Cancho Roano



El misterio de Cancho Roano

CARLOS PASCUAL - 09/09/2006

Fue una suerte que aquel labriego de Zalamea se llevara bien con el maestro del pueblo. El hombre empezó a destripar un montículo de su propiedad, con encinas centenarias. Y empezaron a aflorar añicos de cerámica y muretes de piedra. El maestro, que había ido guardando los hallazgos, alertó a la autoridad competente y el 25 de octubre de 1978 se iniciaron las excavaciones arqueológicas. Desbrozado el teso, aparecía un complejo edificio de planta cuadrada, rodeado por un foso y en el que eran evidentes tres etapas constructivas: la primera, del siglo VI antes de Cristo, con muros de adobe sobre una base de mampostería; una segunda fase se llevó a cabo entre 500 y 450 antes de Cristo, y una tercera, entre 450 y 375 antes de Cristo.

Las tres construcciones respetaron siempre una suerte de eje o cámara primigenia en la que había una especie de ara de piedra. Es decir, aquello tenía todas las pintas de ser un santuario. Pero también algo más, ya que rodeando a la cámara sagrada y a los patios o atrios que la anteceden hay una serie de pequeños habitáculos donde se encontraron restos de ánforas, pesas y molinos (es decir, tuvo alguna función comercial o de almacén), y también restos suntuarios, lo que apunta a una condición representativa o palaciega. Se habla por ello de palacio-santuario, dadas además las proporciones del edificio y el foso que lo circunda, en su día inundado.

Todo esto es lo que ahora puede verse a un par de kilómetros de Zalamea. El yacimiento ha sido cubierto por una enorme estructura metálica. Junto a él se sitúa un pequeño pero modélico centro de interpretación. Hay una gran maqueta interactiva y algunos objetos originales; los hallazgos más valiosos, que fueron depositados en el Museo Arqueológico de Badajoz, están presentes a través de fotografías y demuestran que allí se movió gente que mantenía contacto con los pueblos mediterráneos del momento (bronces y cerámicas de origen fenicio o griego) y daba gran importancia al caballo (lo mismo que los troyanos) y a los empleos del agua.

Cancho Roano no es un caso aislado. Muy cerca de allí, en La Mata (municipio de Campanario), se está excavando otro yacimiento del siglo V, contemporáneo de la última fase de Cancho Roano pero que todavía no se puede visitar. Un poco más alejados, la necrópolis y yacimiento de Medellín y el tesoro de Aliseda (Cáceres) han proporcionado piezas que pueden verse en el citado museo de Badajoz y que arrojan alguna luz sobre aquella mítica civilización de Tartesos, la que según algunos sería mencionada incluso en la Biblia.

Pero este sitio extremeño parece confabulado para alimentar el misterio. Dos siglos después de haber levantado el palacio-santuario, sus moradores le prendieron fuego, tal vez en un gesto ritual, con todas sus pertenencias dentro, lo sellaron y cubrieron de tierra, y lo abandonaron. Hasta que a un compadre de Zalamea, 2.500 años después, le dio por roturar su campo de encinas.
FUENTE: elpais.com