirujano, y con la fuerza de un huracán. Europa, Occidente, se están islamizando, la izquierda es cómplice, buena parte de los conservadores y de la Iglesia, la Unión Europea, también. No dejaba títere con cabeza. Su denuncia del falso multiculturalismo, de la relativización de los valores, de la invasión musulmana y todo lo que ella trae, hacen que reciba todo tipo de demandas, injurias y vejaciones por parte de la islamoprogresía. Como este bastardo que la denunció, Adel Smith, el cabecilla de los musulmanes italianos, esos que hace poco degollaron a una chica de Brescia por querer ser occidental.
El mismo que antes había definido al crucifijo como "un pequeño cadáver clavado a dos trozos de madera, dañino para los niños musulmanes", pedía ahora respeto y denunciaba a Oriana. O como otro progre italiano que recientemente en una exposición, realizó una pintura de Oriana Fallaci decapitada. O como cuando en las manifestaciones progres a favor de Sadam en Italia, la llamaban puta y alimaña. Sus textos, sus libros, sus artículos, están ahí, para el que quiera enterarse, para el que quiera salir de la corrección política autoculpabilizadora y anestesiante.